Por PACO LÓPEZ MEJÍA
Como ya les he platicado anteriormente, los entes del más allá o de otras dimensiones o como quiera llamárseles, no han tenido mucho trato conmigo; en realidad, muy pocas veces he sufrido un “susto” como los que he narrado en mis diversos relatos, y cuando ha sucedido, realmente han sido sorpresas “leves” que no son para hacer un relato en forma, digno de ser presentado ante este selecto grupo.
Ya en uno de mis relatos al que llamé “Mis sustos”, les platiqué algunas de esas experiencias que realmente no dejaron gran impacto en mi mente; también hace unas semanas, narré el raro evento en el que mi hija vio, en el pasillo de la unidad habitacional en la que vivimos, a una mujer delgada, vestida de negro y de larga cabellera, a plena luz del día y que, de pronto… ¡Desapareció…! Hecho que se repitió días después, una tarde en que mi hija y yo vimos a esa misma mujer y otra vez, prácticamente ante nuestros ojos ¡desapareció…!
Este último hecho ocurrió recientemente, y también en fechas recientes, parece como si algún duende o alguna entidad ignota, ha querido hacerme notar que además de ser un narrador de experiencias ajenas, puedo convertirme en protagonista de mis propios relatos, lo cual, por una parte me causa cierta intriga y, por otra, me da un poco de gusto pues así tengo, para ustedes, un relato “de primera mano”.
En el departamento en que vivimos, como en todos los edificios de departamentos, se escuchan ruidos de las viviendas colindantes, tanto de un lado como de otro, o de arriba o de abajo, pero sucede que el nuestro se encuentra en una ubicación que podríamos llamar “privilegiada”, pues al encontrarse al fondo del edificio, solo colinda por un lado con otro departamento en el que casi nunca hay ruido, y por la parte de atrás, con otra vivienda que por el momento no se encuentra habitada. Así pues, cuando se escucha algún ruido, podemos darnos cuenta de dónde proviene…
Cierta tarde, me encontraba solo y decidí que era el momento propicio para escribir alguno de mis relatos, así que me dispuse a ello… La única luz encendida en el departamento, era la de la sala, donde tengo mi escritorio…
Encendí la computadora… esperé a ver la “pantalla en blanco”… esa que tanto tememos cuando queremos escribir algo… esa que sabemos que hay que llenar de caracteres… ¡Y no encontramos por dónde empezar…!
Como creo que lo hacemos muchos, me quedé viendo a la pantalla… esperando tal vez la llegada de las musas, que a veces se hacen esperar un buen tiempo…
Decidí el inicio del relato… y de pronto… “¡Traaackkk…!” ¡Un fuerte golpe en la cocina….! Me levanté de inmediato pensando que, tal vez, mi perrita andaba haciendo alguna travesura… pero en ese momento mi mascota salió de abajo de la mesa gruñendo y se dirigió de inmediato a la cocina… fui para allá… ¡La luz estaba encendida… inexplicablemente…!
Revisé por todos lados y ¡Nada…! ¡Todo estaba en su lugar…! La perrita, con los pelos del lomo ligeramente erizados, buscaba por todos lados, olfateaba y gruñía en forma muy suave… ¡Y no logramos encontrar nada raro…! Yo sabía que el ruido no podía provenir del departamento de atrás, pues está deshabitado… Además… ¿Quién encendió la luz de la cocina…?
No puedo negar que sentí un ligero escalofrío, pero realmente lo atribuí a lo que había estado pensando para escribir mi relato…
Como para “hacer tiempo”, tomé un poco de agua mientras revisaba nuevamente el lugar… no vi nada raro y regresé a mi silla…
Tengo una silla secretarial de esas que se pueden girar y cuyo respaldo se sostiene desde abajo del asiento, en donde el soporte del respaldo entra en un ancho carril y se ajusta con un grueso tornillo… empujé el respaldo y giré un poco la silla para sentarme… en el momento en que me iba a sentar… “¡Cliiinckkk…. Traaashhh…! ¡El grueso tornillo salió despedido junto con el respaldo…! ¡El tornillo cayó como a un metro detrás de mi… y el respaldo rebotó a mi izquierda aproximadamente a cincuenta centímetros…! ¡Brinqué sorprendido o asustado o las dos cosas a la vez! Mi perrita que apenas estaba acomodándose, salió corriendo de abajo de la mesa y se fue a refugiar a la recámara de mi hijo, de donde no salió hasta que llegó el resto de la familia… Creo que en ese rato, pensé seriamente ir a echarme junto a ella…
¡Imposible…! El tornillo nunca se había aflojado y además, para sacar el soporte del respaldo, hay que tirar de él hacia atrás para que se libere de su carril… aún no me explico qué fue lo que sucedió…
En realidad, me dio un poco de miedo y desistí de escribir esa tarde mi relato; lo hice hasta el día siguiente por la tarde, en que se encontraban también mi esposa y mi hija, no sin antes asegurarme que el respaldo de mi silla se encontraba perfectamente ajustado… Como en la tarde anterior, encendí la computadora… observé nuevamente –no se para qué- el espacio en blanco, recordé las primeras palabras que había estado a punto de escribir… y en ese momento… salió rodando, suavemente, de abajo de uno de mis libreros… una pelota pequeña… color rojo brillante, que es –o era- uno de los juguetes preferidos de mi perrita, y que hacía varios días que no veíamos… salió como impulsada por alguna fuerza desconocida. La perrita, que estaba echada junto a la puerta, se levantó de inmediato, de un brinco llegó hasta la pelota y cuando pensamos que la iba a atrapar con el hocico para empezar a jugar… simplemente se le quedó viendo… ni siquiera la olfateó… ¡Casi la brincó y se fue a refugiar nuevamente a la recámara de mi hijo…!
Desde ese día, la pelota rojo brillante, ha perdido el encanto para mi mascota… aunque se la ofrecemos, la hacemos rodar… simplemente la mira, se ha atrevido a olfatearla y a tocarla levemente, como temerosa, con la mano… pero no ha querido jugar con ella…
En fin, pude terminar mi relato… y no ha vuelto a suceder nada… al menos en nuestro departamento…
Unos días después, acudimos todos a un desarrollo habitacional -como ahora llaman pomposamente a los condominios-, a recibir las llaves de un nuevo departamento, al que próximamente nos mudaremos…
Después de la consabida reunión informativa con cuatro o cinco personas más, la visita a los edificios guiada por ejecutivos de la inmobiliaria y la entrega de llaves, nos dimos a la tarea de recorrer el inmueble… fui al estacionamiento que está en el “semi-sótano”, y después, fui al sótano, en donde tendremos una pequeña bodega… abrí la puerta de la bodega… obviamente no tenía luz, pero con la poca que entraba de fuera, me aventuré a entrar para, más o menos, apreciar sus dimensiones… en ese momento… “¡Aaaaahhhhh…!” ¡Una especie de exhalación o suspiro prolongado escuché a mis espaldas…! Una especie de quejido muy leve, pero prolongado… ¡Creo que brinqué…! De inmediato vi hacia atrás, pensando que posiblemente alguien de mi familia también había bajado al sótano… pero… ahí no había nadie…
En el “semi-sótano” y el sótano, hay sensores de movimiento, de manera que las luces se van encendiendo conforme se acercan los automóviles o las personas…
Vi hacia fuera de la bodeguita… y de pronto… ¡Se encendió una luz cuatro o cinco metros más adelante…! Esperé a ver si pasaba alguien… pero… ¡Nada…! ¡Nadie…! Dos o tres minutos más tarde, la luz se apagó…
Me salí de la bodega tratando de guardar la compostura y cerré; fui a buscar a mi familia, no les comenté nada de lo sucedido, pero minutos más tarde, fuimos todos a la bodega y, estando ahí… ¡Otra vez aquella exhalación o suspiro largo, suave, pero perfectamente audible…! Nos miramos extrañados, esperamos un momento en silencio tratando de escuchar o percibir si por ahí andaba alguna persona… pero nunca vimos a nadie…
Desde luego, no descarto que por ahí anduviera alguno de los trabajadores de la inmobiliaria… pero… también… recordé una leyenda urbana que he escuchado dos o tres veces, acerca de los trabajadores de la construcción que quedan sepultados en el concreto y, debo confesarlo, un ligero escalofrío –que no comenté a mi familia- recorrió mi espalda…
Espero no volver a ser protagonista de mis propios relatos…
———————————————
*Paco López Mejía. Es abogado por la UNAM. Orgullosamente moreliano, apasionado de su ciudad, historia, misterios y leyendas. Le gusta poner en práctica la magia y la fotografía.