Por PACO LÓPEZ MEJÍA*
Ya en varias ocasiones les he platicado los eventos “curiosos” que ocurren en la casa de mis amigas morelianas Gena y Mary. Les llamo “curiosos”, pues ellas en realidad, así los toman; no les da miedo, o bien, ya se han acostumbrado a esos sucesos que asustarían a cualquiera.
Para quienes no han leído alguno de esos relatos, les diré que Gena y Mary, son dos hermanas que viven en una colonia al poniente de nuestra ciudad, a quienes conozco de toda la vida y con quienes mi familia y yo hemos mantenido una muy buena amistad. Son dos damas ya mayores de edad, que se dedican a su trabajo, a sus rezos y diaria asistencia a la iglesia cercana, a sus tejidos, a ver un rato la televisión y a leer, pues son grandes lectoras desde su infancia. Debo recordar también que, como lo he platicado, no son ajenas a las tecnologías actuales, cada una cuenta con su “Ipad” que utilizan para leer algunas novelas, y para ver videos de tejidos o de música.
Ya les platiqué en alguna ocasión la historia de los niños que vio Mary en la sala de su casa. También les he comentado que me consta que en la escalera de madera que lleva al primer piso, se escuchan claros pasos de hombre. También les he platicado las travesuras de lo que, creemos, es un duende o tal vez –yo creo- algún espíritu que solo busca hacer inocentes travesuras y reírse a costillas de las piadosas damas.
Pues bien, en la última ocasión en que visité mi tierra natal, estuve un rato con mis amigas saboreando el delicioso café que preparan, y al que ya me referí en otro de mis relatos, pues el travieso ser que las visita, parece que también disfruta del café, ya que el contenido de la olla en la que lo preparan y lo dejan, va disminuyendo sin explicación alguna.
En esta última visita que les hice, me mostraron un bonito alhajero de madera; una especie de cajonera en pequeño con cuatro cajoncitos; uno de esos hermosos trabajos artesanales de las hábiles manos michoacanas. Obviamente, al ser todo de madera, los cajoncitos deben jalarse con firmeza pero con cuidado para que salgan sin forzamientos, pues quedan justos en el hueco que les corresponde, es decir, no están flojos en su lugar y, no obstante, a pesar que se cercioran que los cajoncitos estén bien cerrados, cada vez que se acuerdan de ver su curioso alhajero… ¡El cajoncito de abajo se encuentra abierto…! ¡Como si alguien hubiera andado curioseando por ahí y lo hubiera dejado salido de su lugar!
El alhajero en cuestión, está en la parte baja de una mesita alargada y, de inmediato consideré que tal vez la mesita estuviera un poco “coja”, pero verifiqué que no era así, de manera que pensé que tal vez algún desnivel del piso hacía que el cajoncito se saliera y giré el alhajero de manera que el frente quedara precisamente del lado opuesto al que siempre tenía… y nos dirigimos a la mesa del comedor muy tranquilos y yo, debo decirlo, muy satisfecho de mi inteligente solución al insondable misterio del cajoncillo rebelde.
Nos dedicamos un buen rato a platicar y a tomar café, lo que seguramente sacó de sus casillas al inquieto duendecillo que anda por ahí, pues debe haber pensado que no le íbamos a dejar nada…
Entre un tema y otro de nuestra agradable charla, Mary me comentó que su televisor solo captaba un canal de los disponibles en nuestra ciudad, y a veces, ni uno; me ofrecí a ver si podía ayudarles y fuimos los tres hacia el pequeño estudio en donde tienen su pantalla de televisión, para lo cual debíamos cruzar a lo largo la sala y pasar a un lado de la mesita en donde tienen el alhajero… ¡Yo ni me acordaba de mi hazaña…! Pasé sin voltear a ver la mesita y detrás de mi escuché la risa de Gena… -¡Ja, ja, ja…! ¡Mira nada más…!
Volteamos de inmediato, y vimos que Gena señalaba hacia la pequeña cajonera… ¡Increíble…! ¡Verdaderamente el duendecillo –o lo que sea- se estaba burlando de nosotros…! El alhajero seguía en la posición en que yo lo había dejado… ¡Pero algo, o alguien, había jalado los dos cajoncitos de abajo…!
No puedo negarlo, sentí un escalofrío recorrer mi espalda mientras me acercaba curioso a revisar el alhajero… Nuevamente traté de encontrar algún desequilibrio en la mesita, pero estaba perfectamente asentada… me encontraba casi hincado tratando de encontrar alguna explicación racional, cuando a mis espaldas, en la escalera de madera… “¡Paashh… paashh… paashh…!” ¡Unos pasos suaves pero claramente audibles parecían subir los escalones…! Me levanté de inmediato, y vi las caras entre perplejas y sonrientes de mis amigas, que volteaban hacia la escalera… estábamos a dos o tres pasos de ella… como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, nos dirigimos hacia allá, vimos hacia arriba y… ¡Nada…! El solitario foco del descansillo parecía parpadear ligeramente, pero en realidad… ¡Ahí no había nada… no había nadie…!
-Paco, tú dices que es un duendecillo… -me dijo Mary- ¡Pues se está burlando de ti…!
Nos reímos y fuimos hacia el estudio a ver si podía ayudarles a arreglar la televisión, no sin antes meter nuevamente hasta el fondo los dos cajoncitos del alhajero…
Efectivamente, la televisión solo captaba un canal y muy mal, a cada momento se cuadriculaba la imagen o se desaparecía por completo.
Mis amigas no tienen contratado ningún servicio de cable, y la antena que tienen, es de esas pequeñas que se adhieren al vidrio de alguna ventana. Les comenté que tal vez la antena era insuficiente o no tenía la capacidad necesaria para captar más canales, pero argumentaron que con ese pequeño artilugio habían visto varios canales durante un buen tiempo. Así que me dirigí a ver la conexión de la antena y atrás de la pantalla vi otro cable coaxial; obviamente les pregunté acerca de ese cable y me aclararon que ese cable era el que se conectaba cuando tenían contratado un servicio de televisión de paga, pero que no lo habían quitado porque pasa por dentro –o por atrás- de un bonito mueble de madera que cubre toda la pared y en el que hay libros, fotografías y algunos recuerdos familiares; que no habían intentado quitarlo, porque no sabían por dónde sacarlo.
De tal manera que el dichoso cable, ahí estaba pero no servía para nada. Procedí a revisar la conexión y me percaté que estaba sumamente floja, casi a punto de soltarse de la pantalla, de tal manera que únicamente apreté el conector y de inmediato se vieron varios canales a la perfección. Estuvimos viendo un rato la televisión y nos dirigimos nuevamente hacia el comedor… Inconscientemente –o tal vez muy conscientemente- pasé lo más retirado posible de la escalera y de la mesita con la pequeña artesanía que se ha convertido en el juguete preferido del duendecillo.
Todavía nos terminamos el café que habíamos dejado en la mesa, y me despedí de mis amigas, quienes como siempre, me acompañaron hasta la puerta de su casa… Al pasar por la mesita, no resistí la tentación y me agaché a ver el alhajero… -¡No puede ser…! –exclamé- ¡Nuevamente el cajoncito de abajo estaba algo salido y el siguiente también…!
Apresuré la despedida por temor a que se fueran a escuchar otra vez los pasos en la escalera…
Pues bien, hace algunos días, ya por la noche, recibí una llamada telefónica… Era mi amiga Mary… Después de los saludos normales, me dijo: -Paco, ¿te acuerdas que nos arreglaste la antena?
-Pues sí –contesté-, aunque realmente lo único que hice fue apretar la conexión… ¿Ya no se ve…?
-No, pero quiero saber qué le hiciste, porque queríamos ver las noticias y no se ve nada…
-Posiblemente se aflojó nuevamente el conector, sólo apriétalo.
En eso quedamos y supuse que así lo hizo; al día siguiente, nuevamente por la noche, recibí otra llamada de Mary…
-¿Qué pasó con tu televisión?- Le pregunté de inmediato…
Y he aquí lo que pasó:
Mary se dirigió a la televisión, vio que el conector estaba perfectamente ajustado, y mientras Gena, su hermana, vigilaba el televisor, Mary empezó a mover la pequeña antena adherida a la ventana… Pero todo fue inútil, así que se fueron al comedor a charlar un rato mientras cenaban, pero ambas estaban con la tentación de ver las noticias… fueron nuevamente al estudio… Mary, se dirigió a la ventana a mover la antena, mientras Gena le indicaba si lograba ver algo…
A un lado de la televisión, tienen como adorno un pequeño y bonito reloj que les regaló uno de sus hermanos y al que hacía unos días habían logrado ponerle pila…
Obviamente, mientras Mary practicaba sus dotes de técnica en antenas, Gena había visto de reojo el reloj… y algo… algo le llamó la atención…
Pero en la televisión, no se captaba nada, así que subieron a una de las habitaciones a ver un televisor que tienen allá, y se veía perfectamente. Pensaron que tal vez la pantalla del estudio se había descompuesto y bajaron nuevamente. Mary se dirigió otra vez a mover la antena sin ningún resultado y fue nuevamente a verificar la conexión, ahora siguiendo el cable hasta la televisión y… ¡Casi pegó un grito…! El cable de la antena –que yo había dejado bien conectado- ¡estaba suelto y como a treinta centímetros del televisor…! Volteó ligeramente la pantalla y… ¡Ahí estaba conectado el cable inservible de cuando tenían servicio de pago…!
Casi temblando, mientras lo comentaba con su hermana, desconectó el cable inútil, y atornilló el de la pequeña antena… Probaron la televisión y grande fue su sorpresa al darse cuenta que precisamente los canales preferidos de ellas ¡No existían… Según la leyenda que aparecía en la pantalla…! Y los canales que sí se veían, aparecían con dos franjas negras a los lados… Obviamente, algo o alguien había cambiado la configuración de la pantalla. Manipularon el control remoto, hasta que inexplicablemente, los canales de su preferencia, se empezaron a ver, aunque también con la configuración de pantalla cambiada. En fin, con un poco de temor se dispusieron a ver la parte final del programa de noticias y, como Mary estaba cerca de la televisión, Gena le pidió que le pasara el pequeño reloj, pues algo había llamado su atención… lo vieron las dos… ¡Increíble…! Aquel bonito reloj, con pila nueva, que le habían puesto unos días antes… ¡Tenía poco más de media hora de atraso…! ¡Imposible… la pila estaba nueva… y no se había atrasado ni un minuto en los días anteriores…!
Definitivamente, creo que ese duendecillo es ¡Un travieso…!
- Paco López Mejía. Es abogado por la UNAM. Orgullosamente moreliano, apasionado de su ciudad, historia, misterios y leyendas. Le gusta poner en práctica la magia y la fotografía.