Por PACO LÓPEZ MEJÍA
Ya les he platicado en otras ocasiones algunos hechos ocurridos en la casa de mis amigas morelianas Gena y María, dos damas ya mayores dedicadas a sus rezos, a su asistencia diaria a la iglesia y a sus tejidos y bordados; sin embargo, se dan tiempo para visitar a otra de sus hermanas, que vive prácticamente al otro lado de la ciudad, con sus hijas y dos nietos.
Ocasionalmente pasan gran parte del día en esa casa, en la que han acontecido algunos eventos raros o curiosos, al parecer sin relación alguna entre sí. En realidad, no creo que pueda afirmarse que en esa casa “asustan”, y más bien, creo que si algún ente de otras dimensiones ha entrado ahí, lo ha hecho simplemente por hacer alguna broma a quien se encontrara en ese momento, algo así como un duende travieso o despistado, pues no hay, como en otras casas, ruidos extraños, movimiento o caída de objetos, o sombras o pasos desconocidos, es pues, una casa normal en una colonia del oriente de Morelia…
Al entrar a la casa, hay una cochera; al lado izquierdo, el acceso a la casa propiamente dicha. En la planta baja, además del comedor, la sala y la cocina, hay una recámara con un baño. Celia dormía en la planta alta, sin embargo, cierta noche, decidió bajar a tomar agua y al llegar al último escalón… “¡Traaash…!” como si le hubieran jalado el escalón, cayó hasta abajo; como consecuencia, se lastimó un pie y a raíz de ello, decidió dormir en la recámara de la planta baja, tanto porque durante un tiempo no pudo subir y bajar escaleras, como para evitar que en otra ocasión, como ella dice “le desaparecieran” el último escalón y se volviera a lastimar.
Pues bien, como he dicho, en esa habitación hay un baño, que queda exactamente frente a la puerta de la recámara. En la casa viven las dos hijas de Celia y dos nietos, un niño y una niña… Debo decir que mi amiga Celia, además de ser valiente, es totalmente incrédula en lo relativo a las cosas del “más allá…”
Una noche, Celia se encontraba profundamente dormida, la luz de la calle iluminaba escasamente la recámara… la puerta cerrada… el baño cerrado…
Algo hizo que Celia despertara un poco y en ese momento… “¡Criiiiichhhh…!” ¡Una puerta que rechinaba…! Ella sin abrir lo ojos, aguzó el oído, tratando de adivinar de dónde provenía el rechinido… ¡Nada…! ¡Silencio…! Aún con los ojos cerrados, pensó que tal vez alguna de sus hijas habría bajado… pero… la puerta de la cocina se mantenía siempre abierta… tal vez había entrado al otro baño… pero ¿Por qué, si en la planta alta había un sanitario…? Con la curiosidad y el pensamiento de que pudieran necesitar algo, empezó a incorporarse… abrió los ojos… aguzó el oído… “¡Criiiiichhhh…!” ¡La puerta que rechinaba…! ¿Cuál…? Una suave luz entrando lentamente en la recámara acompañó a otro rechinido… la puerta de su recámara se abría muy despacio… Celia trató de penetrar la oscuridad con la vista, esperando ver a una de sus hijas o a alguno de sus nietos… “¡tasshhh… tasshhh… tasshhh…!” Unos pasos suaves… como de alguien que arrastrara cuidadosamente los pies… y ahí… frente a ella… ¡Una sombra… como un hombre alto… que cruzaba de la puerta de entrada a la del baño…! ¡Entró al baño…! Celia se quedó como paralizada unos segundos… en casa no había un hombre… su nieto es un niño…
Cerró los ojos, sacudió la cabeza como tratando de despertar de un mal sueño y, decidida, se levantó, buscó a tientas su bastón para apoyarse y, de ser necesario, descargarlo sobre el intruso… fue lentamente hacia el baño… la puerta cerrada… estiró la mano y encendió la luz al tiempo que abría violentamente la puerta del sanitario, dispuesta a tundir a quien allí estuviera… ¡Nada…! Ahí no había nadie…
¡Pero la puerta de su recámara estaba abierta…! Celia aún tuvo al aplomo de salir y revisar toda la planta baja de su casa, sin encontrar nada extraño… Como he dicho, ella es totalmente escéptica y narró todo como una simple anécdota…
Otro día, Gena se encontraba en casa de Celia; los niños en la escuela y las hijas de Celia en sus trabajos; como Gena es excelente cocinera, se ofreció a preparar la comida para que estuviera lista a la hora en que deberían llegar el nieto y la nieta de Celia…
Gena se desplaza en la cocina “como pez en el agua”, Celia se dedicó a otras labores en el patio de atrás de la casa, en donde hay un pequeño cuarto de servicio que usan para guardar “tiliches”; Gena entregada al arte culinario, desde la ventana de la cocina vio a su hermana entrar al pequeño cuarto de servicio, mientras ella estaba usando la licuadora… apagó el aparato… levantó el vaso, todavía quitó la tapa y la dejó a un lado del electrodoméstico, se dirigió a la estufa, estaba vaciando el contenido del vaso en una cacerola y “¡RRRRUUUUUNNNN…!” ¡La licuadora se activó sola…! ¡Fue tal el brinco que dió Gena que a punto estuvo de aventar el vaso de la licuadora sobre la estufa…! Corrió a apagar la licuadora nuevamente, la desconectó de prisa y se salió al patio trasero, temblorosa, a hablarle a su hermana que todavía estaba en el cuartito de servicio… Sobra decir que la licuadora estaba en perfecto estado… Al parecer sí andaba por ahí un duende travieso…
Posiblemente ese duende travieso o bien, algún ente despistado, visitó en otra ocasión esa casa: El nieto y la nieta de mi amiga, tienen un perrito de raza pequeña al que llamaron “Panqué”… Otro día, aproximadamente a la hora en que ocurrió lo que les he contado, se había quedado en la casa María, la menor de las hermanas; se encontraba sola con Juanito, el nieto de Celia quien estaba en su habitación, en la planta alta…
Al subir las escaleras, hay un pequeño vestíbulo que comunica a las habitaciones y a un baño, tiene una ventana que permite la entrada de la luz del día… María subió a ver qué hacía Juanito y vio al perrito “Panqué” echado muy tranquilo en el centro del vestíbulo… se asomó a la habitación del niño y lo vio jugando frente a la pantalla del televisor… –Juanito-, le dijo- voy a hacer la comida, ahí voy a estar en la cocina…
-Si tía, voy a jugar un rato- le dijo el niño.
María bajó… empezaba a preparar lo que iba a necesitar para hacer la comida, cuando… “¡TRAAAAASSSSHHHH…!” ¡Un ruido tremendo en la parte de arriba…! Dejó lo que traía en las manos y subió casi corriendo las escaleras “Se le cayó la televisión a Juanito…” Pensaba angustiada… corrió a la habitación del niño y lo encontró viendo hacia el vestíbulo y con el “Panqué” abajo de su silla, tembloroso y viendo azorado hacia afuera…
-¿Qué se cayó, Juanito…?
-No se tía- dijo el niño con voz temblorosa-; solo vi como una sombra negra que cayó encima de “Panqué” y él corrió para acá… está muy asustado…
Juanito cargó a “Panqué”, acariciándolo, y salieron a revisar para saber qué había pasado… Entraron a las otras habitaciones, al baño, se asomaron a la ventana, recorrieron toda la planta alta y… ¡Nada…! ¡Todo estaba en orden…! Por si acaso, revisaron ambos toda la planta baja de la casa, sin encontrar ningún desperfecto… Cuando terminaron de recorrer la casa, el perrito se negó a subir nuevamente con su pequeño amo…
Pero, dice Celia: En esta casa, realmente no ha pasado nada… Ustedes ¿qué opinan…?
- Paco López Mejía. Es abogado por la UNAM. Orgullosamente moreliano, apasionado de su ciudad, historia, misterios y leyendas. Le gusta poner en práctica la magia y la fotografía.