Por IGNACIO HURTADO GÓMEZ*
Seguramente puede hablarse de varios factores que nos pueden conducir, o que ya nos han conducido a un escenario como este.
Obviamente para un mejor entendimiento del tema, se vuelve necesario fijar dos premisas de arranque: la primera en el sentido de que se debe iniciar por aceptar, como punto de partida, que la democracia así como la conocemos hoy día puede debilitarse, enfermarse, incluso desaparecer, y de ello ya hemos hablado en otro momento. Al respecto, baste solamente recordar lo que afirma el maestro Woldenberg: “Como toda edificación humana, la democracia puede fortalecerse, reblandecerse e incluso desaparecer para dar paso a fórmulas autoritarias”.
La segunda premisa tiene que ver con el hecho de que tenemos que distinguir entre aquella democracia denominada procedimental o adjetiva, relacionada principalmente con la noción de toma de decisiones y de régimen político, es decir, aquella democracia en donde, por ejemplo se toman las decisiones mayoritariamente bajo ciertas reglas, aquella democracia que reconoce el pluralismo político, y la de la representación política. En suma, la democracia política.
Sin embargo existe otra noción de democracia, la social, aquella que nuestra Constitución define como el “sistema de vida sustentado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.
En otras palabras, la democracia de los contenidos, la sustantiva, la de los derechos humanos, la del bienestar económico, social y cultural.
Esta última es la que se encuentra debilitada, pues si bien la otra, en la política hemos tenido avances importantes, aunque también en ocasiones algún pasito para atrás, en lo general lo hemos resuelto de forma aceptable.
No obstante, ha sido la otra cara de la moneda la que ha venido debilitando o reblandeciendo a la democracia misma.
El tema no es menor, y no son pocos los ciudadanos del mundo que ante pregunta expresa, consideran que no viven en democracia ante la falta de bienestar, a pesar de contar con elecciones confiables de sus representantes populares.
En ese sentido, es cuando como lo decíamos, la democracia cobra sentido a partir del respeto y realización de los derechos humanos, es cuando reafirma su razón de ser en base a la satisfacción de las necesidades elementales de la sociedad.
Pues bien, es en este punto en donde estamos complicados, y es en este ámbito en donde el tema democrático se nos está reblandeciendo o debilitando.
Las causas son varias y variadas. Ninguna es menor, y todas son preocupantes. Y es en estas en donde se tiene que centrar la atención de todos, pues no hacerlo de esa manera, implicará seguir lastimando nuestra vida democrática: Desigualdad y pobreza, corrupción e impunidad, carencia de crecimiento económico, desconfianza, inseguridad, debilidad del Estado de Derecho, y tantos otros que inciden directamente en el bienestar de la sociedad.
Ahí es en donde está el reto, el desafío. Es en esa parte de la democracia, aquí y en otras latitudes en donde se está jugando la legitimidad del propio régimen democrático. Todo ello sin descartar aquellas falsas promesas de la democracia de la que nos hablaba Bobbio. Por tanto, es en estos ámbitos en donde encontramos las respuestas al por qué se debilita o reblandece una democracia. Al tiempo.
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* Ignacio Hurtado Gómez. Es egresado de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde ejerce también la docencia. Ha sido asesor del IFE (ahora INE); ex magistrado del Tribunal Electoral del Estado de Michoacán.
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