Por IGNACIO HURTADO GÓMEZ*
Los profesores norteamericanos Cornel West y Robert P. George, son viejos amigos, intelectuales que se encuentran en extremos ideológicos y políticos. El primero cristiano progresista, filósofo socialista democrático y profesor en la Universidad de Harvard. El segundo, conservador católico que imparte cátedra en la Universidad de Princeton.
La razón por la cual vienen a este espacio, es por el hecho de que, a pesar de sus diferencias ideológicas evidentes, en marzo de 2017 se unieron para emitir una declaración sobre la “Búsqueda de la verdad, democracia y libertad de pensamiento y expresión”. Y que hoy pareciera que sigue más que vigente.
El origen de esa declaración fue un incidente que se presentó en una escuela norteamericana en donde los estudiantes impidieron que un orador invitado hablara, mientras que otro profesor fue agredido físicamente por alguno de los protestantes.
Seguramente en algún lugar habrá escuchado esa historia.
Por ello, ante los tiempos que respiramos, por el espíritu universitario y humanista que nos cobija, pero sobre todo por la elocuencia y claridad de su declaración, permítaseme en este espacio recuperar algunos extractos de lo dicho por los profesores West y George.
En principio, para ellos, “la búsqueda del conocimiento y el mantenimiento de una sociedad libre y democrática requieren el cultivo y la práctica de las virtudes de la humildad intelectual, la apertura de la mente y, sobre todo, el amor a la verdad. Estas virtudes se manifestarán y se fortalecerán con la voluntad de escuchar atenta y respetuosamente a las personas inteligentes que desafían sus creencias y que representan las causas con las que uno no está de acuerdo y los puntos de vista que uno no comparte.”
Por tanto, ante tal desafío, “debemos oponernos
a los esfuerzos por silenciar a aquellos con quienes no estamos de acuerdo,
especialmente en los campus universitarios. Como John Stuart Mill enseñó,
el reconocimiento de la posibilidad de que estemos equivocados es una buena
razón para escuchar y considerar honestamente, y no solo para tolerar a
regañadientes, puntos de vista que no compartimos, e incluso las perspectivas
que encontramos impactante o escandaloso.”
Y señalan con claridad: “Ninguno de nosotros es
infalible. Si usted es una persona de izquierda, derecha o centro, hay
personas razonables de buena voluntad que no comparten sus convicciones
fundamentales. Esto no significa que todas las opiniones sean igualmente
válidas o que valga la pena escuchar a todos los oradores. Ciertamente no
significa que no hay verdad que descubrir. Tampoco significa que estés necesariamente
equivocado. Pero tampoco están necesariamente equivocados. Entonces,
alguien que no haya caído en la idolatría de adorar sus propias opiniones y
amarlas por encima de la verdad misma querrá escuchar a las personas que ven
las cosas de manera diferente para saber qué consideraciones (evidencia,
razones, argumentos) los llevaron a un lugar diferente de donde uno sucede, al
menos por ahora, para encontrarse a uno mismo.”
Por eso, “Cuanto más importante sea el tema en
discusión, más dispuestos deberíamos estar a escuchar y participar,
especialmente si la persona con la que estamos conversando desafiará nuestras
creencias profundamente arraigadas, incluso nuestras más apreciadas y
formadoras de identidad.”
Y en relación al incidente que motivó la
declaración, ellos lo reflexionan de la siguiente forma: “A veces, los
estudiantes y los miembros de la facultad dan la espalda a los oradores cuyas
opiniones no les gustan o simplemente se van y se niegan a escuchar a aquellos
cuyas convicciones ofenden sus valores. Por supuesto, el derecho a
protestar pacíficamente, incluso en los campus, es sacrosanto. Pero antes
de ejercer ese derecho, cada uno de nosotros debería preguntar: ¿No sería
mejor escuchar con respeto y tratar de aprender de un hablante con el que no
estoy de acuerdo? ¿Podría servir mejor a la causa de la búsqueda de la
verdad para involucrar al orador en una discusión civil franca?”
Y concluyen enfáticamente: “Nuestra voluntad de escuchar y comprometer respetuosamente a aquellos con quienes no estamos de acuerdo contribuye vitalmente al mantenimiento de un entorno en el que las personas se sientan libres de expresar lo que piensan, considerar posiciones impopulares y explorar líneas de discusión que puedan socavar las formas de pensar establecidas. Tal ética nos protege contra el dogmatismo y el pensamiento grupal, los cuales son tóxicos para la salud de las comunidades académicas y para el funcionamiento de las democracias.”
Así de clara su declaración desde 2017, y así de vigente su pensar en estos tiempos que vivimos. Al tiempo.
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* Ignacio Hurtado Gómez. Es egresado de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde ejerce también la docencia. Ha sido asesor del IFE (ahora INE); ex magistrado del Tribunal Electoral del Estado de Michoacán.
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