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“Es frustrante ver como se llenan de nuevo los hospitales por Covid”. Por Gina Ávalos

Por GINA ÁVALOS*

Hace una semana le decía a mi psicóloga que si no lo escribo, no se hace real.

Este viernes estuve en Urgencias Covid, más gente de la que quisieras saber, de la que podemos atender, incluso, de la que puede caber en el espacio destinado al servicio.

Las camas a tope, las sillas a tope (tomando en cuenta que es una sí y otra no), las ambulancias llegaban y llegaban, familiares iban y venían por los pasillos.

Tres de mis compañeros con los ojos atentos a sus maniobras, me decían que: Ni siquiera sabían qué actividades darme para empezar, pues, era tanto el trabajo que no tenían idea quién llevaba qué cosa…

En fin, entré y me vestí, tengo que decir que, después de meses sin usar el equipo, te desacostumbras y cuando vuelves a las andadas, todo se vuelve pequeño, lento y lejano aunque lo tengas frente a ti. En cambio, tú eres un mono gracioso todo azul de pies a cabeza con botas, overall y gorro del mismo color, y como si de un pitufo te trataras; andas de un lado a otro tratando de escuchar, observar, sentir igual que antes de tanto trapo.

Recuerdo ver salir al médico a la sala de espera y con su mano apuntó primer banca a la derecha:

-Sube, dijo.

Siguiente banca a la derecha:

-Se canaliza

Siguiente banca a la derecha:

-Se ingresa

Siguiente de frente a la derecha:

-Alta

Siguiente de frente a la izquierda:

-Alta voluntaria

Siguiente a la izquierda

-Alta voluntaria

Siguiente a la izquierda:

-Post Covid, entra.

Media vuelta y se retiró a conseguir espacios dentro del hospital…

Cada indicación se quedó grabada en mi mente y empecé a acomodar todo para iniciar a insertar vías intravenosas a todos los que estaban frente a mí con cara de angustia y familiares que les acompañaban con la misma expresión de desconcierto.

-Buenas tardes ¿Cuál es su nombre?

-*Mario, respondió con espacios y dificultad.

-Mario, mucho gusto, soy Gina y me lo voy a ejecutar. Amenacé con seguridad y procedí a instalarle un catéter en el brazo.

Le suministré el mismo suero que a todos los que llegan, le puse el medicamento de costumbre e inicié a hacer su papelería. Comenzó a discutir con su hermana:

-Tú no estás, le dijo, le marqué a “X” y no me contestó y yo aquí…

Intervine con voz suave:

-Mario, le voy a dar un consejo, no se enoje, su saturación baja, otra; se va a ir y no sabe cuándo volverá a ver a su familia, no se enoje con ellos.

Se creó un momento incómodo y apliqué la Jorge Hidalgo:

-¿Qué me importa?, interrogué con una sonrisa irónica que ellos no podían ver.

-No, no, tiene usted toda la razón, y me vio con benevolencia. Le sonrió a su hermana y comenzaron a platicar ya de manera tranquila.

Mientras yo veía a los demás, sentía que no iba a acabar, llegó otro pitufo al campo de batalla, William, un fregón que, merece todo mi respeto porque pudo “ejecutarse” con los que yo fallé y le agradezco haber salido al ruedo conmigo.

-¿Cuál sigue? Preguntó decidido.

Señalé al siguiente:

-Él, se va a ingresar.

Y así, uno, tras otro, tras otro…

Total que, un alta voluntaria se quiso quedar al final y pos también a darle su ronda de piquetes.

No es fácil recibir tantas personas adultas, deshidratadas, obesas, hipotérmicas, con problemas crónicos, de riñones, corazón, pulmonares, instalar un catéter en esas venas tan delgadas, escondidas, difíciles de sentir y al fin lo logras pero la tela adhesiva que le debería sujetar se queda pegada en tu guante y terminas sacando todo lo ya instalado.

Es frustrante.

Mi atuendo se tiñó de sangre cuando pensé que tenía bien cerrados los tubos de laboratorio (insisto, los guantes no permiten sentir), y resulta que las tapas se quedaron pegadas en esas cosas blancas de látex que cubren tus manos y ¡zas!

Sangre por todos lados, en mis botas y mono, la bata y botas de Willy, no quiero imaginar el cuadro con el que se topaban quienes entraban y no habían visto mi torpeza…

No, no me pagan paro lo que hago, quítense de la cabeza que por ello me pagan, no me pagan por exponer mi vida a causa de la negación e ignorancia ajena.

No me pagan por llevar bichos a casa, tener que desvestirme casi en la cochera y no entrar más que a la lavadora a desinfectar lo usado.

No me pagan por usar ropa extra, marcar mi cara con ligas que arden, y queman.

Ésto, dijo mi psicóloga; es vocación, los atiendo porque respeto a la humanidad y a cada persona sin juzgar dónde y cómo se contaminó.

Gracias a todos ustedes, a los que se vacunaron, a los que vacunan, a los que no salen más que lo necesario.

Les JURO que, hacemos TODO ?? lo que podemos, que está en nuestro conocimiento y alcance para evitar finales tristes.

Cuídense y cuiden a los suyos…

Hoy se fue un gran amigo, pero no asistiré a su velorio, evito contagiar o contagiarme.

  • IMÁGENES DE ILUSTRACIÓN

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* GINA ÁVALOS. Es enfermera en activo en el Hospital General “Dr. Miguel Silva”, con sede en Morelia, Michoacán. Además de desarrollar la actividad periodística en diversos medios de comunicación de esta entidad.

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