La Página
Por ANA MARÍA CANO
Los Ángeles, California, 31 de marzo del 2022.-Catalino Tapia, originario de Arteaga, Michoacán, ahora residente de Woolworths City, California, es el fundador de “Catalino Tapia Scholarship Foundation” mediante la cual lleva 15 años becando a jóvenes de bajos recursos económicos para que hagan una carrera universitaria, en este tiempo ha logrado becar a 348 jóvenes.
Su iniciativa ha recibido reconocimientos como el Premio Purpose, el Jacqueline Kennedy Onassis de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, y un Galardón de Carnegie Endowment, entre otros.
Hoy está nominado en la categoría de Emprendedores en el programa de televisión de los Estados Unidos llamado Univisionarios.
Catalino Tapia, dice que es michoacano a mucha honra, recuerda que llegó a los Estados Unidos en 1964 a la edad de 20 años, con muchos sacrificios montó su propio negocio de jardinería, su historia inspiró su misión, cuando tenía apenas cumplidos ocho años mataron a su padre en Michoacán, y de ahí en adelante, dice, fue puro sufrir y con ello terminó su carrera de estudiante.
“Y me di cuenta de lo importante que es tener una educación porque el que no la tiene sufre el doble, por eso, la importancia de ayudar a los jóvenes a que cumplan su sueño”.
Dice que el inicio de su llega a los Estados Unidos fue muy difícil porque no hablada ni una palabra de inglés. Su primer trabajo fue en una panadería haciendo donas y ganando la gran cantidad de 45 centavos la hora trabajando siete días por semana para poder apenas sobrevivir.
Años después, un amigo le vendió una pequeña podadora de jardinería y ganaba 350 dólares al mes, tuvo la gran suerte que fue recomendado cada día con más personas quienes tenían mucho dinero.
“Al año ya tenía yo cuatro trabajadores porque yo solo ya no alcanzaba, con mis clientes hablaba ya inglés, un inglés michoacano”, sonríe al decir esto.
Se casó con Margarita quien dice es el amor de su vida con quien tiene dos hijos, Edel y Noel, el primero decidió abrir un negocio y el segundo terminó la carrera de Derecho en la Universidad de California en 1999.
“Ver a mi hijo graduarse de una Universidad me hizo sentirme muy feliz, y ahí mismo, ese día, note algo que me hizo sentir triste además de la felicidad, de ver que solamente muy pocos latinos se graduaron esa noche, y un día, algo me dijo que yo trabajaba para gente muy acaudalada, por qué no pedirles dinero para ayudar a más jóvenes a terminar sus estudios”.
Y fue en el 2003 cuando nació Scholarship Foundation, una fundación que ayuda y beca a estudiantes hispanos que viven en varios condados cerca de la Bahía de San Francisco.
“Tuve que tocar puerta por puerta pidiendo donaciones a mis clientes, yo dije, lo peor que me puede pasar es que me digan que no o que me corran por andar pidiendo dinero, pero ahí es donde viene la sorpresa, de que a las dos semanas ya había recaudado 10 mil dólares”.
El apoyo monetario, señaló el michoacano, no es tan importante como brindarles el apoyo moral a los jóvenes a quienes les dice que a pesar que no los conoce, él está ahí para ayudarlos, solo les pide que le echen ganas y que nada los detenga hasta que tengan un título universitario.
Son 348 vidas las que ha cambiado en estos 15 años, y dice que no puede ser de otra forma ya que su padre le enseñó a ayudar y le dio su corazón cuando murió. Dice, no es un visionario, solo se considera como un instrumento de Dios para ayudar a jóvenes latinos sin recursos para estudiar una carrera.
Cuando ve a un joven lograr lo que tanto había soñado y que le llamen y le digan que ya tienen su diploma, está feliz, y esa es su gran satisfacción, tanto que de esos jóvenes becados muchos lo llaman “abuelito”, por lo que ya los siente parte de su familia.
“Los jóvenes son los representantes del futuro, necesitamos apoyarlos a que sigan ellos con su sueño de obtener algún día un título universitario. Para mí es la gloria el saber la historia de todos estos jóvenes”.
Jessica Sierra, es una de las michoacanas que ha sido apoyada por la fundación de su paisano, a los 9 años llegó a San José, California junto con su madre para reunirse con su papá, quien tiempo después tuvo un accidente y la vida fue difícil, pero a ella le gustaba estudiar y sacaba buenas calificaciones.
“Un año antes de graduarme de la secundaria mi papá falleció en un accidente, y pues solo pensaba cómo sobrevivir, y como indocumentada me era más imposible cumplir con mi sueño de asistir a la universidad, empecé a aplicar a becas, y don Catalino me dio la oportunidad de estudiar”.
Personas como don Catalino, dijo, son las que apoyan y valen la pena “conocí a don Catalino en un evento escolar y supe que otorgaba becas, hice mi carrera, obtuve una maestría en Consejería y en esa ceremonia de graduación se honró el sueño familiar”.
Hoy día trabaja como Consejera de Salud Mental en una escuela de California, y aspira a convertirse en Terapista licenciada.