Por SANTIAGO GALICIA ROJON SERRALLONGA*
Inicialmente, el título del libro era Cartas y estampas de viaje a la provincia de Michoacán, el cual, por cierto, me pareció extenso y poco amigable a la memoria y la lectura. Consideré que la dinámica de la hora contemporánea plantea un nombre menos complejo, más ad hoc a la idiosincrasia de los lectores, y fue así que surgió la idea de titularlo Rutas de un viajero, igual que el programa que hace algunos conduje sobre turismo en la web del portal de noticias Cambio de Michoacán.
La obra, legalmente registrada y protegida por Derechos de Autor, consta de introducción, 207 capítulos, epílogo, dos anexos y bibliografía y hemerografía, que en total representan alrededor de dos millones 200 mil caracteres y aproximadamente ocho mil párrafos, resultado de varios años de viajes ininterrumpidos por la geografía de Michoacán, estado que se localiza al centro-occidente de México.
Evidentemente, redactar artículos y reportajes turísticos es muy distinto a escribir un libro acerca de viajes. Todos los textos que forman parte de Rutas de un viajero, los elaboré y publiqué en El Sol Turístico, suplemento semanal del periódico El Sol de Morelia, sección coleccionable que constaba de ocho a 12 planas, de acuerdo con el contenido publicitario y la extensión del reportaje y la cantidad de fotografías; aunque también los difundí, en su momento, en el diario Cambio de Michoacán, en la revista Azul y Verde y en los portales de noticias Quadratín, venamichoacan.com y enmichoacan.com.
Inicié las publicaciones turísticas en el año 2000 Durante varios años emprendí incontables viajes semanales por Michoacán, una de las entidades mexicanas con mayor riqueza y variedad de climas y paisajes naturales, con gran cantidad de flora y fauna, arqueología, arquitectura de origen colonial, artesanías, folklore, gastronomía, historia, leyendas y tradiciones.
Gradualmente, basado en mis propios artículos y reportajes turísticos, escribí el presente libro que a partir de hoy publicaré paulatinamente en mi blog santiagogaliciarojonserrallonga.wordpress.com, no sin antes anticipar que parte de la información fue obtenida de la tradición oral, cuyas versiones pueden ser diferentes al provenir de diferentes personas o de una generación a otra.
Alguna vez, un periodista mayor que yo intentó aconsejarme al explicar que si me organizaba, dispondría de mucho tiempo para realizar otras actividades, ya que cada semana podría solicitar boletines y fotografías a la Secretaría de Turismo de Michoacán e incluso a las autoridades de los 113 municipios que forman el estado; no obstante, me pareció un argumento demasiado mediocre y fraudulento, de tal manera que tomé la decisión de acudir de frente y puntual a mi cita con los escenarios naturales, históricos y culturales de este lugar del que fui inmigrante y cuyos habitantes siempre me recibieron y trataron con amistad y aprecio.
Preferí vivir aventuras, desentrañar los encantos michoacanos, hundir los pies en el barro, recibir los rasguños de la maleza y la mirada del sol, pernoctar en moradas distantes, caminar durante horas, hablar con otra gente, conocer una raza diferente a la mía, probar sazones de hogares y fogones ajenos a lo que hasta entonces me era tan familiar, escuchar los rumores del viento y los susurros de la noche.
A veces, en la soledad y el silencio, pienso que si escribiera un libro sobre todas las historias que viví durante los viajes semanales, formaría una obra amena e interesante. Viví tantas aventuras como cualquier lector pueda imaginar. La maleza, los ríos, las cuevas, los parajes desérticos, las ruinas, los bosques, los barrancos, las cascadas, los litorales y las montañas no son capítulos de telenovelas ni espacios para que conductores de televisión, ausentes de rasguños y bien maquillados, se luzcan ante espectadores incapaces de leer, aprender y distinguir entre el espectáculo de un maniquí y la realidad. Es grandioso vivir la aventura, pero se requieren fortaleza, empuje y valentía.
Y así, al consumir los días de mi existencia en aventuras intensas en parajes insospechados y desarrollar mi quehacer como artista, escritor y periodista, entre el anhelo de convivir con mi familia y la necesidad urgente de viajar, se me vinieron los años encima. Cuando me percaté de la caminata del tiempo, descubrí que ya portaba una canasta pletórica de historias y vivencias.
Uno de los reporteros gráficos que mayor cantidad de veces me acompañó a aquellas jornadas turísticas, fue un hombre de origen peruano, Luis Vílchez Pella, de quien la vida me dio oportunidad de tratarlo y convertirme en su amigo.
Nosotros explorábamos. Enlodados, cubiertos de tierra, totalmente asoleados y muchas veces con algunas heridas, regresábamos a Morelia, la ciudad donde morábamos, él con sus fotografías y yo con anotaciones. Durante el lapso de cada semana, redactaba el texto sobre los lugares recién visitados, muchos de los cuales ni siquiera eran contemplados por las autoridades estatales en materia turística, acaso por estar más interesadas en el glamour, quizá por falta de seguridad e infraestructura en los sitios, tal vez por burocracia.
Cuando reunimos bastante material y experiencia, mi compañero de viaje y yo solicitamos una cita con el entonces secretario estatal de Turismo con la idea de proponerle la creación de un libro sobre viajes por Michoacán. Definitivamente nos atendió con molestia. Me sometió, por decirlo así, a un examen con preguntas ocurrentes y sin secuencia lógica, en tono más hostil que amigable, las cuales respondí con explicaciones basadas en el estudio, la experiencia y el conocimiento, situación que evidentemente le molestó, hasta que golpeó el escritorio, se incorporó del asiento y pidió que le presentara por escrito mi propuesta para elaborar un libro de viajes por Michoacán.
Esa noche, al salir de su oficina, coincidimos en que el funcionario público no tenía interés en apoyar nuestro proyecto. Hasta pensé que ni siquiera recordaba que en 1992, cuando era gobernador de Michoacán, me entregó un reconocimiento como merecedor del Premio Estatal de Periodismo, en el Género de Columna. A la siguiente semana, presenté la propuesta por escrito. Su asistente la selló y me entregó una copia. El hombre permaneció una década en el cargo, en dos administraciones estatales, y nunca recibí su respuesta.
Años más tarde, cuando el mismo personaje seguía al frente de la misma dependencia, en una segunda gestión gubernamental, solicité otra cita. Yo era, entonces, coordinación de Comunicación Social en el Congreso de Michoacán. Su secretario particular, un hombre joven, déspota e inculto, impidió que hablara con el funcionario, a pesar de que un amigo intervino para que me atendiera.
Me quejé con un amigo que trabajaba en la misma dependencia, también con un cargo público de importancia, quien molesto admitió que ese hombre jamás aprobaría mi propuesta editorial porque tenía compromisos y negocios con otras personas. Más que preservar sitios naturales, difundir la cultura y rescatar leyendas y tradiciones, le interesaban ciertos temas que lógicamente representaban mayores relaciones con personajes internacionales y formaban parte de su proyecto.
Pensé, entonces, que mi obra valía más que los arranques, caprichos e intereses de un hombre acostumbrado a pasar por la función pública como quien viaja en un ferrocarril y baja por unos minutos en cada estación para fumar, aliviar su fatiga, tomar alguna bebida y comer.
No es fácil publicar un libro de viajes con 207 capítulos, pero confieso que algunas editoriales de prestigio a nivel internacional se interesaron en el tema y mostraron, por lo mismo, mayor atención y refinamiento que el funcionario público; sin embargo, mis compromisos aumentaron y me resultó complicado revisar el manuscrito, el cual ha reposado durante varios años.
Evidentemente, como expliqué en párrafos anteriores, los textos iniciales fueron publicados en medios de comunicación como El Sol de Morelia, Azul y Verde, Cambio de Michoacán, Quadratín, venamichoacan.com y enmichoacan.com, entre otros. Posteriormente los adecué para el libro Rutas de un viajero, con el correspondiente registro legal en Derechos de Autor.
Igual que hace tiempo, me encuentro inmerso en una serie de compromisos y proyectos, coyuntura que me estimula a compartir con mis amables lectores, en mi sitio oficial santiagogaliciarojonserrallonga.wordpress.com, parte de los capítulos de Rutas de un viajero, los cuales publicaré gradualmente.
Cuando haya fotografías sobre el tema, proporcionaré el enlace correspondiente. Estos textos, como todos los que publico, se encuentran registrados y totalmente protegidos por la ley.
Deseo que me acompañen y disfruten el paseo a otros pueblos y sitios de Michoacán. Les compartiré la policromía, los sabores, las fragancias y los rumores de cada lugar, con su historia y su belleza.
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- Santiago Galicia Rojon Serralonga. Es escritor y periodista con más de 25 años de experiencia. Se ha desarrollado como reportero y titular de Comunicación Social de diversas instituciones públicas y privadas.