La Página
Por VERÓNICA TORRES MEDRANO
Morelia, Michoacán.- Tras quince años con hemofilia, la vida de Adalí López Solorio depende de un medicamento que la Secretaría de Salud en Michoacán (SSM) suspendió el pasado 21 de septiembre, fecha de la última aplicación al joven de 16 años y que es originario de Coahuayutla de Guerrero, Guerrero.
Paciente del Hospital Infantil “Eva Sámano de López Mateos”, su madre, Rosa Isela Solorio Banderas, pide que haya una atención puntual y a la brevedad. La vida de su hijo está en riesgo, no solo porque su estado de salud puede decaer, sino que una hemorragia lo llevaría a la muerte ante la falta de un medicamento que impacte los inhibidores que ha desarrollado con el tiempo; un factor 8 imposible de responder.
Acompañada por su familia, Rosa relata que su pequeño, a los 9 meses de edad, presentó moretones en su abdomen; en el centro de salud de Coahuayutla le comentaron que era por piquetes de mocos o de algún otro animal. Sin embargo, fueron remitidos a Apatzingán, donde después de un estudio, la referencia fue inmediata a Morelia. “Lo diagnosticaron al año de vida”.
“No tiene coagulación de la sangre” fue lo que los especialistas le explicaron a la señora Rosa, quien se dedica a su hogar y a la venta de enchiladas para costear los gastos hasta Morelia para dar continuidad al tratamiento de su hijo, para el cual destina entre 3 mil hasta 4 mil pesos.
A los 7 años, recuerda, fue la primera recaída de su pequeño; chikungunya fue el padecimiento que desarrollo tras el piquete de un mosco y que le dejó secuelas en las rodillas, vasos sanguíneos y una baja considerable de la hemoglobina, inclusive, refiere, llegó convulsionando al hospital.
Rodillas grandes, chuecas, codos desgastados y más chiquito de estatura, fue lo que le dejó esta recaída.
Dos años después, indica, fue la segunda y con un problema mayor; una hemorragia en su boca incontrolable fue cuando le detectaron que su cuerpo no reaccionaba a los medicamentos que le proporcionan, ocupaba algo mayor. Tenía 9 años.
“Le dieron mucho factor 7, no lo negaron, pero eran 3 a 4 veces por día para sacarlo adelante; respondió despacio, pero no lo venció”, agrega.
Sin embargo, los inhibidores incrementaron y la alerta fue mayor. “El doctor me dijo que se podía venir una hemorragia sin controlar y no habría medicamento para él”.
Rosa cuenta que Adalí, a sus 11 años, ya estaba en una silla de ruedas y que ella era quien estaba ahí para él para poder moverse. “Lo tenía que cargar, no caminaba”.
Dejó la escuela un tiempo, reconoce, por el miedo a lastimarse, pero fue a los 14 años cuando recibió la noticia de que su pequeño accedería a un nuevo medicamento superior al factor 8. “El laboratorio le regaló 3 meses y de ahí en el hospital, mejoró”.
Inclusive, resalta, se levantó de la silla y poco a poco caminó. En estos dos años, logró concluir sus estudios de secundaria; pensar en el bachillerato, imposible, más cuando en Coahuayutla no hay escuela alguna y se tiene que ir al otro pueblo.
Pero acercarse con su padre y participar en la pesca, en la Presa de Infiernillo, es la actividad que hoy realiza, que, si bien en los pasados 3 meses no ha presentado recaída alguna, corre el riesgo al no contar con el tratamiento tras la suspensión por parte de la SSM.
Adalí es el menor de tres hijos y lo único que pide su madre es que se reactive el medicamento, porque la vida de su pequeño está en riesgo.