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“La dama de la Calle Real”. Por Paco López Mejía

Por PACO LÓPEZ MEJÍA*

Narraré en esta ocasión un hecho que varias veces nos contó mi papá, en aquellas noches después de cenar, en las que nos platicaba sucesos tenebrosos y de pronto, cuando ya todos estábamos con los ojos “como de plato”, se paraba de su silla y decía “El último que se vaya apaga la luz…” Obviamente todos corríamos para no ser el último.

Mi papá era un hombre muy inteligente y sumamente culto, por lo que no era dado a dar crédito a “simples cuentos o consejas populares” de tal manera que los sucesos que nos narraba, eran aquellos de los que fue testigo o de los que se enteró de fuentes enteramente confiables.

Ya he platicado en otra ocasión, que mi abuelita y mi papá, siendo éste un niño, vivieron en Morelia al amparo de un hermano de ella, de nombre Pedro, que era soltero y tenía el noble oficio de zapatero: fabricaba zapatos a mano; al parecer en aquella época gozaba de buena salud, buena vista, y nunca supimos que fuera aficionado a las bebidas espirituosas.

El hecho ocurrió, según mis cálculos, en los primeros años de la década de los 20’s, del siglo pasado, por lo que respetando en lo esencial el relato de mi papá, he señalado las calles con su nombre actual, en la inteligencia de que habrá que recordar a las nuevas generaciones, como ya se ha dicho en este grupo, que la Avenida Madero fue durante mucho tiempo conocida como Calle Real.

Cierta noche, como en otras veces, a Don Pedro se le acumuló el trabajo y salió tarde para dirigirse a su casa… Ya pasaban de las once de la noche en el reloj de la Catedral, y caminaba de prisa por la Calle Real, con rumbo a Las Monjas, pues su casa se ubicaba en Serapio Rendón, muy cerca de la esquina con Plan de Ayala, por lo que su camino siempre era por la Calle Real, hasta dar vuelta en Serapio Rendón…

A mitad de la cuadra, más o menos por donde se ubicaría después el Cine Eréndira, algo rompió el profundo silencio de la noche moreliana… a lo lejos se escuchaba el toc, toc, toc, como proveniente de las zapatillas de una dama que caminara en forma apresurada… Levantó la mirada y vio aproximadamente a dos cuadras de distancia y dirigiéndose hacia él, lo que aseguraría después, era una mujer vestida de blanco al parecer con traje largo y vaporoso.

El silencio de la noche provinciana en aquellos lejanos años y la ausencia de otros transeúntes, permitía que se escucharan con nitidez sus pasos… Obviamente, en aquella época era impropio que una dama, salvo extraordinarias circunstancias, caminara sola por la calle… Por muy Real que ésta fuera…

Aquello le provocó extrañeza y, desde luego temor, por lo que apresuró aún más el paso y decidió dar vuelta por Pino Suárez, abandonando su habitual camino, a fin de no tener un encuentro indeseado… apenas había dado unos pasos sobre esta última calle, cuando escuchó claramente los tacones detrás de él, volteó y aquella mujer vestida de blanco se encontraba ¡ya!, en la esquina… ¡Mientras él había recorrido poco más de media cuadra, la misteriosa dama había recorrido casi dos cuadras…!

Don Pedro casi corrió hasta llegar a Aquiles Serdán en donde dio vuelta hacia la derecha y siguió a la misma velocidad; al llegar a la esquina con Álvaro Obregón, volteó hacia atrás y no vio nada… Sin embargo, el taconeo volvió a escucharse a lo lejos y dirigió su mirada hacia la Calle Real… ¡Allá estaba la dama de blanco…!

Francamente asustado, corrió sobre Álvaro Obregón y al llegar a 20 de Noviembre, se detuvo un poco, y escuchó claramente el femenino taconeo… Volteó hacia atrás y vio a lo lejos la blanca figura.

Imaginemos aquella época: la ciudad escasamente iluminada y un profundo silencio por la noche… Seguramente se podía escuchar muy a lo lejos el cantar de algún enamorado al pie de un balcón moreliano… el susurrar de las hojas de los árboles levemente movidas por el viento, y acaso el cantar del agua cristalina en alguna fuente “…donde vagan vestiglos viviendo el terciopelo inmutable de tus siglos…”

Don Pedro cruzó a toda velocidad el Jardín de San José e internóse por aquellas callejas misteriosas… corrió por Plan de Ayala para alcanzar a toda prisa su calle ¡Serapio Rendón! ¡Por fin…!

… Pero al dar vuelta hacia su casa… ¡Nuevamente el claro sonido de los tacones…! Dirigió la vista hacia la Calle Real, y vio en la esquina de ésta…muy a lo lejos –a tres cuadras-, a la mujer vestida de blanco… Y claramente vio que se dirigía hacia donde él estaba… cada vez se escuchaba con más fuerza, más cercano el taconeo… Don Pedro empezó a gritar a su hermana “¡Abre, abre…!” al llegar a la puerta de su casa tocó con toda su fuerza al tiempo que gritaba nuevamente… Su hermana –mi abuelita-, quitó la tranca y abrió a toda prisa y entró corriendo Don Pedro jadeando, pálido… demudado… Mi abuelita cerró inmediatamente la puerta y al ir cerrando, entre el chirrido de la puerta distinguió claramente un apresurado taconeo de mujer…

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  • Paco López Mejía. Es abogado por la UNAM. Orgullosamente moreliano, apasionado de su ciudad, historia, misterios y leyendas. Le gusta poner en práctica la magia y la fotografía.

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