La Página
Por ANA MARÍA CANO
Los Ángeles, California; 27 de abril del 2022.- José Salas Jaime Torres, es un michoacano más, que a parte de sobresalir en los Estados Unidos, su gran corazón y vocación de servicio lo han llevado a dar y compartir alimentos, alegría y esperanza a quienes más lo necesitan en Estados Unidos y Michoacán.
Su vocación de servicio y humanitario han traspasado fronteras logrando que hoy tenga una gran empresa de comida para dar alimento a los más necesitados, porque quien no comparte, es como si no tuviera sentimientos, señala quien hoy da ayuda solidaria en Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Nicaragua y en Michoacán, México.
Es el fundador de la compañía Salas&Son’s Food Banck, en los Ángeles, California; mediante la cual, durante 11 años, de lunes a viernes, ha repartido comida en este país vecino de México a todos quienes se le acercan y le piden de comer, pues como él dice, no le niega la comida a nadie.
Su ley, es trabajar duro para darles a todos, compartir lo que tiene, porque la gente, ocupa comida, y él trabaja para conseguirla y regalarla, porque solo quiere ver a la gente contenta y feliz.
Calcula que cada mes entrega un aproximado de 23 toneladas de alimentos donados por compañías y distribuidoras de alimentos
Entre latas y envases de comida, don José ha encontrado su misión, actualmente da comida a unas 10 mil personas de los Ángeles, y recientemente, en marzo pasado, abrió junto con sus hijos, un Centro Comunitario para ancianos en La Angostura, Michoacán; llamado “Centro de Años de Oro” donde dan atención alimentaria gratuita.
A pesar de su gran labor, dice no estar totalmente satisfecho, por lo que siente que en este momento está trabajando como a la mitad de lo que espera para seguir creciendo, “porque nosotros no le negamos una comida a nadie”, dice.
Su experiencia como voluntario en un banco de comida, donde trabajó al llegar a Estados Unidos, le sirvió de inspiración para crear uno propio en el año 2010 y distribuir alimentos a quienes lo necesitan en el sur de los Ángeles.
Don José nació en La Angostura, Michoacán; es el mayor de siete hermanos, para ayudar a su familia dejó la escuela cuando apenas cursaba el cuarto grado de primaria, empezó a sembrar la tierra, ya luego a los 13 años empezó a manejar un tractor que le enseñó a manejar su papá, y años después emigró a los Estados Unidos en busca de un mejor futuro para él y su familia.
En el 2005, 20 años después de llegar a los Estados Unidos, don José encontró trabajo en un banco de comida, lo cual le sirvió de entrenamiento para emprender su propia empresa.
“Ahí también me daban mi comidita que me llevaba a mi casa, y ahí vi la gran necesidad de comida que tiene la gente, y ahí empecé a tener este sueño, trabajé más duro para ahorrar dinero y agarrar mi propio camión, empecé llevando comida a las iglesias, aún conservo mi camión, el Canario, el que empezó conmigo con este sueño y no se me raja”.
Este mexicano originario de Michoacán, comenzó su gran labor con un camión repartiendo alimentos en algunas iglesias. Hoy cuenta con tres bodegas de almacenamiento, y sus hijos así como una hermana trabajan con él, pues les despertó el sentimiento de ayuda a quien tiene hambre.
Todos los viernes, don José, muy temprano se monta en su camión y emprende un viaje de dos horas para recoger los alimentos de las empresas voluntarias que son de la semana para darlos a los más necesitados de la comunidad.
“Voy a buscar y recoger la comida que les entrego a quienes lo necesitan, para que se la lleven a su casa contentos de que tendrán algo que llevarse a la boca. Ya tengo once año trabajando en esto, ayudando a la gente, a la comunidad para que nadie tenga hambre”.
Su compañía reparte y entrega todo tipo de productos que la gente puede comprar en los supermercados.
“Si puedo agarrar pollo, eso le damos a la gente, pollo, pescado, leche, latas de lo que tengamos, agua, café, jugos, de todo estamos repartiendo. En un principio dábamos de comer a 6 mil personas, luego subimos a 7 mil y ahorita ya vamos en 11 mil, crecimos en apoyo porque con la pandemia, mucha gente se quedó sin trabajo y no tenían que comer”.
La gente, dijo, tuvo la necesidad de recurrir a él para pedir ayuda de comida, porque sin trabajo y sin dinero, lo que faltaba era el alimento.
“Sabemos que es una gran ayuda para ellos, el tener un pan que llevarse a la boca, todo está muy caro y hay gente que no tiene para comprar ni siquiera los alimentos. A veces tenemos mucho y les damos mucho, otras ocasiones lo que tengamos, eso se llevan muy contentos a sus casas”.
Don José señala que espera trabajar más para crecer más, porque no quiere negarle una comida a nadie, ya que junto con sus hijos están luchando para que la gente no tenga hambre.
“Mis hijos son un gran apoyo para mí, ellos trabajan junto conmigo, cargan y descargan los camiones de comida, estamos juntos, pero lo más importante es que estamos ayudando a otra gente”.
Tiene una hija, la menor, aún es chica, dice, pero ya le dijo que cuando tenga más edad, también lo quiere apoyar a llevar alimentos a los más necesitados.
Además, José cuenta con el apoyo de su hermana quien prepara la comida que dan a quienes se acercan a ellos y tienen condición totalmente de calle.
“Quiero que mis hijos sigan con este legado, que lleven de comer a la gente, que se preocupen por ellos, que sean compartidos como agradecimiento a Dios por lo que nos ha dado”.
EN MICHOACÁN ABRIÓ “CENTRO AÑOS DE ORO”.
Ahora, dijo, se siente muy orgulloso porque pudo abrir un Centro Comunitario en su tierra natal, La Angostura, Michoacán; llamado “Centro Años de Oro” ya que dice hay mucha gente mayor que necesita ayuda y están solos.
“Esas personas tienen hijos acá en los Estados Unidos, pero no los ayudan, no les mandan dinero ni nada, estamos atendiendo a unas 300 personas que van ahí para que tengan su comida y no pasen hambre, nadie debe pasar hambre, menos mis paisanos”.
Dice, que este proyecto es uno de los mejores de su vida, pues señala, que hacen reír, cantar y bailar a los michoacanos que van y están en su Centro Comunitario.
“Nunca me imaginé lo que hemos hecho y estamos haciendo, no creí que fuéramos a crecer tanto, mi devoción por la Virgen de Guadalupe me ha dado fortaleza, me gusta servirles a los demás, si yo no alcanzo, está bien, no pasa nada, verlos a ellos comer, me hace sentir contento, porque ni el frío ni la lluvia me impiden ayudar a los más necesitados”.