La Página
¿Cuántos hombres fueron fusilados injustamente en nuestra historia? La cifra exacta no la sé, pero Don Melchor Ocampo fue uno de ellos. ¿Qué hace un hombre cuando conoce la hora de su muerte? ¿Rezar, llorar, tratar de escapar, escribir sus últimas palabras?
Cuando se le aviso a Melchor Ocampo que iban a fusilarlo, pidió papel y pluma para escribir su testamento: “Próximo a ser fusilado… según se me acaba de notificar, declaró que reconozco por mis hijas naturales a Josefa, Petra, Julia y Lucila, y que, en consecuencia, las nombró herederas de mis pocos bienes.
“Adopto como hija a Clara Campos, para que herede el quinto de mis bienes, a fin de recompensar de algún modo la singular fidelidad y distinguidos servicios de su padre.Nombró por mis albaceas, a cada uno insolidum et in rectum, a don José María Manso, de Tajimaloa, a don Estanislao Martínez, a L. L. don Francisco Benítez, para que juntos arreglen mi testamentaría, y cumplan esta mi voluntad.
“Me despido de todos mis buenos amigos y de todos los que me han favorecido en poco o en mucho, y muero creyendo que he hecho por el servicio de mi país cuanto he creído en conciencia que era bueno. Tepeji del Río, Junio 3 de 1861. Melchor Ocampo”.
Una vez terminado el documento, lo entregó al general Taboada, pidiéndole encarecidamente que lo enviase a la persona que le designó.Después acepto su destino; los soldados los escoltaron hasta un lugar nombrado Atonguillo, entre la hacienda de la Cañada y Llano de San Francisco.
Ahí sería fusilado, con tranquilidad se acercó al pelotón de fusilamiento y les repartió algunas monedas, les pidió que le apuntaran bien, camino hacia el lugar que le indicaron levanto la cabeza y espero sin miedo la llegada de la muerte.
Fuente Historias de tierra sagrada, mi México.