La Página
Ana María de Huarte y Muñiz nace el 21 de julio de 1786 en la ciudad de Morelia conocida en aquel entonces, durante el periodo colonial, concretamente hasta 1831, como Valladolid.
Hija de don Isidro Huarte (1744-1824), un importante empresario de origen navarro que había logrado hacer fortuna en México, donde también protagonizaría una relevante carrera política, y de la segunda esposa de éste, doña Ana Manuela Muñiz Sánchez de Tagle (1749-1800), mexicana de Durango y miembro de una de las familias más acaudaladas e influyentes de la zona. La pequeña Ana María fue educada según los estándares europeos, aprendiendo varios idiomas y siendo instruida en el protocolo más estricto.
Con la llegada de la juventud, Ana María se convertiría en una muchacha de llamativa belleza y con una personalidad arrolladora. En poco tiempo, de hecho, se convertiría en una de las atracciones de la alta sociedad de la ciudad, dejando prendados a no pocos hombres. Uno de ellos sería de hecho su futuro marido, Agustín de Iturbide y Arámburu.
El cual descubre muy pronto su vocación militar, alistándose al ejército siendo apenas un adolescente. Todas las crónicas apuntan a que entre ambos jóvenes se produjo un auténtico flechazo y que en poco tiempo ya discutían sobre un posible enlace matrimonial. Éste llegaría, tras la aprobación de las dos familias que no pusieron ningún a una relación que al fin y al cabo unía a dos de las familias más prominentes de Nueva España, el 27 de febrero de 1805 en la Catedral de Valladolid, contando el novio veintidós años y la novia diecinueve se casaron.
Los primeros años de matrimonio fueron de gran felicidad. Poco a poco, Ana María y Agustín irían formando una gran familia, formada por un total de diez hijos, sin embargo los continuos viajes de Don Agustín, quien, como oficial del ejército, estaba obligado a pasar temporadas en diversas campañas militares, comenzaron a hacer mella en el matrimonio.
Durante las primeras etapas de la guerra por la Independencia de México, Iturbide militó en el ejército realista combatiendo a los insurgentes. Posteriormente, durante el marco del trienio liberal en España, fue designado comandante para combatir a Vicente Guerrero, jefe de los rebeldes en la Sierra Madre del Sur. Con ideología opuesta a la implementación de la Constitución de Cádiz, decidió pactar con las fuerzas insurgentes. Proclamó el Plan de Iguala en febrero de 1821.
Más adelante, en agosto del mismo año firmó los Tratados de Córdoba con Juan O’Donojú. De esta manera se logró consumar la independencia el 27 de septiembre de 1821. Pese a que Ana María apoyaba a su marido en su carrera política, su presencia pública era en estos momentos fue muy discreta, prefiriendo dedicarse a la educación de sus hijos y a sus aficiones, especialmente la literatura y la música.
Varias fuentes apuntan a que Agustín comenzó en estos años a llevar una vida disoluta, pero Ana María haría oídos sordos a los rumores y siempre se mantendría leal a su marido, al que admiraba como militar y como político. Iturbide y Ana María fueron proclamados emperadores de México. La coronación se efectuó en la Catedral de la Ciudad de México el 21 de julio de 1822, Ana María fue coronada emperatriz en una elaborada ceremonia que fue presidida por los obispos de Puebla, Guadalajara, Durango, Oaxaca y oficiada por el Arzobispo de México Pedro José de Fonte.
Al momento de la coronación, Agustín tenía semi abandonada a Ana María, pero por razones políticas tuvo que reconciliarse con ella. Iturbide tenía muy mal carácter y la fama de ser mujeriego. Era afecto a asistir a fiestas y francachelas, donde se cuenta que así conoció a María Ignacia Rodríguez, la célebre “Güera Rodríguez”, quien despertó en él una pasión que lo orilló a derrochar la mayor parte de su fortuna. Los nuevos emperadores se fueron a vivir al palacio de los marqueses de San Mateo Valparaíso, construido en el siglo XVIII con un estilo arquitectónico barroco,
Por su parte, Ana María entró en una gran depresión y encontraba consuelo en sus hijos y en la comida, era adicta a los dulces de leche con nuez que la hacían evocar sus recuerdos de infancia, a sus amigas y a su casa en Valladolid, cuando comenzaron los problemas para su esposo y el Primer Imperio Mexicano, Ana María y sus hijos se refugiaron en un convento, pero después lo acompañaron al exilio cuando éste abdicó al trono el 19 de marzo de 1823 abrumado por la falta de recursos, el retiro de apoyo y las defecciones militares.
Después de un agotador viaje de casi tres meses, donde todavía la familia Iturbide tuvo que soportar una cuarentena en el puerto, llegaron finalmente a Italia, donde el duque Fernando III de Toscana les permitió instalarse a vivir en Livorno, donde alquilaron una pequeña casa de campo. España presionó para que los Iturbide fueran expulsados de Italia. Por ello, tuvieron que mudarse a Londres, donde residieron hasta el regreso de Iturbide a México.
El 11 de mayo de 1824 Ana María, Agustín e hijos, a bordo del bergantín inglés Spring, regresaron a México. Al parecer imaginaban que su presencia en el país provocaría una revuelta popular que les devolviera el poder. El barco desembarcó en el puerto de Soto la Marina, Tamaulipas el 15 de julio. Un día después fue hecho prisionero. A los dos días, sin más trámites, se le fusiló. Tenía entonces Agustín cuarenta años. Al sacerdote que lo confortaba le entregó, para que lo hiciera llegar a manos de Ana María, su rosario, su reloj y una carta que contenía lo siguiente:
Ana, santa mujer de mi alma:
La legislatura va a cometer en mi persona el crimen más injustificado. Dentro de pocos momentos habré dejado de existir y quiero dejarte en estos renglones para ti y para mis hijos todos mis pensamientos, todos mis afectos. Cuando des a mis hijos el último adiós de su padre, les dirás que muero buscando el bien de mí adorada patria. Huyendo del suelo que nos vio nacer, y donde nos unimos, busca una tierra no proscrita donde puedas educar a nuestros hijos en la religión que profesaron nuestros padres. El señor Lara queda encargado de poner en buenas manos, para que los recibas, mi reloj y mi rosario, única herencia que constituye el recuerdo de tu infortunado. Agustín.
El Congreso de México le dio autorización a ella y a sus hijos de marcharse a la Gran Colombia, asignándole a la familia una pensión anual de 8,000 Reales. Pero como no encontraron barco para que les llevara, se trasladaron a Estados Unidos, donde residiría Ana María por el resto de sus días. Ana María y sus hijos después de vivir en varios lugares de E.U. se instalaron en Filadelfia, mientras sus hijos proseguían sus estudios en diversos lugares, hacia 1847, el Gobierno Mexicano dejó de darle la pensión que le correspondía como esposa del fallecido Emperador Iturbide, la vida en los Estados Unidos fue discreta y caracterizada por las estrecheces financieras, teniendo que hacer la Emperatriz auténticos esfuerzos para poder pagar la educación de sus hijos.
Cuando estos llegaron a la edad adulta, Ana María intentó promocionarles como posibles mandatarios mexicanos, pero su influencia en Tierras Aztecas era ya nula. La Emperatriz, que en los últimos años de su vida se entregó con fervor a la religión, moría el 21 de marzo de 1861 en su casa de Filadelfia, a la edad de setenta y cinco años.
Ana María Josefa Ramona de Huarte y Muñiz viuda de Iturbide fallecía de hidropesía en su residencia de la calle Spruce en Filadelfia. Fue enterrada en la bóveda IX del Cementerio de la Iglesia de San Juan Evangelista, que ella adquirió en noviembre de 1849. Bajo una cruz, solo se grabó en ella: AMH. “Pocos podían sospechar que las siglas correspondían al nombre Ana María Huarte anteriormente emperatriz de México y el sepulcro a una Familia Imperial.”
Sus restos mortales descansan sin ningún tipo de honores, lejos de los de su marido, que se encuentran en la Catedral Metropolitana de México.
Fuente Conoce México a través de su historia