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“Uruapan, León Trotsky y el Presidente Lázaro Cárdenas del Río”. Por Henoc Pedraza

Por HENOC PEDRAZA*

En la vida y muerte de León Trotsky, tres personas de Uruapan se relacionan. Primera: El profesor Rafael Alvahuante, que fue en 1939, uno de los secretarios particulares de Trotsky en la ciudad de México. Escribió varios libros, siendo los más importantes, los titulados: El Sindicalismo en México está corrompido y La Muerte de León Trotsky.

Segunda: Antonio Martínez fue uno de los que formó parte del comando que, encabezado por David Alfaro Siqueiros, atentó contra la vida de Trotsky el 24 de marzo de 1940.

Tercera: Rafael Galván, dirigente de los trabajadores electricistas de la tendencia democrática del SUTERM, que admiraba al líder del Proletariado Mundial, una de sus últimas voluntades antes de morir, fue que su biblioteca fuera donada a la casa-museo León Trotsky en Coyoacán, voluntad que se cumplió.

Ahora bien, León Trotsky nunca estuvo en Uruapan, pero si en Michoacán, ya que en el verano de 1938, junto con el escritor francés surrealista, André Breton, permanecieron cinco días en Pátzcuaro, en la casa del Gral. Francisco J. Múgica de la Zipekua, invitados por el revolucionario michoacano, y fue aqui donde redactaron junto a al pintor de izquierda Diego Rivera, el Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente, fue pues, la reunión del Águila y el León.

Aquí tenemos que hacer notar, que el Manifiesto nació de las animadas discusiones alrededor de cuestiones del Arte y la Política, que tuvieron lugar en Patzcuaro Michoacán, en Junio de 1938, entre Bretón, Trotsky y Rivera. Y que hubo incluso la  intensión de publicar estas conversaciones y debates, bajo el titulo de Las Conversaciones de Patzcuaro, firmadas por Bretón, Trotsky y Rivera. Que hubiese sido un magnífico libro que todavía hoy lo seguiríamos estudiando, y que se considera que hubiese rivalizado con las conversaciones entre Goethe y Eckermann.

Ahora bien, el verdadero Arte no es la manifestación de una subjetividad que se repliega en sí misma, sino una búsqueda espiritual que aspira a la transformación de lo real y a su transformación radical. En ese sentido, es que lo entendían Trotsky y Bretón, dos de las inteligencias mas portentosas que ha dado el siglo XX. Ya que para Trotsky “El desarrollo del Arte es la prueba más alta de la vitalidad y del significado de toda una época”.  El fundador del Ejército Rojo ya había subrayado en su libro Literatura y Revolución, que el arte no tiene como meta la imitación de un mundo exterior, aunque sea el de la realidad del mundo proletario, sino que le es indispensable alimentarse en el hogar del lirismo personal. Y al respecto escribió: “Pero el arado del arte nuevo no está limitado a un cierto número de surcos numerados; por el contrario, debe labrar y roturar todo el terreno, a lo largo y a lo ancho. Por pequeño que sea, el circuito del lirismo personal tiene, indiscutiblemente, el derecho de existir en el arte nuevo. Más aún, el hombre nuevo no podrá formarse sin un nuevo lirismo”.

Y en agosto de 1939, Trotsky también escribió: “Es bueno que sobre la tierra exista no solo la política, sino también el arte. Es bueno que el arte sea inagotable en su virtualidad como la vida misma”.

Así pues, el Manifiesto Por un Arte Revolucionario Independiente, resonó como un último llamado a la Libertad social, antes que se batieran sobre el mundo, la noche y el estruendo de la barbarie armada de los fascistas hitlerianos en la Segunda Guerra Mundial, que finalmente fueron derrotados por los rusos y los aliados.

La vigencia del Manifiesto, está presente hoy en el mundo, porque lo que ya se planteaba al principio de este gran documento histórico – social, es justamente, lo que está pasando en la actualidad. Analicemos lo que se explica al principio de este gran texto: “Puede afirmarse sin exageración que nunca ha estado la civilización humana amenazada de tantos peligros como hoy. Los vándalos, con ayuda de sus medios bárbaros, es decir, muy precarios, destruyeron la civilización antigua en un rincón limitado de Europa. Actualmente, es toda la civilización mundial, en la unidad de su destino histórico, la que se tambalea bajo la amenaza de fuerzas reaccionarias armadas con toda la técnica moderna. No solo tenemos a la vista la guerra que viene, desde ahora, en tiempo de paz, la situación de la ciencia y el arte se ha hecho absolutamente intolerable.”

León Trotsky (su verdadero nombre era Liev Davidovich Bronstein) fue con Lenin, uno de los principales dirigentes de la Revolución Socialista de octubre de 1917 en Rusia. También conocida como la primera Revolución Obrera y Proletaria del Mundo o Revolución Rusa. Trotsky fue miembro del Comité Central del Partido Comunista, Comisario de Guerra, Jefe del Ejército Rojo y después fundador e ideólogo de la IV Internacional, que es el Partido Mundial del Proletariado Revolucionario por la Revolución Socialista, y teórico de la Revolución Permanente, que sostiene, que la Revolución, solo podrá consolidarse en el marco de un proceso Revolucionario Mundial dirigido por la Clase Obrera.

Trotsky era un escritor de garra, un polemista casi imbatible, teórico de singular agudeza (fue autor de más de diez libros) siendo los más importantes; Balance y Perspectivas. La Revolución Permanente e Historia de la Revolución Rusa y un gran orador del pueblo, capaz de dominar con su verbo, convincente e implacable, a miles de personas en una concentración de masas.

En 1934 Trotsky es expulsado de la Unión Soviética por los estalinistas, por no ir de acuerdo con su política. Se exilia en Turquía, Francia y Noruega, es perseguido y ningún país del mundo quería darle asilo político. Diego Rivera, influido por trotskistas norteamericanos, pidió en 1936 al presidente Lázaro Cárdenas, que le concediera en México asilo político al ex líder de la Revolución de Octubre. Petición que aprobó el Gral. Lázaro Cárdenas del Río.

Así, el 9 de Enero de 1937, Trotsky y su esposa Natalia Sedova desembarcaron en Tampico. A los pocos días se alojaron en la Casa Azul de Coyoacán de Diego Rivera y Frida Kahlo. Después de cambia a otra casa en la calle de Viena, también en Coyoacán.

El 12 de enero de 1937, el General Lázaro Cárdenas escribió en sus Apuntes, que fueron editadas por la UNAM, y que son realmente sus Memorias: “Encontrándome en Torreón autoricé se dé asilo en nuestro país al señor D. León Trotsky, expulsado por el gobierno de Rusia, radicado provisionalmente en Noruega; México debe de mantener el derecho de asilo a toda persona de cualquier país y sea cual fuere su doctrina política que sustente. Diego Rivera me entrevistó en La Laguna solicitándome el asilo de Trotsky”.

En el mes de agosto de 1940, el General Cárdenas también escribió en sus memorias: “Los simpatizantes del régimen de Stalin sostiene que con la defensa de Trotsky se sirve a la Burguesía Imperialista. No. Al contrario, se defiende a la revolución en su más pura esencia”.

Durante su estancia en México, Trotsky siempre estuvo al tanto de la Política Mundial y Nacional, escribía constantemente extensos artículos y ensayos para periódicos y revistas de varios países del mundo. El 7 de junio de 1938, publicó en El Universal un profundo artículo titulado: México y el Imperialismo Británico, para apoyar la Expropiación Petrolera y al gobierno del General Lázaro Cárdenas. Escribía con el seudónimo de Pluma.

En una parte decía: “Para desacreditar la expropiación a los ojos de la opinión pública burguesa, se la presenta como una medida “Comunista”. La ignorancia histórica se combina aquí con la mentira corriente. El México semicolonial lucha por su independencia nacional, política y económica; Tal es, en el momento actual, el contenido fundamental de la Revolución Mexicana. Los magnates del petróleo no son capitalistas comunes y corrientes, no son simples burgueses.

Poseyendo la parte más importantes de las riquezas naturales de un país extranjero, apoyándose en sus miles de millones y con el sostén familiar y diplomático de su metrópoli, se esfuerzan por establecer en el país sojuzgado un régimen de feudalismo’ imperialista, sometiendo a su poder la legislación, la justicia y la administración. En tales condiciones, la expropiación es el único medio serio de salvaguardar la independencia nacional y las condiciones de la democracia… El General Cárdenas pertenece a la serie de estadistas de su país que llevaron y llevan a cabo la obra de Washington, Jefferson, Abraham Lincoln y el general Grant”.

El 12 de julio de 1938, Trotsky le escribe a su amigo francés Alfred Rosmel, una carta en la cual en una parte le decía: “Uno tiene realmente la impresión de que el único gobierno valiente y honesto de esta época el gobierno de Cárdenas”.

Sin embargo, para estas fechas los agentes de Stalin ya preparaban las condiciones para asesinar al pensador revolucionario más avanzado de la época, por sus ideas y por criticar la forma en que Stalin estaba llevando en la teoría y la práctica, el régimen Socialista en transición hacia el Comunismo. La madrugada del 24 de marzo de 1940, un comando de veinte personas dirigido por David Alfaro Siqueiros, ingreso a la casa de Trotsky y con ametralladoras Thompson, intentaron asesinarlo baleando las principales habitaciones de la casa. Pero Trotsky salió ileso. “La suerte me ha concedido un plazo, pero será de una corta duración”, le oyó decir en una ocasión, después de este atentado, el General Sánchez Salazar, jefe de la policía del Distrito Federal.

Para el año de 1940, los cuatro hijos de Trotsky ya habían muerto en Europa y Rusia. Su hija menor murió de Tuberculosis, la mayor se suicidó, su hijo mayor, Liova, fue asesinado en 1938 en París, cuando estaba enfermo en un hospital por agentes estalinistas y el menor, murió en un campo de concentración stalinista en la Unión Soviética. Vivía también con su nieto, Esteban Sedov de 13 años de edad, hijo de su hija menor.

Trotsky tenía razón de que pronto sería asesinado, ya que el agente de Stalin , el español Ramón Mercader, que se hacía llamar “Frank Jackson”, que ingresó a México con un pasaporte falso de Canadá; para el mes de julio de 1940, (tenía 28 años, se hacía pasar por comerciante de aceites comestibles, y después de asesinar a Trotsky, fue atrapado y purgó una condena de veinte años, en la antigua cárcel de Lecumberri en la ciudad de México y murió en Europa de cáncer óseo), ya había engañado a Trotsky y a sus guardias europeos y mexicanos, haciéndose pasar por un Trotskista convencido y también, ya se había hecho novio y amante de la secretaria de Trotsky, la norteamericana Silvia Angeloff, de tal manera que entraba con confianza a la casa del político y escritor, quien realmente se confió de su asesino.

Mercader asesinó a Trotsky (tenía sesenta y dos años)  el 20 de agosto de 1940 a las 5:00 de la tarde. A solas con Trotsky en su despacho, Mercader le enseñó un texto de segunda ocasión para que se lo corrigiera, el cual era un artículo periodístico de orientación trotskista en pequeñas letras mecanografiadas y fue ahí, cuando Trotsky inclinó la cabeza para concentrarse por última vez. “Saqué el zapapico (o piolet de montaña, que llevaba oculto en un impermeable al brazo) y cerrando los ojos lo descargué sobre su cabeza con toda mi fuerza”, testificó Jackson después, pero Trotsky no cayó fulminado “en el último instante alzo la vista y vio venir el golpe y lanzó un grito terrible y penetrante, que recordare toda la vida”, también testificó después el asesino, al cual posteriormente se le encontró en sus pertenencias, un puñal y una pistola Star calibre 45, con ocho cartuchos útiles y uno en la recámara y afuera de la casa, ya lo esperaban en un auto, dos de sus cómplices para escapar.

Uno de los biógrafos de Trotsky, el historiador y político francés, Isaac Deutscher, autor de la trilogía, de los tres libros clásicos sobre Trotsky, en el titulado: Trotsky, el profeta desarmado, describe los últimos momentos de la vida del Revolucionario Ruso, el cual libró su última batalla como un tigre herido de muerte; que después del golpe mortal en la cabeza: “Trotsky se puso de pie de un salto, arrojó contra su agresor todos los objetos que halló a la mano: libros, tinteros, hasta el dictáfono y después se le abalanzó él mismo. El grito había hecho salir a Natalia y a los guardias. Trotsky libró su última batalla como un tigre. Forcejeó con el asesino, le mordió la mano y le arrebató el zapapico”.

Cuando su esposa Natalia irrumpió en el despacho, encontró a Trotsky reclinado sobre el marco de la puerta, el rostro cubierto de sangre. “Natasha te amo”, fueron las últimas palabras del herido. Hay que alejar a Seva (Esteban, su nieto, que estaba a punto de regresar de la escuela) ¿sabes Natasha, sentí, comprendí lo que quería hacer… pero se lo impedí”. Natalia se arrodilló a su lado, deshecha en llanto, para besarle la herida.

Los guardaespaldas no mataron a culatazos y a golpes al asesino, porque Trotsky alcanzó a ordenarles que lo dejaran vivir y que le permitieran hablar.

Trotsky murió en la noche de ese día, ya que el golpe fue asestado con la parte ancha de zapapico y fue con tal fuerza, que la punta horadó el hueso y penetró siete centímetros en su cerebro. El General Cárdenas, escribió en sus Memorias, al darse cuenta de la muerte Trotsky: “Las causas o ideales de los pueblos no se extinguen con la muerte de sus líderes, sino antes bien, se afirman más con la sangre de las víctimas inmoladas en aras de las propias causas. La sangre de Trotsky será un fertilizante en los corazones de su patria”.

Cuando lo llevaron a sepultar al día siguiente, una gran demostración de masas de cerca de doscientas mil personas, en su mayoría campesinos, asistieron al paso del cortejo fúnebre de Trotsky en la ciudad de México. El historiador y político de izquierda argentino-mexicano, Adolfo Gilly en su importante-libro; El Cardenismo, una Utopía mexicana, especifica que Trotsky y Cárdenas nunca se encontraron, nunca se saludaron para no crear sospechas de alguna relación política personal.

En efecto, Trotsky y el Gral. Cárdenas nunca se saludaron o platicaron ampliamente, para no dar lugar a que la derecha reaccionaria y conservadora mexicana, dijera que Trotsky estaba asesorándolo. Pero el que sí lo visitaba de manera regular en su casa de Coyoacán, para platicar de cuestiones políticas a nivel nacional y mundial, era el General Francisco J. Múgica, al cual Trotsky le regaló algunos de sus libros con dedicatoria y firmados por él. Pero lo que si nunca supo Trotsky, fue que Cárdenas tenía pensado que al término de su mandato presidencial, ofrecerle un lugar en Michoacán, para que desarrollara su labor intelectual con calma y seguridad para visitarlo, platicar y departir con él.

Doña Amalia Solórzano de Cárdenas, mantuvo su amistad con Natalia Sedova y solía visitarla en la vieja casa de Coyoacán y lo relata en su libro: Era otra cosa la vida. Para lo cual escribe:

“Después de una gestión de Diego Rivera, el General le dio asilo en México a León Trotsky y se lo dio con mucho gusto. Pero nunca tuvo la oportunidad de conocerlo personalmente. El general pensaba que a él le faltaban pocos años para terminar su periodo y que, terminado, tendrían oportunidad de tratarse. Pensaba invitar a Trotsky a que si no quería quedarse en la capital, se fuera a radicar a algún lugar del estado de Michoacán.

Allí tal vez hasta tendría la oportunidad de atenderlo, pero ya vimos lo que sucedió después y se perdió la oportunidad de que se conocieran.

Cuando faltó Trotsky, fuimos con el General a visitar a Natalia a la casa de Coyoacán; después fuera de la presidencia y con un poco más de tiempo, pude ir a visitarla ya como mujer, para que ella también sintiera que tenía conocidos aquí en México. La seguí visitando y nos hicimos más amigas, me recibía con mucha ternura.

En su casa había una enredadera con unas flores azules. Cuando veía que iba yo llegando cortaba dos o tres flores y me las metía entre el pelo. Natalia era bajita, güerita de ojos claros, bonita de facciones;  muy amistosa y cariñosa”.

El General Cárdenas y su esposa, doña Amalia Solórzano, visitaron a su esposa Natalia Sedova (falleció en 1971) el 24 de agosto para darle sus condolencias y dos semanas después, la esposa de Trotsky le envió una carta al General Cárdenas de agradecimiento, que en una parte decía: “Señor Presidente: Permítame ofrecer a su esposa y a usted mi más profundo agradecimiento por su visita, por sus sinceros sentimientos, por su inalterable convicción a la honradez de León Trotsky y por el desprecio manifestado por usted para la calumnia y la mentira. Calumnia y mentira que no son armas capaces de asegurar a quien las maneja una victoria definitiva. Mi entrevista con usted, el 24 de agosto, se ha convertido para mí en un apoyo moral para el resto de mi vida. Hasta hoy no ha habido en la historia una época tan oscurecida como la nuestra por la mentira, la calumnia, el crimen y la inhumanidad. Los luchadores honrados caen como víctimas. Su memoria, sin embargo, será eterna.

Desgraciadamente no pudo mi marido conocerle en lo personal. Nuestra vida a pesar de ello, estuvo ligada con usted por los lazos de su generosa disposición y de su ayuda a nuestros días difíciles, que tan frecuentes fueron. En Noruega, nos hallábamos bajo la amenaza incurrente de morir, y ni un solo país del mundo se atrevió a ayudar el desterrado. La excepción vino del legendario México, con su pueblo generoso, comprensivo e independiente. Usted prolongó la vida de León Trotsky por cuarenta y tres meses. Llevo en el corazón mi gratitud por esos cuarenta y tres meses. No sólo yo, sino centenares de miles de luchadores puros que pugnan por la renovación de la humanidad”.

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  • Henoc Pedraza. Es escritor, historiador e investigador. Maestro en Filosofía de la Cultura por la UMSNH. Se desarrolló como Director de Cultura en el Ayuntamiento de Uruapan. Profesor de la Universidad Pedagógica Nacional.

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