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ENTREVISTA. Bordar palabras y tejer diálogos es un trabajo y una convicción; Ana Hernández intérprete de la LSM

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Por VÍCTOR ARMANDO LÓPEZ

Borda palabras, signos y números, al tiempo que teje diálogos que convierten ruidos y silencios en una comunicación y comprensión entre los que hablan y los que no lo pueden hacer, y en ocasiones tampoco escuchar.

Siempre comprometida y perfeccionista con las labores que desarrolla, lucha por que la inclusión sea una realidad en el día a día, no sólo discursos fabricados detrás de un escritorio. De ahí que también es activista en la defensa y desarrollo de grupos de personas con discapacidad y vulnerables.

En entrevista para el programa “Conexión” que se transmite en vivo a través de las redes sociales del portal www.lapaginanoticias.com.mx, Ana Hernández León, intérprete certificada de la Lengua de Señas Mexicana, destaca que lo que nutre y retroalimenta su trabajo, es precisamente la labor de atención directa con la población endeble.

Nació en Lázaro Cárdenas, Michoacán, donde vivió su infancia y adolescencia. Desde los 15 años llegó a vivir a Morelia, ciudad donde realizó sus estudios profesionales, una vez que es Licenciada en Educación Especial en el Área Auditiva y de Lenguaje por el Instituto Michoacano de Ciencias de la Educación (IMCED), además de obtener el grado de Maestra en Gerencia Pública y Política.

Recuerda que en la preparatoria cursó una materia de nombre “Atención a las necesidades educativas”, donde tuvo el primer acercamiento en el cuidado de las personas con discapacidad. “Me interesó mucho, a pesar de no tener familiares, ni convivencia en mi infancia con gente de este sector. Ya en la licenciatura me interesé en aprender la Lengua de Señas Mexicana, pero sólo se impartía como una materia en un semestre, por lo que investigué en dónde podía capacitarme, y tomé cursos, diplomados y talleres, ellos principalmente en la Ciudad de México”.

Ana Hernández lleva 16 años inmersa en la Lengua de Señas Mexicana, pero fue hasta que tenía 7 años practicándola y capacitándose cuando se sintió capaz de hacer una interpretación ya de manera completa y formal, misma que por primera vez desarrolló ante un grupo numeroso en un evento de la administración estatal.

Como profesional de la labor explica que la lengua de señas no es universal, ya que cada país tiene la propia, mientras que la Mexicana tiene variantes y regionalismos de acuerdo a cada entidad de la nación.

“La Lengua de Señas Mexicana es un conjunto de signos vestuarios que utiliza una comunidad en específico, y va acompañada de movimientos gestuales y corporales, por lo que el interprete pasa por un doble desgaste, es decir, un trabajo mental y físico al mismo tiempo”, detalla.

La interpretación no se hace letra por letra, algunas palabras sí, otras señas pueden reducir una oración -explica-, pero también hay tiempos críticos, sobre todo cuando se usan tecnicismos, pero siempre buscamos una interpretación lo más adecuada posible.

Ana Hernández puntualiza que hay una estimación de 38 mil personas con discapacidad auditiva en Michoacán y cerca de 10 interpretes que se dedican de lleno a esta labor, por lo cual el compromiso es muy grande y también de convicción, y realmente eso es lo que nos mantiene, pues este trabajo no es bien remunerado, ni reconocido.  

Sobre los problemas inmediatos que enfrenta un intérprete de Lengua de Señas Mexicana al desarrollar su labor, explica que en muchas ocasiones no les tienen destinado un espacio para su trabajo, además de que no hay cámara e iluminación para transmitir su parte, incluso, tienen que convivir con muchos distractores, pues la gente llega a pasar enfrente de donde se realiza la traducción, e incluso, se ponen agresivos cuando se les pide respeto, el cual no sólo es para quien está trabajando, sino para la propia comunidad sorda. “No se puede seguir vulnerando a los vulnerables”.

Recuerda que precisamente esa falta de conciencia y respeto a esta labor, los hace pensar que no se va a ningún lado en la interpretación, sin embargo, también se ha desarrollado un poco más de apertura para la atención de estos grupos desde las propias instituciones.

Hernández León considera que también se deben mejorar las condiciones de las transmisiones, pues el recuadro en el que aparecen los intérpretes es mínimo, cuando la capacidad visual de una persona con discapacidad auditiva es el primer contacto para enterarse, es decir, también se les limita.

“El recuadro de la pantalla tiene que ser de una sexta parte, pero en México ni siquiera se llega a eso, no se tiene ni la apertura, ni la disposición. Mientras que en otros países se divide en dos la pantalla, la mitad para el hablante y la otra para el intérprete. O casi toda la pantalla para el intérprete y un recuadro pequeño para el orador”.

Así como recuerda el nerviosismo que tuvo al estar en su primer interpretación de la Lengua Mexicana de Señas en un evento masivo, actualmente se le puede ver recorrer Michoacán realizando su labor, ya sea en eventos masivos, institucionales, conferencias, brindando asesorías y demás, sin olvidar su activismo en favor de grupos vulnerables, llevando apoyos y eventos de sano esparcimiento a la población.

Sin embargo, a pesar de la gran labor profesional y especializada que desarrollan los intérpretes, su labor es un tanto desdeñada, por ejemplo, un grupo de ellos trabaja para el Congreso del Estado de Michoacán, donde reciben un pago de 3 mil pesos quincenales. Espacio donde hacen su trabajo en sesiones, conferencias y eventos, por lo menos tres veces por semana.

Ana Hernández en la entrevista recuerda como una gran anécdota el haberle impartido un curso de interpretación a paramédicos, donde hubo una retroalimentación de conocimientos. Además de comprobar que los jóvenes se interesan por aprender y tener los elementos necesarios para atender a un accidentado con discapacidad auditiva.

Al plantearle si ha tenido momentos en los que al interpretar le ha ganado el sentimiento, la profesional especializada recuerda que en diversas ocasiones se ha contenido. Por ejemplo, en tiempo de la pandemia tuvo que brindar el servicio a pacientes enfermos de Covid (teniendo la limitación de la gesticulación por el cubrebocas), a quienes les informaba sobre las medidas sanitarias y médicas que debían seguir. “Incluso, hasta por videollamadas atendimos a la comunidad con discapacidad auditiva, que estaba internada en los hospitales. Fallecieron varios y hubo un escenario de falta de información para ellos en lengua de señas”.

Haber pasado por la pandemia complicó tanto la comunicación de la comunidad como de los intérpretes, una vez que el cubrebocas y las transmisiones a distancia limitaron la labor, pues además de los movimientos manuales, se requieren movimientos de boca, levantamiento de cejas y otras gesticulaciones, las cuales dan intencionalidad y fortaleza.

“Cuando en la interpretación te encuentras regionalismos de nuestro México, no sabemos cómo explicarlos -además de que en ocasiones tampoco las entendemos-, pero usamos la dactilología, que es el alfabeto manual y así lo deletreamos”.

Ana Hernández León puntualiza que la comunidad de sordos crece, una vez que no solamente se nace así, pues también con el paso de los años (el 50 por ciento son adultos mayores), por enfermedad o accidente se puede llegar a ese escenario. “Eso a mi me inquieta y por eso me mantengo en constante capacitación.

Hay que destacar que Ana Hernández y su grupo de profesionales traductores de la Lengua de Señas Mexicana han impartido talleres a estudiantes de preparatorias y universidades, empresas, y a docentes de educación especial, por lo que están abiertos a ofrecer sus servicios. Pero no se debe olvidar que su dominio requiere muchos años de aprendizaje y práctica.

Al participar en la dinámica de “La llave mágica” del programa “Conexión”, Ana Hernández destacó que con ella le abriría a Michoacán la puerta de la inclusión para las personas con discapacidad auditiva.

“Hay que brindarle a la comunidad con discapacidad que siempre tenga un vínculo de comunicación, alguien que la apoye y la represente. Debemos ayudarles a tocar puertas en las diferentes áreas. Y es que la inclusión no debe ser solamente un discurso, sino acciones permanentes y satisfactorias”.

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