La Página
Por JOEL ALEJANDRO ARELLANO TORRES
Una voz y ánimo distinto, a aquellos días en la barra Lokura 81, es lo que escuché al entrevistar a Pako Arreola, uno de los cientos de aficionados de Monarcas Morelia, que fueron sorprendidos por la salida del equipo de tierras purépechas, luego que la directiva del Club, encabezada por el presidente de TV Azteca, Ricardo Salinas Pliego decidió vender a la escuadra del Quinceo a un grupo de empresarios de Mazatlán, Sinaloa.
Pako vive un doble dolor, ya que a esto se suma que no puede estar cerca de su compañeros en la despedida, no por el tema de la pandemia por el Covid_19, sino porque tuvo emigrar, hace unos meses, a Estados Unidos, en busca del famoso “sueño americano”, mismo que no cambió su lealtad y pasión por el equipo, ya que hasta el último encuentro, estuvo con ellos, ya sea a través de una transmisión en su teléfono celular o viendo el encuentro en el televisión de su casa, tomándose una “guama” (cerveza), ya sea por el triunfo o la derrota.
“…El domingo era de ir a la cancha con mi familia a ver jugar a los canarios, eso se repitió por mucho tiempo, sin darme cuenta que cada día crecía más mi amor y pasión por esos colores…”
Fiel a su afición y sus cábalas, mismas que recordó nacieron, a sus seis años de edad, un 26 de julio de 1981, cuando asistió con su padre y un vecino, por primera vez a un partido del Atlético Morelia, que en aquella ocasión se disputaba una final por el ascenso contra El Tapatío, en el mítico estadio Venustiano Carranza, Pako precisó que esta venta no solo cuesta aproximadamente 400 millones de pesos, sino que tiene un valor incalculable, ya que también se llevan miles de momentos, recuerdos y anécdotas.
“…Nunca olvidaré ese día, globos, banderas, el artista repartiendo los típicos ates, el mago repartiendo tortas y la banda sonando con el ya conocido juan colorado, ese día quedó marcado para toda mi vida no imaginaba que ese día, sería el principio de un amor…”
Con un quebranto en su voz, que se deja escuchar por momentos en la llamada telefónica, el oriundo de la tierra del ate y del gazpacho (Morelia) y nativo del barrio VP (Ventura Puente) destacó que debido a su asistencia constante a los juegos, ya sea de local o visitante, incluso faltando en algunas ocasiones a clases por ir a los entrenamientos, con aval de su padre, a los diez años de edad, el entonces entrenador Antonio “Tota” Carbajal le permitió bajar nivel de cancha en los encuentros, momento en que señaló como “estar más cerca de sus ídolos”, y donde nacieron amistades, que hasta la fecha siguen vigentes con algunos jugadores.
“…Con el permiso de la “Tota”, se me permitía bajar a la cancha a pasarle los balones a los jugadores, y ahí me hice amigo de Mario Díaz, Pedro Osorio, Olaf Heredia, y demás jugadores de esa época…”
DE LA DULCE PORRA DE DOÑA CHOLITA A LA EUFORIA DE LA LOKURA 81
Relató que al paso de los años, en el tránsito de su niñez a la pubertad, vivió momentos inolvidables con las porras de Rubén y Rafael Quiroga, o “Doña Cholita”, con quienes viajó fuera de Morelia para acompañar a su equipo, viviendo momentos de gloria, incluso violencia, pero con la protección de sus padres, y el ánimo de ellos mismos, por no avergonzarse de portar su playera amarilla y roja, colores que identifican además al “Antiguo Jardín de la Nueva España”, Hoy Morelia.
Sin embargo, indicó que tras la venta del equipo a TV Azteca, aquel ambiente en las tribunas del Estadio Morelos, donde el Juan Colorado o las tortas de carnitas eran más evidentes, evolucionó y trajo consigo a las denominadas barras (grupos de aficionados) quienes con instrumentos y cánticos, descargaban su euforia para apoyar a la nueva monarquía, y no a las mariposas (Monarcas) como muchos de sus rivales les llamaban. Ahí, dijo Pako, nació otro nuevo amor: La Lokura 81.
“Empezaba, en ese tiempo, la barra 2000-81, con: “El huache”, “Novo…Me llamó mucho la atención su manera de apoyar, y me acerqué a un amigo para unirme, cosa que no me arrepiento…Como olvidar aquellas reuniones, antes de los partidos para hacer los preparativos, o para salir de viaje, nos veíamos en la famosa “Casa del Troll” en la calle Cuautla, una casa pintada de rojo con un brazo amarillo representando el escudo de Atlético Morelia”.
Pero aclaró, no todo fue gloria y buenos momentos, ya que hubo ocasiones, que el amor y pasión se desbordaba fuera del campo, siendo motivo de peleas por portar una camiseta o por arrebatarles alguna de sus banderas, como símbolo de victoria.
“…Siempre existió una rivalidad con algunas barras, que cuando llegábamos ya nos esperaban para provocarnos o robarnos una bandera o las llamados trapos, que eran tiras de tela pintadas con el escudo del equipo o nuestro nombre, lokura 81… Incluso en una ocasión en un partido contra tigres, fui golpeado por más de 20 personas que me dejaron tirado inconsciente y tuve que ser hospitalizado por la gravedad de los trancazos…”
Con sus recuerdos a flor de piel, Pako agradeció a estas experiencias de vida, ya que con ellas, pudo forjarse con un carácter más fuerte, y maduro, así como de disfrutar del futbol de otra manera, y recalcó, una de las frases que más lleva consigo: “Morelia no tuvo infancia, ya que nació Grande”.