Por IGNACIO HURTADO GÓMEZ
Una vez más, después de varios años, a propósito de que alguien hizo mención del caso hace apenas unos días. Y con la esperanza de que se valore este ejemplo, y pongamos de una vez por todas a la cultura de la legalidad en el centro de la estrategia, y de que se entienda que es un asunto de todos.
El hecho es que, hace varios años conocí un video que describe de manera interesante el proceso de reconstrucción o renacimiento de la ciudad italiana de Palermo, la cual se había visto azotada por la llamada “Cosa Nostra” o la mafia siciliana.
En ese documental de poco más de quince minutos se explica cómo a partir de la reconstrucción del tejido social y de una mayor cultura de la legalidad se logró revertir el clima de inseguridad que se respiraba en aquel entonces.
El video inicia con imágenes difíciles como ejecuciones, cuerpos desmembrados, miradas incrédulas, personas desconcertadas y miedo. Posteriormente, el narrador comenta que hubo tiempos en los cuales la capital siciliana había sido sinónimo de violencia y corrupción, pero que en ese momento ya se consideraba como el símbolo del renacimiento gracias a un proceso que había involucrado a líderes políticos y civiles, miembros de la Iglesia, los medios de comunicación y las autoridades judiciales.
Se refiere como una historia de éxito en donde la sociedad civil jugó un papel importante para revertir su realidad y mejorar su calidad de vida. Explica que durante años los grupos del crimen organizado aprovecharon la corrupción y el miedo para fortalecerse. Estaba involucrado en muchos negocios y todo se conseguía pagando sobornos. Incluso la organización avanzó de tal forma que prácticamente infiltró todas las organizaciones políticas, incluso en otros ámbitos como la Iglesia, los medios y empresarios. Todo esto, señalan, causaba entre la ciudadanía desconfianza y desilusión ante el Estado de Derecho y en las instituciones en general.
Pero en la década de los 80 inició un nuevo movimiento entre líderes civiles, de la Iglesia, jóvenes abogados y jóvenes políticos clamando por una nueva cultura: la cultura de la legalidad. Se comenzó a pedir que la sociedad evidenciara a los políticos y personas corruptas, donde los medios jugaron un papel fundamental. Esta presión logró que los políticos decidieran actuar y permitir que las instituciones cumplieran su función contra la organización. Obviamente la reacción fue brutal. Sin embargo, la sociedad reaccionó de manera distinta a lo que se esperaba y con mayor fuerza apoyó con marchas y cadenas humanas a los líderes del movimiento que impulsaban una nueva cultura de la legalidad.
En la lucha cayeron personas que buscaban una nueva sociedad sin corrupción, pero ello generaba mayor indignación en una lucha por la seguridad, pero también por la libertad y la democracia, lo que generó que todos los centros de calidad moral se unieran al movimiento. La Iglesia, en voz del cardenal de Palermo, resonaba con fuerza cada domingo en contra de la situación, seguida del Papa Juan Pablo II, que personalmente acudió a Palermo en apoyo de la comunidad. Con la presión a todo, los legisladores se vieron obligados a aprobar leyes especiales para combatir la situación. Los medios locales comenzaron una incesante campaña de apoyo a la cultura de la legalidad. Finalmente, tras varias elecciones, el nuevo modelo de cultura de la legalidad logró llegar a gobernar a Sicilia, lo que permitió impulsar cientos de programas para fortalecer la cultura de la legalidad.
Se destaca el programa que mandaba el mensaje de que todos los espacios públicos estaban en manos de los ciudadanos y no de los malosos, por lo que cada escuela adoptó un monumento. También se narra cómo se recuperaron áreas abandonadas y se reconstruyeron. Un periódico local ofreció una página completa de manera gratuita para que los niños pudieran mandar artículos y cartas sobre las problemáticas de su comunidad, las cuales eran incluso contestadas por el propio alcalde. Con ello se fomentó el debate cívico, pero además permitió una comunicación directa entre la sociedad y sus autoridades locales de manera abierta y transparente sin intermediarios, ni favores. El periódico aumentó sus ventas y los jóvenes y niños leyeron más.
En el centro de la ciudad estaba un símbolo de corrupción que era el Teatro Masimo, que durante 23 años estuvo en obras de remodelación que permitieron el robo de fondos públicos. Pero después de un año de verdaderas obras de remodelación se abrió nuevamente y se entregó al pueblo de Palermo. También se abrió el centro multifuncional Zisa, en una zona con altos índices de criminalidad con el fin de atraer a las familias. Este extraordinario periodo fue lo que se conoció en Europa e Italia como el renacimiento de Palermo, donde, como lo dice el narrador: “Todos desempeñaron un papel fundamental los políticos, la Policía, los servidores públicos, la Iglesia, los ciudadanos comunes y los medios, éstos últimos fueron aún más importantes porque dirigieron la atención a todos los demás”.
Obviamente hubo resultados increíbles, bajó el crimen y la economía se reactivó, aumentaron los turistas. Se demostró que la lucha por la legalidad no sólo mueve las conciencias, sino también las emociones de millones de ciudadanos, pues de la lucha se hicieron historias, libros y canciones. Se reconoce que aún hay mucho por recorrer y que no todo ha sido erradicado, pero la historia demuestra que no es una utopía, sino la muestra de que hay esperanza. Al tiempo.
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* Ignacio Hurtado Gómez. Es egresado de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde ejerce también la docencia. Ha sido asesor del IFE (ahora INE); ex magistrado del Tribunal Electoral del Estado de Michoacán.
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