La Página
Es una mañana como cualquier otra. Dioniosio Pulido trabaja en sus tierras de labor como todos los días. De pronto escuchó una pequeña explosión, con curiosidad volteó hacia donde provenía el sonido, a lo lejos vio una especie de vapor y gases que salían de una grieta en el suelo, de pronto de la misma grita salieron volando pequeñas rocas incandescentes y se escuchó un sonido terrorífico que procedía de las entrañas de la tierra.
¡Parecía que el fin del mundo estaba por llegar! Su instinto le indicó que tenía que salir de ahí inmediatamente, tenía que ponerse a salvo con su familia. Montó su caballo y cabalgó hasta su pueblo: Paricutín.
Cuando llegó a su pueblo le explicó a su familia y vecinos lo sucedido. Ahora entendían porqué había estado la tierra temblando continuamente desde hace quince días. Las erupciones incandescentes eran cada vez más grandes, se podían ver desde el pueblo. El jefe de la comunidad decidió ir junto con Pulido a la cabecera municipal para informar lo que estaba sucediendo en sus terrenos.
Esa noche el pequeño montículo se había convertido en un cono volcánico, lanzando cenizas calientes y llamas llegando a 800 metros de altura. Después de sólo un día, el volcán había aumentado a 50 metros si altura y en una semana era de 150 metros. Los habitantes del pueblo no podían dormir, el bramido del pequeño no los dejaba dormir. Dionisio se preguntaba, ¿quién le iba a pagar ahora sus tierras?
Dionisio, su familia y la gente del pueblo tuvieron que abandonar sus casas. La lava destruyó sus casas, su iglesia, su bello pueblo.
La formación de este nuevo volcán atrajo a cientos de turistas de todas partes del mundo. Los habitantes de los pueblos vecinos se organizaron inmediatamente cuando empezaron a llegar los reporteros y turistas para observar de cerca el nacimiento de este pequeño. En las entradas de los pueblos se encontraban niños que ofrecían a llevar al mejor hotel del lugar que en realidad eran unos cuartos de pequeñas casas adaptadas para recibir a una o dos personas. También ofrecían sombreros de ala ancha para cubrirse de las cenizas del Paricutín, paliacates y todo tipo de comida.
En el nacimiento de este pequeño no podía faltar el Dr. Atl, feliz de poder plasmar en su lienzo el rostro de este volcán. El volcán más joven de América.
Texto: Historias de tierra sagrada, mi México.