Por Víctor Armando López.
Antes hablar de transparencia, rendición de cuentas y procesos de auditoria en los gobiernos en turno era algo impensable. La sociedad, y en una mínima escala, consumía periódicos y a través de ellos se enteraba que la administración robaba y robaba y robaba, y todavía al final aplicaban el “Año de Hidalgo”. De ahí que ya para nadie era sorpresa que la corrupción imperaba, se aprendió a vivir con ella.
Hubo gobernadores que robaron mucho, otros “sólo poquito”, y también hubo quienes construyeron sus casonas y ranchos con material del que se adquiría para obra pública, y no conformes hasta mandaban a sus albañiles a que cobraran su raya cada ocho días en la entonces Tesorería, y todos sabían pero nadie decía nada. Y a pesar de sus robos ¿Por qué ahora cada año les conmemoran sus aniversarios luctuosos? ¿Será que nada se grababa ni en audio ni video?
Total que cuando se establecieron con más orden mecanismos de control para las administraciones públicas, pues se tenían que cuidar de la Auditoría, cuando era un órgano técnico del Congreso del Estado, pero florecieron los prestanombres y las complicidades a gran escala, y no volvió a pasar nada.
Hoy ya nadie teme a instituciones sólidas que obligan a las administraciones públicas a tener sanas cuentas y a conducirse con transparencia, pues como siempre los funcionarios corruptos, independientemente del color político que representen y defiendan, han encontrado la forma de burlar las reglas, por complicadas que sean.
Nuestro supuesto ambiente de sana convivencia en Michoacán era concebido como parte de los avances de la democracia, de la transparencia, de la cultura de la rendición de cuentas, pero con la aparición de los videos colgados a través del Internet y difundidos en las redes sociales todo cambió. Ahora la incertidumbre impera en diversos sectores de la sociedad y sobre todo en la clase política, y de todos los colores, pues en cualquier momento más de 10 saldrán balconeados de haberse reunido con el crimen organizado para conseguir prebendas, para beneficiarse y para lanzarse a la “mala fama”.
Antes la moda era que no había michoacano que no tuviera un pariente migrante, luego lamentablemente se dio paso a que cada paisano tenía alguien en el crimen organizado. Ahora todo parece indicar que lo que estará en boga es que cada político o gobernante tenga su video con “La Tuta Productions”. ¿Y la democracia en Michoacán? Como dijo un buen amigo: “Le dio paso a la videocracia”. ¡Corte!