La Página
La última vez que Sarita vio a su esposo con vida fue ese trágico 9 de febrero de 1913 en el Castillo de Chapultepec. Francisco se despidió de ella con un beso en la frente y salió a toda prisa. Después cuando estuvo detenido no le dejaron verlo.
Sarita en pocos días perdió casi todo; su casa había sido saqueada y quemada por los golpistas. Su esposo había sido asesinado y ella tendría que salir del país, pero antes tenía que darle sepultura a su gran amor.
Esperó con el corazón hecho pedazos pero con dignidad a que le practicaran la autopsia a Francisco.
– ¡Autopsia! ¡Ni siquiera la burla perdonan esos asesinos! Bien que sabían de que había muerto, si ellos mismos lo habían matado-, pensaba mientras enjugaba sus lágrimas con un pañuelo que olía a flores.
Mientras tanto en Lecumberri, la gente se había reunido en donde se encontraron los cuerpos de Madero y Pino Suárez. Llegaban en una especie de procesión con curiosidad pero con respeto, descubiertos de la cabeza, persignándose, rezando, llorando.
Con piedras y ladrillos algunas mujeres levantaron dos montículos donde pusieron cruces y veladoras. La gendarmería asustada por el número de personas que llegaba a rendir un último adiós a su presidente empezó a disolver a la gente a golpes y amenazas.
Fue un largo día el que tuvo que esperar pacientemente Sarita, para estar frente al cuerpo de su marido desnudo en una fría plancha. Con lágrimas en los ojos besó sus labios por última vez.
Afuera les esperaban una multitud de personas que querían acompañar a Pancho a su última morada. Sarita había tenido que vender el caballo de su marido para poder pagar el cortejo fúnebre y enterrarlo en el Panteón Francés.
Durante el trayecto cientos de personas se acercaban al cortejo, querían tocar la carroza, las mujeres lloraban, los hombres se lamentan, los sueños de libertad se terminaban.
Ya en el panteón Sarita abrió el féretro y depósito un crucifijo en las manos de su marido, lo hizo rápidamente pues había sido advertida que no lo hiciera. Lentamente empezó a descender a la fosa el cuerpo de Francisco. Sarita no pudo más, se desplomó de rodillas en el borde de la tumba y rompió en un llanto desgarrador.
Francisco I. Madero fue sepultado el 24 de febrero de 1913.
Fuente: Publicado originalmente en Historias de tierra sagrada, mi México.