Por LEOPOLDO GONZÁLEZ*
El presidente sorprendió hace días, en el 218 aniversario del natalicio del Benemérito, con la confesión bien loca de que “habla con Benito Juárez, le pide consejos y… nunca le ha fallado”. En el colmo de la pantomima, agregó: “Todavía está entre nosotros”.
Muchas cosas se pueden pensar, en tono serio o en plan de chunga, sobre un Ejecutivo que dice oír voces de ultratumba.
O se propone seguir tomándole el pelo a todo un país, o la demencia senil avanza velozmente sobre un cuarto de neurona, o es una más de las características loqueras de quien ha dado muestras de no tener el juicio en su lugar.
Al margen del nivel tan pedestre del discurso presidencial, se debe admitir que puede conquistar aliados y feligreses entre la gente despistada que cree en “San Amlito”, porque entre gente informada y de razón no pasa de ser un impostor que usa cualquier medio a su alcance para llamar la atención y seguir alimentando la sobremesa social.
La estrategia comunicacional de ese tipo de “puntadas” no es boba sino obvia: se explota la historia como lazo de identidad y de pertenencia, haciendo de Juárez un militante de Morena desde la tumba, para dar la impresión de que el inquilino de Palacio trae sangre de héroes, encarna los mejores ideales de nuestros prohombres y es la patria, porque, al fin y al cabo, según el poeta, “la patria es impecable y diamantina”.
A muchos mexicanos nos pareció burdo y mañoso el recurrir a la figura de Juárez en la forma corriente en que se hizo, para darle oxígeno a una 4T y a un sexenio que viven sus últimos estertores.
Mientras Benito Juárez García era republicano y tenía grandeza de a deveras, muchos del gobierno actual no pueden ocultar su vecindad con el enanismo político. Ni siquiera Francisco I. Madero, de formación espiritista y con un misticismo más genuino, se atrevió a tanto: él hubiera tenido motivos para invocar no sé qué espíritus del pasado, de acuerdo con el ritual que se seguía en aquellos casos. ¡Aaah, pero se trataba del Madero que inspiró la novela “Madero, el otro” de Ignacio Solares!
Una cosa es el espiritismo serio, como creencia y culto de personas formadas en el ritual, y otra muy distinta la charlatanería populista de los malvados, que hipócritamente invocan a Cristo en su tarea de destrucción del diferente.
Es conocida la debilidad de Nicolás Maduro, el sátrapa de Venezuela, no por los “pajaritos” del árbol y el bosque, sino por una clase especial de “pajaritos”.
Maduro es muy dado a ver en algún animal de pezuña o en algún plumífero la figura de Hugo Chávez. Cuando no se topa con un pajarito se topa con un caballo en las rústicas y agrestes llanuras de aquel país.
Un día, en una de las provincias más marginadas de su gobierno, salió a caminar antes del acto que tendría en la localidad. A su regreso, contó a los incrédulos asistentes los lazos indisolubles que lo unían con Hugo Chávez. Resulta que un pajarito de a deveras lo estuvo rondando por un rato, hasta casi parársele en el hombro. El pajarito le dijo a él, a Nicolás Maduro, que el “Comandante eterno” estaba feliz con su pueblo, que enviaba sus bendiciones y veía con muy buenos ojos la reelección presidencial.
Esto que le ocurrió a Nicolás Maduro no es sólo un fenómeno del panteísmo del poder, sino que es algo más: es el uso de la superstición popular, la comedia y la sátira de carpa para manipular y someter a un pueblo.
A este respecto, habría que decir que el populismo no es sólo la mejor fábrica de rufianes y corruptos, sino la mejor fábrica de bufones que conozca el circo político de Latinoamérica.
En el caso de México, dudo que el presidente conozca y comprenda “El fantasma de la ópera”, y menos aún que conozca y comprenda “El Ánima de Sayula”, la obra escrita por el abogado michoacano Teófilo Pedroza, en el lejano año de 1897. Lo dudo, porque es muy dado a hablar de lo que ignora, a cambio de que le atraiga reflectores.
En el caso del expresidente Benito Juárez García, sería muy recomendable dejarlo descansar en paz bajo el calor de la tierra, porque en la superficie de México otros fierros y otras lumbres mandan sobre el territorio nacional.
Creer que se habla con Dios es un despropósito, pero lo peor no es eso: lo peor es
creer que Dios hace sinergia en el círculo del habla.
Cuando se es gobierno, como el que ahora encabeza el inquilino de Palacio, es muy recomendable abstenerse de fingir y de representar payasadas.
México atraviesa un momento delicado y difícil en el que no necesita distractores, baratijas verbales, circo mañanero, patriotismo hueco y otras fruslerías, sino una salida digna y decente para los que ya se van y un ingreso digno y visionario para quien llegue a la Presidencia de la República. Lo primero es ya difícil de conseguir, dada la cara sucia del poder; lo segundo, no es sólo perfectamente posible sino incluso necesario.
Pisapapeles
Ya comenzaron los pleitos en el Clan de los cercanos al presidente, y vienen muchos más.
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*Leopoldo González. Es abogado. Consultor jurídico y político. Asesor Parlamentario y de Gobierno. Ensayista, narrador y poeta. Autor, coordinador y compilador de nueve libros de ensayo y poesía. Profesor de Ciencia Política comparada en el Instituto de Administración Pública del Estado de Michoacán (IAPMI). Analista político y en temas de economía y finanzas públicas. Director de la revista Letra Franca 2012-2019.
Correo para una comunicación directa: leglezquin@yahoo.com