La Página
Por GUSTAVO VEGA/ACG
Una placa arrumbada en el Panteón Municipal de Morelia, es el único testigo que queda de un moreliano que participó en la Segunda Guerra Mundial.
Ahí en los pasillos se encuentra esta placa, sin ya pertenecer a tumba alguna. En ella se aprecia el nombre de este soldado: Xavier F. Hernández, quien de acuerdo a los datos que ahí se inscriben nació el 12 de abril de 1926 y murió el 2 de febrero de 1971. Es decir, que participó muy jovencito (entre los 18 y 19 años) y sobrevivió a esa guerra, llegando a cumplir 45 años.
En este Día de Muertos, el panteón de Morelia se convierte en un vibrante mosaico de flores, música y rezos, donde las familias se reúnen para honrar a sus seres queridos. El color del cempasúchil, con su característico aroma, simboliza el vínculo entre el mundo de los vivos y el de los muertos, iluminando el camino para que las almas regresen a compartir ofrendas y brindis.
Sin embargo, entre las tumbas decoradas y las velas encendidas, hay una placa que pasa casi desapercibida, destacándose entre el bullicio y el colorido. Se trata de una pequeña pieza de metal que parece haber sido olvidada con el tiempo, como si las manos de algún familiar hubieran dejado de acariciarla o limpiarla.
La placa lleva el nombre de Xavier F. Hernández y la inscripción “México – 42 Inf de Div, World War”. Aunque su tumba ya no está presente, la placa es un silencioso testimonio de la participación de este soldado en la 42ª División de Infantería, conocida como la “División Arco Iris”, un nombre que remonta a su formación en la Segunda Guerra Mundial con miembros de diversas unidades de la Guardia Nacional en Estados Unidos.
Este soldado, cuyo nombre figura en el panteón moreliano, luchó en la Segunda Guerra Mundial, un héroe del que pocos se acuerdan, quizás porque la temporalidad de su fosa expiró y los derechos de uso regresaron al dominio del ayuntamiento. Sin embargo, su placa continúa allí, resistiéndose al olvido, como si esperara que alguien le otorgara un lugar digno antes de que un intruso la tome para venderla como material de fundición.
Es un recordatorio silencioso de aquellos morelianos que, como Xavier, formaron parte de la historia mundial y que hoy parecen clamar desde la eternidad, esperando que su memoria no se desvanezca entre las sombras del tiempo y el olvido.
Esta placa, más que un trozo de metal, es un símbolo de valor y sacrificio, una reliquia que tal vez solo espera que alguien la vea y recuerde que, alguna vez, allí descansaba un héroe moreliano de la Segunda Guerra Mundial.