Por PACO LÓPEZ MEJÍA*
Sigo compartiendo con ustedes esta pequeña serie que llamé “Cabos sueltos”…
Poco a poco los recuerdos de relatos de hechos fuera de lo normal escasean, aunque quedan algunos incompletos, incongruentes, incomprensibles, que a veces se nutren o se complementan con charlas que en un principio se sienten intrascendentes pero que finalmente conforman un hecho digno de una narración en forma.
Hay algunos que no contienen los suficientes componentes como para armar un relato completo y digno de lectura, pero que no dejan de ser interesantes; es a esos pequeños eventos, a los que he dedicado esta serie de “Cabos sueltos”, armada con relatos breves que, en su momento, causaron temor o sorpresa a sus protagonistas… Continúo pues, con ellos:
12. Hace algunas semanas les platiqué de un terrible susto que tuvo nuestro amigo Gonzalo encontrándose de visita en Morelia; en ese relato comenté la añeja amistad de mi hermano Jaime con Gonzalo, y que se extendió a toda la familia, al grado que los sobrinos lo han visto y tratado como un tío más y para mis tías era otro sobrino.
Así pues, sus visitas a nuestra casa eran frecuentes ya que era un miembro más de la familia, y lo sigue siendo, aunque ahora no nos veamos con la regularidad de antaño. Gonzalo fue víctima de varias de nuestras bromas, aunque ciertamente, a veces le sucedieron cosas “extrañas” que ahora recuerda y no sabe si atribuirlas a quien esto escribe, o a mi hermano, o definitivamente, a las fuerzas sobrenaturales… Sobra decir que cuando le hacíamos alguna broma, después se lo confesábamos y en verdad se divertía con ellas; pero, insisto, a veces le sucedieron cosas inexplicables…
Pues bien, hace años, la familia vivía en un departamento en el sur de la ahora llamada Ciudad de México, del que también ya les he platicado algunos hechos “raros”, por llamarlos de alguna manera y, cierta vez en que se encontraba de visita una de mis hermanas con su esposo e hijas, las niñas llevaban una muñeca grande que se sostenía parada y además, se movía por medio de un control remoto… ¡La idea surgió de inmediato…! Estuvimos probando el control, su alcance y los movimientos esperando la llegada de Gonzalo… solo que en las pruebas, las baterías se agotaron y no había cerca donde comprar otras, de manera que decidimos poner la muñeca parada en el piso en la parte del frente del mueble en que se encontraba la televisión y, como las pequeñas propietarias y sus padres se quedarían varios días, pensamos en “preparar el terreno” platicando de hechos extranormales, entre ellos, desde luego, los protagonizados por muñecas y dejar el “susto” para otro día, pues como he dicho las visitas de nuestro amigo eran frecuentes; claro está que guardamos el control remoto para que no lo viera y pudiera sospechar que preparábamos alguna de nuestras fechorías.
Como era de esperarse, en la tarde llegó Gonzalo y, como siempre, saludó a la familia y a las niñas que le llamaban tío; estuvimos platicando y bromeando como de costumbre… poco a poco, la conversación derivó en los “sustos” y entre ellos, los movimientos inexplicables de algunos juguetes. Mi hermana y su familia salieron a dar un paseo… mi mamá ocupada en sus labores y Gonzalo sentado en un sillón frente al televisor veía algún programa… La sala se encontraba solo iluminada con la luz del aparato y la que llegaba del comedor, en donde mi hermano preparaba algún trabajo escolar, sin dejar de platicar y bromear con nuestro visitante… yo salí a comprar algunas cosas…
¡Todo tranquilo…! El terreno estaba preparado para llevar a cabo nuestra broma… pero sería otro día, pues la muñeca no tenía pilas…
Gonzalo, como siempre, estaba un rato sentado y otro de pie, pero veía atentamente la televisión, aunque no dejaba de mirar de reojo a la muñeca… seguramente de cuando en cuando recordaba la conversación al respecto… pero el juguete seguía en su lugar sin percatarse de las miradas fugaces de aquel humano… un ligero parapadeo de la televisión y de las luces… pero todo continuó normalmente… al poco rato, mi hermano entró a la habitación a buscar un libro… Gonzalo se levantó como lo hacía –y lo hace- cada rato… fue a la mesa para tomar un cigarrillo… volvió a su sillón… Se acababa de sentar, cuando… ¡Se fue la luz…! La mortecina iluminación de la calle apenas penetraba a la estancia… pero enseguida regresó la energía… mi hermano comentó desde adentro “A ver si no se queda Paco atrapado en el elevador…” y rieron ambos… Gonzalo volvió a encender el televisor… La luz del comedor iluminaba de frente a la muñeca… otro ligero parpadeo de la luz… una mirada de reojo a la muñeca…
De pronto… la luz bajó mucho de intensidad… el puntito blanco que quedaba en la televisión se hacía cada vez más pequeño, más tenue… en eso… “¡Crriiiikkk…. crriiiikkk…!” ¡La muñeca…! ¡La muñeca pareció moverse hacia un lado…! Gonzalo se levantó de un brinco y a la muy tenue luz que quedaba en el foco del comedor… ¡La vio…! ¡Volvió a ponerse vertical…! ¡Un movimiento hacia el otro lado…! y… lo que pareció ser… ¡Un paso al frente…! ¡Nuestro amigo pegó un grito y un brinco hacia atrás… sin dejar de ver a aquel juguete…! ¡Sí…! ¡dio un paso al frente…y cayó pesadamente…! En ese momento la luz regresó con toda su intensidad y Jaime llegó corriendo a ver qué había sucedido…
Yo llegué unos momentos después… ni en el elevador, ni en el edificio, había ocurrido desperfecto alguno… Nos tomamos un café en la mesa del comedor mientras Gonzalo, más nervioso que de costumbre fumaba y fumaba mientras nos platicaba su experiencia… la muñeca, de bruces en el piso… Encendimos las luces de la sala y nuestro amigo tuvo el ánimo de revisar palmo a palmo alrededor del artefacto… Conocía bien la afición de quien esto escribe por la magia y trataba de encontrar cómo lo había hecho, a pesar de admitir que ni siquiera estaba dentro del departamento…
A la fecha, no sabe cómo lo hice… ¡Ni yo tampoco…!
13. Brevemente les platicaré otro hecho curioso, raro, inexplicable
Ya en otra ocasión he platicado algunos eventos sucedidos en una casa de la Ciudad de México, en donde viví bastante tiempo con mi esposa e hijos; en la planta baja de la casa, vivía un tío de mi esposa que, prácticamente, solo iba a dormir, además de que salía fuera de la ciudad con frecuencia, y nosotros vivíamos en la casa de la planta alta. El patio del frente era bastante amplio, y en algunas ocasiones, cuando mi hermano tenía que salir de la ciudad con su familia, me llevaba a su mascota para que estuviera ahí; una perrita criolla, de mediana estatura, bastante fuerte y sumamente amistosa: ¡Le mueve la cola y le hace fiestas a propios y extraños…! Tan jueguetona que le llamaron “Lurias”… cuando llegaba el tío ella lo recibía como si lo conociera de toda la vida…
En cierta ocasión, en que la “Lurias” estaba en nuestra casa, la teníamos en el patio, obviamente resguardada y la mayor parte del día sin ataduras; salvo en la noche en que podría salirse al llegar el tío… ella era feliz correteando por el patio… ya conocía el lugar…
Pero en esa ocasión, de pronto, en el día, la escuché ladrar enojada; me extrañó pues nuestro vecino de la planta baja no estaba en la ciudad y, además, lo conocía…
Bajé a toda prisa y vi a la perrita parada frente a la puerta cerrada de la casa de la planta baja, furiosa, con el pelo del lomo erizado, ladrando como si estuviera viendo a algún extraño a través de los cristales de la puerta… me acerqué a la puerta, traté de ver hacia adentro… ¡Nada…! ¡No había nadie…! Tomé a la perrita por el collar y la alejé de la puerta… de vez en cuando volteaba hacia la puerta gruñendo amenazadora…
Esto sucedió dos o tres veces en esos días… Debo confesar que cuando bajaba a retirarla, sentía un escalofrío recorrer mi espalda, pero nunca logré ver nada… Cuando regresó el tío de mi esposa, le platiqué la anécdota y también le pareció extraño… dos o tres días después, le dieron la noticia del fallecimiento de una pariente de él… Alguien comentó: “Tal vez vino a despedirse… y la “Lurias” la vio…!” El escalofrío volvió a recorrer mi espalda…
Espero sean del agrado de todos ustedes estos “Cabos sueltos”
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*Paco López Mejía. Es abogado por la UNAM. Orgullosamente moreliano, apasionado de su ciudad, historia, misterios y leyendas. Le gusta poner en práctica la magia y la fotografía.