La Página
En este México nuestro, plagado de traiciones, hoy quiero recordar una de tantas, aquella que causó la muerte de uno de los más grandes héroes de la Independencia de México, aquel que exclamó una frase sencilla pero llena de amor y de convicción: “La patria es primero”.
Vicente Guerrero, el pequeño hijo de campesinos, nunca fue a una escuela, desde pequeño trabajó como peón en las haciendas azucareras para ayudar a la economía familiar. Aquel que al crecer fue arriero, al que los hermanos Hermenegildo y Pablo Galeana lo invitaron a unirse a la insurgencia bajo las órdenes de Morelos.
El hombre que continuó con la causa después de que Morelos fuera fusilado y disuelto el Congreso. El único que no aceptó el indulto del Virrey Apodaca y siguió peleando en las guerrillas cuerpo a cuerpo. Aquel que ante el llanto y los ruegos de su padre para que aceptara el dinero del Virrey y abandonara la insurgencia se dirigió a sus tropas en los siguientes términos: “Compañeros, este anciano es mi padre. Ha venido a ofrecerme recompensas en nombre de los españoles. Yo he respetado siempre a mi padre, pero la patria es primero.”
El segundo presidente de México, un hombre mulato que llegó por mérito propio a ocupar el más grande cargo de su país, el mismo que escandalizó a las clases altas y conservadoras que no soportaban que un “negro” asumiera la presidencia de la República.
Patriota, traicionado por su “amigo”, el marino italiano Francisco Picaluga quién lo invitó a comer a bordo del navío “Colombo” sólo para emboscarlo y ser detenido por soldados que estaban escondidos en el barco. Vicente Guerrero fue condenado a la pena de muerte y fusilado en Cuilapan la mañana del 14 de febrero de 1831, tenía cuarenta y ocho años cuando caminó hacia el patíbulo de fusilamiento con serenidad y firmeza, él mismo se vendó los ojos y se sentó para ser ejecutado, no sin antes decirles a los soldados que les encomendaba, que ante todo defendieran de la independencia.
¡Viva Vicente Guerrero!
Publicado originalmente en: Historias de tierra sagrada, mi México