Por JESÚS SIERRA ARIAS*
No hay autopistas para llegar al Poder Público, al contrario, el camino casi siempre es sinuoso, accidentado y largo.
Cientos, Por no decir miles, deciden recorrerlo y tienen ante si dos opciones:
Una. Recorrerlo tan sólo con su dignidad y valores que en muchos casos riñen con la lealtad y disciplina partidista o personal.
Otra. Valerse de artificios, acuerdos sospechosos o conspiraciones, que los reduce a meros instrumentos desprovistos de lealtad para consigo mismos y sin dignidad, que los dejan a merced de quienes los manejan o de sus propias ambiciones.
Ciertamente ambas posibilidades conducen al Poder Público pero al llegar a éste se distinguen con claridad dos grupos:
El primero, cuyos miembros son aquellos que enaltecen y dan brillo a la política haciendo que el Estado cumpla sus propósitos.
El segundo, el de los individuos que usan a la política y al Estado para cumplir sus propios fines y general clientelismo entre sus incondicionales.
El filtro más eficiente para que el primer grupo prime sobre el segundo es el voto; sin embargo, para no errar se precisa de identificar oportunamente a los unos y a los otros. Cosa que no siempre se logra, lamentablemente.
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*Jesús Sierra Arias. Es abogado por la Universidad Autónoma del Estado de México. Ha sido secretario ejecutivo del Nuevo Sistema de Justicia Penal; secretario de Educación en Michoacán; integrante del Consejo del Poder Judicial del Estado de Michoacán de Ocampo. Actualmente es magistrado en el Tribunal de Justicia Administrativa de Michoacán.