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“Cabos sueltos (2)”. Por Paco López Mejía

Por PACO LÓPEZ MEJÍA*

La semana anterior empecé a narrar algunos hechos inexplicables, raros, curiosos, que sin embargo, no dan el suficiente material para hacer un relato completo, apropiado para nuestros relatos “de miedillo”; hoy continúo con esos “cabos sueltos”…

4. Como ya adelanté, en el Distrito Federal vivió con nuestra familia un primo durante todo el tiempo en que realizó sus estudios universitarios. Debo señalar que era un muchacho deportista, no ingería bebidas embriagantes ni fumaba, lo que me parece oportuno destacar, para que no se piense que en el evento que ahora narro andaba bajo los influjos de las “aguas de Baco”.

En una corta temporada, la familia vivió en una casa que contaba con una recámara grande en el fondo de la misma, en donde nos quedábamos todos los varones. Antes de llegar a la recámara, había que pasar un pequeño patio y a un lado de éste, se encontraba el baño, cuya puerta de madera se cerraba por dentro con una aldaba. Como toda puerta de madera que se precie, estando en un sanitario, había que empujarla levemente para que cerrara, y así poder colocar la aldaba…

Pues bien, cierta noche, cuando ya teníamos un buen rato de estar dormidos, mi primo sintió el llamado de la naturaleza y se levantó para ir al baño…

Salió de la recámara al patiecito iluminado por la luz de la luna, se dirigió al baño, abrió la puerta que protestó levemente por haberla sacado de su sueño, estiró la mano para encender la luz… Ya iluminado el recinto, volteó para empujar la puerta, pero sólo la dejó emparejada, pues sabía que toda la familia se encontraba en brazos de Morfeo…

Obviamente realizó lo pertinente para sentarse y cuando estaba a punto de hacerlo… escuchó un ligero ruido en la puerta, como si alguien tratara de empujarla… lanzó el consabido grito de: “¡Está ocupado…!” Pero al levantar la vista, aún antes de sentarse en la taza, vio que efectivamente alguien… o algo… estaba empujando la puerta… pero… ¡De adentro hacia afuera…! es decir, ese alguien o algo, trataba de cerrarla bien… como hipnotizado… en esa incómoda posición se quedó viendo a la puerta… pensó que alguno de sus primos trataba de jugarle una broma y jalaba la puerta desde afuera, y al disponerse a depositar su humanidad sobre el inodoro, bajó la vista… un nuevo movimiento de la puerta… estaba a punto de gritar que dejaran de molestar… cuando escuchó que la puerta se cerraba completamente y oyó claramente el “¡clickkk…! de la aldaba que cayó a su posición de cerrada…

Sobra decir que mi primo salió corriendo sin haber satisfecho sus necesidades y entró a la recámara gritando “¡Me asustaron… me asustaron…!” Las bromas que le hicimos sobre el pudor de los fantasmas contribuyeron a tranquilizarlo un poco y todo quedó como una mera anécdota.

5. En esa casa, teníamos un perro grande llamado “Jaibol”, moreliano por cierto, ya que siendo un pequeño cachorrito que cabía en una mano, me lo llevó desde Morelia un apreciado amigo al que hace años que no veo. Pues bien, el “Jaibol” creció, era un perro grande y fuerte, de pelo corto, con muy buen oído y un excelente olfato… y además veía lo que los humanos no lográbamos ver…Ya he mencionado que el baño se encontraba a un lado de un pequeño patio y, para llegar a éste, había que pasar la sala y enseguida una recámara grande. La puerta del baño –cuando no estaba ocupado- permanecía emparejada, pues era de madera y costaba un poco de trabajo cerrarla bien. A los dos o tres días de haber llegado a habitar la casa, nos percatamos que encontrándose el “Jaibol” en la sala, de pronto gruñía y con el pelo del lomo erizado, corría hacia el patio y exactamente frente a la puerta del baño olfateaba y rascaba ansiosamente en el suelo… de pronto se tranquilizaba y regresaba a la sala que era su lugar preferido.

En un principio, lo atribuimos a su buen oído y excelente olfato y pensamos que tal vez algún roedor andaba por las cañerías y era lo que le llamaba la atención; sin embargo, cierto día alguien dejó abierta la puerta del baño –a veces pienso que “algo” la abrió- y el “Jaibol” que estaba en la sala, de pronto se levantó, gruñó y visiblemente alterado corrió hacia el patio… pero esa vez no rascó el piso… ¡Gruñia y gemía frente al baño… la vista fija… los músculos tensos… el lomo erizado…! ¡En verdad era una estampa impresionante…!

Mi hermano y yo, lo tomamos por el collar y lo jalamos a un lado… nos asomamos al baño y… ¡Ahí no había nadie…! El “Jaibol” seguía gruñendo, como si un extraño estuviera dentro de aquel lugar… de pronto se calmó y regresó a juguetear en la sala…

Esto ocurrió varias veces más, y en dos o tres ocasiones tratamos de meter a nuestro perro al baño, para ver si se dirigía hacia algún rincón en particular, pero se resistía, gemía y gruñía con la vista fija hacia adentro… ¡Nunca logramos que entrara, ni aún con el señuelo de un trozo de carne…!

En el patio también había una escalera que daba a la azotea de la casa, en donde había otra habitación grande que ocupaban mis hermanas y, en varias ocasiones, cuando no había nadie arriba, el “Jaibol” se sentaba frente a la escalera –a la que nunca subió-, viendo hacia arriba y gruñendo levemente… ¡Podía pasarse cinco o diez minutos en esa actitud…! Siempre nos hemos preguntado ¿Qué vería el “Jaibol” en aquella casa…?

En esa casa, se escuchaban pasos como de niños corriendo en la azotea, a los que nos llegamos a acostumbrar y una de mis hermanas tuvo un susto verdaderamente fuerte que ya les platicaré en otra ocasión.

6. Cuando ya estaba el que esto escribe casado –ese no es el susto-, con dos pequeños hijos, nos mudamos a una casa tipo “duplex”. En la parte de abajo, vivía un tío de mi esposa y nosotros llegamos a ocupar la casa del primer piso…

Desde los primeros días escuchamos ruidos raros en la azotea, como si alguien corriera a todo lo largo de la misma, pero nunca le dimos importancia tal vez porque proveníamos de un departamento en donde se escuchaban siempre los ruidos de los vecinos de arriba…

En la pequeña sala-comedor, instalamos la mesa pegada a una pared y mi hija mayor que en esa época tendría alrededor de tres o cuatro años, adoptó como su lugar una silla desde la que podía observar un pequeño pasillo que conducía al sanitario. En ese pasillo coloqué mis libreros y al fondo, exactamente frente a la puerta del baño una pequeña alacena metálica.

A veces, nos dimos cuenta que mi hija volteaba frecuentemente hacia el fondo del pasillo, pero nunca preguntamos qué veía pues lo atribuíamos a la natural inquietud de los niños…

Sin embargo, años después, mi hija nos comentó que de pequeña veía a un señor vestido de traje oscuro “que salía del lugar de la alacena y entraba al baño…”

Cuando le preguntamos porqué no nos decía nada, simplemente nos dijo que nunca le dio miedo y que se le hacía normal ver a un señor de traje…

Debo decir que el tío de mi esposa que vivía en la planta baja, siempre vestía de traje y así lo vio siempre mi hija, por lo que creemos que en su inocencia pensaba que tal vez fuera el tío u “otro tío…”

Mi hija siempre ha afirmado que veía a ese señor, y hoy, precisamente, platiqué al respecto con ella, ahora adulta, y me comentó que hasta que había crecido más, comprendió que no podía salir un señor de la alacena, y por eso recorrió su silla de manera que no pudiera voltear a ver el pasillo… Hace unos cuatro o cinco años, le regalaron una perrita, misma que ya un poco crecida, adoptó como lugar preferido para echarse, precisamente la puerta de la alacena; sin embargo, varias veces notamos que cuando andaba jugueteando, de pronto se quedaba viendo al fondo del pasillo… no hacía nada… no gruñía… solo se quedaba viendo fijamente al lugar por donde mi hija veía pasar al señor vestido de traje oscuro…

En esa casa, un día, encontrándome en la cocina, sentí claramente como si alguien me hubiera tomado de la manga de la camisa y dio tres notorios jalones… Volví la cabeza inmediatamente pensando que era alguno de mis hijos y… ¡No había nadie…!

Pues bien, estos son otros de esos “cabos sueltos” a los que nunca les he encontrado explicación, pero que como ustedes podrán advertirlo, no dan el suficiente material para un relato “en forma”, tal vez alguno de los compañeros aventure la explicación lógica que yo no he encontrado a los mismos…

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  • Paco López Mejía. Es abogado por la UNAM. Orgullosamente moreliano, apasionado de su ciudad, historia, misterios y leyendas. Le gusta poner en práctica la magia y la fotografía.

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