La Página
Por ANA MARÍA CANO
Soledad Vargas Huerta, es un ejemplo para todas las mujeres del país por su disciplina, fuerza y esfuerzo arriba de los cuadriláteros.
Pero su lucha también está abajo del ring, busca la verdadera equidad de género a nivel nacional, representa el esfuerzo, la victoria, el triunfo y el éxito. Lo que sueña lo consigue.
Sol es la primera mujer michoacana en ganar un campeonato mundial de boxeo. Está entre las 10 primeras damas boxeadoras a nivel nacional. Hoy día es campeona plata minimosca del Consejo Mundial de Boxeo.
En entrevista en el programa “Conexión” del portal www.lapaginanoticias.com.mx informa que es nutrióloga de profesión, pugilista y madre de familia busca con su lucha generar conciencia, en cada una de sus peleas levanta la voz a favor de las mujeres que han sido víctimas de la violencia y el feminicidio, por ello porta en su ropa los nombres de esas mujeres que han sido mártires.
De ahí que en días pasados fue reconocida por el Ayuntamiento de Morelia, quien lo otorgó la presea “Amalia Solórzano 2024”, misma que se da a las mujeres que a través de su esfuerzo buscan y luchan por los derechos de su género y dejan huella de ello.
Recientemente peleó (el 3 de agosto) en Salón Arena de la Cueva de Chucho, batalla que fue con causa, pues el 10 por ciento de lo que se recaudó se destinará para el Centro SPOT de Villas de Pedregal, para comprar equipo para niños que ya están entrenando boxeo.
Vargas Huerta se define como una persona normal, ama de casa, deportista y una persona muy activa. Es originaria de Apatzingán, Michoacán.
Recuerda vivió una infancia muy libre en cuestión de salir a la calle, sus padres eran panaderos, su primaria estaba a tres cuadras de casa y aún así siempre llegaba tarde.
El amor por el boxeo lo despierta su papá quien fue entrenador de esta disciplina. Pero fue más su motivación la golpiza que recibió de una niña que le pegó a su primo y ella lo quiso defender, llevándose la peor parte.
“Me gustó mucho el fútbol y jugué en el transcurso de primaria y secundaria. Pero yo quería llamar la atención de mi padre, un señor muy fan del boxeo, al igual los papás de mi mamá. Era entrenador de esta disciplina, pensé que si entraba al boxeo me iría a ver, porque en el fútbol nadie se paraba para ver cómo jugaba”.
Sol Vargas detalla que fue a los 14 años cuando inició a entrenar box. Su papá los llevaba a ver los combates a un palenque que existía en Apatzingán. Un día al final de la función le tocó ver a una mujer boxeando y su vida dio un vuelco.
“Ese día había unas niñas que vendían churros o chicharrones y una de ellas le pega a mis primos, entonces ahí yo voy a defenderlos y me pega una golpiza y decidí que no me iba a volver a pasar. Entonces empiezo a entrenar boxeo, a los catorce años”.
Su primer entrenador fue su tío Alejandro Figueroa, dice que él tenía su gimnasio dentro de la panadería de sus padres, inicio con lo básico que era golpear un costal, una pera, que la manoplearan. Sus primeros contrincantes fueron niños porque no había niñas para boxear.
“A mi no me daba miedo, me ponía contenta al momento de pegarle al niño contrincante de mi misma edad. Lo que no me gustaba era cuando a mi me pegaban”.
Cuando decidió dejar los entrenamientos por las peleas de verdad, se enfrentó a una chica más grande que ella. Perdió la pelea y se puso a llorar.
“Sentí que había decepcionado a mi papá, y él me dijo sigue trabajando fuerte, síguele echando ganas. Entonces mi reto era mejorar, ser mejor cada vez, en cada pelea, aunque perdiera”.
Tiempo después Vargas Huerta tuvo la oportunidad de asistir al Primer Campeonato Nacional que hubo para mujeres en Ciudad Victoria, Tamaulipas. Compitió en la categoría de Cadete a sus 15 quince años. Regresó con una medalla de Bronce.
Lamentablemente a Sol Vargas le llegan algunas enfermedades (asma) y lesiones, lo que mermó en sus entrenamientos. Incluso, pensó en tirar la toalla.
“Lloraba, me decía a mi misma que no servía para el boxeo. Y es que en el futbol juegas, corres y si te cansas pues te paras; pero en el boxeo no le puedes decir al contrincante: Espérame. Y aunque pensé que esto no era para mí, por otro lado mi corazón me decía: Hay que seguir adelante, hay que esforzarse, hay que ver la manera”.
Después de esa parte difícil, Sol Vargas se casa y su esposo estaba en talentos deportivos y reserva nacional, trabajaba para CONADE, y ahora es su entrenador. Tuvo la oportunidad de ir a una Olimpiada Nacional en el 2013, y traer una medalla, ya liberada del asma que padecía.
“En ese mismo año convocaban al primer y segundo lugar a formar parte de la Selección Nacional, esperamos el tiempo que nos habían dicho y nada. En diciembre hay un torneo para formar parte de preselección nacional para asistir a los centroamericanos. Fuimos y perdí, quedé en tercer lugar”.
Y llega un gran reto de felicidad para Sol Vargas, pues se embaraza, lo que originó que se retirara del box, para regresar meses después.
Sol es una valiente boxeadora cuyos puños no solo buscan la victoria en el cuadrilátero, sino también la justicia y la conciencia fuera de él.
A través de sus peleas, Soledad demuestra su destreza deportiva, al tiempo que levanta la voz en su grito de resistencia contra la violencia que azota a tantas mujeres en la sociedad. En cada combate lleva consigo un mensaje poderoso y conmovedor.
“En mi ropa de combate, en cada pelea, porto los nombres de mujeres asesinadas, cada letra es un homenaje, un recordatorio de vidas perdidas que no deben ser olvidadas, es mi manera de honrar la memoria de aquellas que ya no pueden alzar su voz, de darles un lugar en el ring de la historia y en nuestros corazones”.
Soledad Vargas Huerta no solo pelea por la gloria del deporte, sino también por la justicia, la igualdad y el fin de los feminicidios. Su lucha trasciende los límites del cuadrilátero, inspirando a muchos a unirse en la batalla contra la violencia de género.