Por PACO LÓPEZ MEJÍA*
Como lo hacía frecuentemente, Lily había ido a visitar a su tía, a la que fuera también su casa de la infancia, muy cerca del Jardín de la Soterraña. Como lo hacía siempre, había dejado su carro junto al Jardín, casi frente a la fuente, en la calle norte. No sabía porqué, pero siempre lo dejaba en ese lugar. Como siempre, había caminado rodeando el Jardín por el lado poniente para llegar a casa de su tía… nunca cruzaba por los andadores que separan las jardineras… Habían charlado gratamente frente a sendas tazas de un delicioso café acompañado con galletitas que eran la especialidad de su tía…
Poco después de las seis de la tarde, se despidió…
Caminó tranquilamente hasta la esquina de Quintana Roo y Guerrero, cruzó hacia el Jardín para empezar a rodearlo de regreso a donde había dejado su vehículo… de pronto, sintió como nunca había sentido, el impulso de sentarse en aquella banca de cantera del lado de Quintana Roo. La tarde era deliciosa en aquella Morelia tranquila de finales de los ochentas… los rayos del sol dirigiéndose al occidente iluminaban las copas de los árboles, en donde jugueteaban los alados cantores lanzando sus trinos como despedida al sol… de vez en cuando una nubecilla vagabunda cubría ligeramente la luminosidad, pero enseguida parecía avergonzarse de su atrevimiento y daba paso a los rayos del sol vespertino…
Lily obedeció a aquel impulso y se sentó en la banca de cantera añosa… a lo lejos, se veía la fuente… La “pila”, como le llamaban casi todos los morelianos… Sacó de una bolsa de papel una de las galletitas que le había dado su tía “para el camino” y empezó a mordisquearla suavemente… A su derecha, escuchó una risa infantil y volteó hacia allá: una chiquilla de cinco o seis años acababa de llegar al jardín acompañada de su madre… La nena lanzó una pelota por la callecita que lleva hacia la fuente y corrió tras ella, mientras su madre caminaba de prisa tras la pequeña… “¡No te acerques a la pila…!” alcanzó a escuchar Lily… Las siguió con la vista esbozando una ligera sonrisa… ¡Y el aroma tenue de la añoranza empañó sus ojos…!
Veinte años antes… aquella chiquilla podría haber sido Lily…
Veinte años antes, aquella banca estaría ocupada por unos momentos por su mamá y, ocasionalmente, también por su papá… Mami y papi, como todos los hijos les decían…
Veinte años antes… en tardes muy parecidas, una chiquilla de casi seis años, de pelo suavemente rizado y ojos color miel, con un florido vestido ampón, correteaba tras la pelota… detrás de ella, mami… “¡No te acerques a la pila…!” era el grito cotidiano… Lily era la más pequeña de la familia, pero su hermana más cercana era seis años mayor que ella, por lo que muy rara vez iba a jugar con ella en La Soterraña.
En ocasiones, había otros niños y niñas jugando, y como todos los niños en todas partes del mundo, al poco rato ya eran los más grandes amigos y todos jugaban juntos, mientras las mamás que casi siempre se conocían, platicaban sin perder de vista a los pequeños… Pero otras veces, como también les pasaba a otros niños, a Lily le tocaba jugar sola… ya conocía las advertencias de mami y las seguía obedientemente…
Cierta tarde, le tocó jugar sola… ¿sola…?
Mami la seguía pacientemente por el andador, cuidándola mientras la hermosa chiquilla correteaba entre risas y gritos tras la pelota… de vez en cuando algunos pajarillos parecían hacer coro a los gritos infantiles… Ya sabía que no debía acercarse a la fuente, así que cuando la pelota se iba hacia allá, la niña llegaba hasta el límite del césped, y esperaba a que mami fuera por la pelota… un juego inocente y seguro… Lily jugaba sola… ¿sola…?
Cerca del área sin pasto que rodea la fuente, Lily pateó “con fuerza” la pelota… se detuvo a esperar que mami, que estaba muy cerca, fuera por ella… fue un instante… la pelota rodaba hacia la fuente… de pronto, pareció dar un leve rebote y… ¡regresó botando suavemente hacia Lily…! Mami se detuvo junto a la nena viendo que la pelota, tal vez, había pegado con el borde de la fuente y regresaba. La niña correteó un poco por el andador y, riendo, volvió a lanzar la pelota hacia la fuente… Mami, riendo también, iba hacia ella… pero… la pelota nuevamente dio un suave rebote y… regresó junto a la niña… Lily miraba fijamente y sonreía hacia la fuente…
Pasó… Ya se retiraban Lily y mami, cuando ésta se percató que la niña volteaba hacia la fuente y sonreía…
Tres o cuatro días después, había otra niña acompañada por su mamá, jugando en el jardín… Las dos señoras se pararon a platicar a mitad del andador, sin dejar de ver a las chiquillas mientras corrían, gritaban, reían… las dos sabían que no debían acercarse a la pila…
En otra tarde en que el sol brillaba esplendorosamente, no había más pequeños en el jardín… Lily jugaría sola… ¿sola…?
Mami la vigilaba desde la añeja banca de cantera… cuando vio que se adentraba en el andador, se levantó rápidamente y fue hacia ella… la nena jugaba con la pelota, pero aún se encontraba lejos de la fuente… la madre la vigilaba… de pronto Lily aventó con las manos la pelota con dirección a la fuente y… antes de abandonar el andador… la pelota se detuvo y… ¡regresó…! La chiquilla de los ojos color de miel reía mientras corría hacia la pelota… nuevamente la pateó con toda la fuerza de sus pocos años y la pelota casi llegaba a la fuente, cuando dio un ligero rebote y regresó con mayor fuerza… casi llegó hasta donde estaba mami… La señora miró extrañada hacia el frente y vio que su hija movía la mano como despidiéndose de alguien…
Sucedió así dos o tres veces más, siempre cuando no había más pequeños en el jardín, hasta que una tarde, mami se percató que Lily, en el límite del área que rodea la fuente, gesticulaba como platicando con alguien… mami se asustó y fue por la niña, la tomó de la mano y la retiró del lugar… Lily agito su manita despidiéndose de… alguien…
Volvió a suceder algo parecido en otra tarde, y mami, mujer inteligente, interrogó en forma discreta a la chiquilla: -¿Qué hacías…?
-Platicaba con mi amiga- respondió la nena.
Aunque mil preguntas revoloteaban como pajarillos asustados en la cabeza de mami, trató de indagar de la manera más natural posible…
-¿Quién es tu amiga…!
-Se llama Lita…
-¿Lita…? Será Rita…
-Ella dice “Lita…”
-¿Es más pequeña que tú… o más grande…? ¿Como tu hermana Anita…?
-No, es más pequeña- dijo la chiquilla mostrando una alegre sonrisa…- ¡Y se mojó…!- concluyó riendo.
-¿Dónde vive…?
-¡Allí…!- Lily señaló hacia la fuente.
Mami creyó que se refería a alguna de las casas frente al jardín y que, tal vez, la niña “Lita” se había ocultado tras algún arbusto… Unas tardes después, nuevamente jugaba Lily, sin otros niños alrededor, cuando la pelota nuevamente regresó “por si sola” hasta ella… Lily corrió por el juguete agitando la mano y riendo alegremente mientras gritaba: “¡Lita…. Lita…!”. Mami, asustada, fue por la niña, revisó rápidamente los alrededores sin ver a nadie y, suavemente, sin alarmarla, la tomó de la mano y se dirigieron a su casa.
Por la noche lo platicó con su esposo, quien trató de tranquilizarla y le prometió indagar al respecto. Al día siguiente, papi lo comentó con un amigo a quien le gustaba mucho leer temas “extraños”.
-Seguramente es una amiga imaginaria- opinó su amigo. –Es frecuente en niños pequeños que casi siempre juegan solos… Dejen de llevarla al jardín unos días y verás que se le olvida.
Papi y mami lo platicaron con los hijos mayores –Marcos y Anita- y con la abuela y tía maternas, en cuya casa vivían; de manera que toda la familia contribuyó alegremente a entretener a la chiquita durante varios días, para que no pidiera salir al jardín.
Todo parecía olvidado… Un domingo por la tarde, después de asistir a misa, la familia decidió estar un rato en el jardín; solo la abuela y la tía se adelantaron hacia la casa…
Los hermanos jugaban a “la roña” a “los encantados” y a otros juegos de la época, correteando en los andadores, los dos mayores siempre cuidando amorosamente a la pequeña, mientras papi y mami, platicaban sentados en la banca de cantera… todo era tranquilidad… Anita se percató que de vez en cuando, Lily volteaba hacia la fuente como buscando algo o a alguien… Anita volteó hacia todos lados sin ver nada extraño, y siguió jugando con sus hermanos… En un momento del juego, Lily se encontraba casi a la mitad del andador… Anita la veía sonriendo, a su espalda se escuchaba el suave sonido de la fuente… en eso… sintió un jalón en su falda y al mismo tiempo sintió gotas de agua en la espalda, volteó pensando que era una broma de su hermano… y vio… a aquella niña… pálida… de ojos oscuros y sin brillo… con una ligera sonrisa burlona… con su pelo suelto y mojado igual que el vestido que le llegaba casi al tobillo… No pudo reprimir el grito que se fundió con los gritos de Lily: “¡Lita… Lita…!” sintió un intenso sudor frío… sus piernas se doblaban… apenas alcanzó a sostenerla Marcos antes de que cayera sobre una de aquellas ramas con espinas que protegían el césped… Papi y mami corrieron hacia ellos. Mami tomó de la mano a Lily, mientras papi y Marcos ayudaban a Anita que parecía perder la conciencia… se dieron cuenta que su largo y sedoso pelo estaba salpicado de agua…
Llegaron a casa y después de casi bañar en alcohol a la jovencita, se enteraron de su terrible experiencia… tratando de no asustarla, le preguntaron a Lily, y la pequeña, inocentemente, les dijo que Lita solo quería jugar…
A partir de esa tarde, varios eventos fuera de lo normal sucedieron en la casa: Se movían o se caían las muñecas… el triciclo avanzó solo, dos o tres veces… el plato de galletas que no faltaba en la mesa, se estrelló en el piso ruidosamente… Lily, en su inocencia, decía que jugaba con Lita…
En fin, hasta el amigo de papi, que había sido un “rojillo” y “ateo” en sus tiempos de estudiante, sugirió que llevaran a “un cura”. Así lo hicieron, pero Lita siguió haciendo travesuras… Los padres lo platicaron con los hijos mayores y con la tía y la abuela, y acordaron mudarse de casa. Entre todos, con todo el amor y cuidado, se lo explicaron a la nena quien se entristeció unos días y se quejaba de que ya no vería a Lita, pero al fin, una tarde con ayuda de aquellos mudanceros del rumbo de Carrillo, que usaban unas carretas tiradas por mulas, se cambiaron a una amplia casa al oriente de la ciudad. Continuaron visitando a la abuela y tía, quienes nunca volvieron a tener ninguna otra experiencia… Lily, nunca volvió a ver a su amiga de la infancia…
… La guapa joven de rizada cabellera y ojos color de miel, sacudió un poco la cabeza como para sacudirse aquellos recuerdos… se secó discretamente de sus ojos la añoranza… la tarde poco a poco empezaba a convertirse en noche… Lily guardó el trozo de galleta en la bolsa… se levantó lentamente y, como nunca lo hacía, se dirigió al andador de sus juegos infantiles, caminó despacio, suavemente, como tratando de no provocar ruido con sus tacones sobre las baldosas… llegó al límite del prado… se acercó con cuidado a la fuente… mojó su mano de porcelana en la fresca agua y con un tímido y discreto movimiento, se despidió para siempre de su amiga Lita…
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*Paco López Mejía. Es abogado por la UNAM. Orgullosamente moreliano, apasionado de su ciudad, historia, misterios y leyendas. Le gusta poner en práctica la magia y la fotografía.