La Página
Por VÍCTOR ARMANDO LÓPEZ
Desde pequeña, Yareni Pérez Vega descubrió que la vida podía hablarle de maneras distintas. Nacida en Morelia, Michoacán, aprendió desde sus primeros días que su mundo era diferente: ¡No tenía sonido!
Nació sorda, pero llena de curiosidad, de inquietudes y de un deseo profundo de aprender y de enseñar.
“Soy una mujer joven, una mujer sorda, orgullosamente michoacana… me encanta convivir con la sociedad”, dice con la naturalidad de quien se reconoce en su identidad y la celebra.
Entrevistada en el programa “Conexión” perteneciente al portal www.lapaginanoticias.com.mx comparte sus recuerdos de infancia, mismos que son un collage de emociones, travesuras y descubrimientos.

“Cuando era pequeña era muy traviesa, muy hiperactiva, conociendo dos mundos diferentes: El mundo de los sordos y el mundo de los oyentes. Al principio creí que todos sabían mi lengua, pero luego descubrí que existían dos universos muy distintos”.
Esa comprensión temprana de la dualidad entre las personas oyentes y las sordas la marcó de manera profunda, enseñándole desde pequeña la necesidad de derribar barreras y de luchar por un lugar propio.
Yareni nació en una familia que la entendió y la apoyó. Su madre, intérprete certificada de Lengua de Señas Mexicana, y su padre, sordo, junto con su hermana oyente, conformaron un entorno en el que la lengua de señas era el corazón de la comunicación.
“Me siento muy afortunada y orgullosa de mi entorno. No puedo decir otra cosa: Amo a mi gran familia y amo ser parte de ella”, afirma con firmeza. Esa base le permitió enfrentar los desafíos de la escuela y la sociedad.

El camino no fue fácil. Desde el preescolar, Yareni vivió la discriminación y el aislamiento: “Me sentía invisible… mis compañeros querían que me fuera a una escuela especial. Me decían ‘pobrecita’, ‘sordomuda’, ‘qué lástima’”, recuerda. Pero esas experiencias no la derrotaron; al contrario, la impulsaron a luchar con mayor fuerza.
Su infancia estuvo marcada por un sentimiento de injusticia frente al desconocimiento de quienes la rodeaban, pero también por un compromiso incipiente: “A mí lo que me preocupa y me ocupa son los niños sordos; no quiero que sufran lo mismo que yo sufrí”.
A los doce años, Yareni alcanzó un hito que nadie más había logrado: Recibió el Premio Nacional de la Juventud 2017, en la categoría de Discapacidad e Integración, reconocimiento a su activismo desde la infancia. Desde los siete años, comenzó a elaborar libros educativos diseñados específicamente para la comunidad sorda, con dibujos, dactilología y español escrito, pensados para facilitar el aprendizaje en preescolar.
“Cuando me dijeron que lo gané, dije ¡Guau… puedo, sí puedo! Ahí entendí que podía hacer muchas cosas más”, comenta.

La creación de estos materiales no solo respondía a su propia experiencia de aprendizaje, sino también a la necesidad de abrir caminos para otros niños y niñas sordos que, como ella, enfrentaban barreras por la falta de recursos y oportunidades.
Su educación refleja la misma pasión por transformar la realidad. Estudió la licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública, con el objetivo de generar políticas públicas que garanticen derechos y oportunidades a las personas con discapacidad.
“Elegí esa carrera porque quiero hacer ajustes razonables, modificar leyes que no son correctas, y asegurar que las personas con discapacidad tengan una mejor calidad de vida. Me pregunto: ¿Dónde está ese cinco por ciento de personas con discapacidad que debería laborar en instituciones de gobierno? Por eso debo luchar y hacer que las leyes se cumplan”, explica con claridad y convicción.
Actualmente Yareni Pérez, cursa una segunda carrera en línea en el área empresarial, formando parte de un grupo de quince personas sordas a nivel nacional.

Su activismo y compromiso social no se limitan a lo académico. Yareni ha visitado zonas rurales, dando charlas a padres de familia con hijos sordos para enseñarles que sus hijos pueden desarrollarse plenamente. “El hecho de ser sorda no significa retroceso, sino todo lo contrario: se puede, y sus hijos son igual que yo”, señala.
Cada acción, cada libro, cada iniciativa que emprende busca derribar barreras y generar inclusión real.
En la vida cotidiana, Yareni es tan organizada y disciplinada como apasionada. Sus días comienzan temprano, entre trabajo, proyectos y reflexiones sobre cómo mejorar la vida de las personas sordas. Luego, dedica tiempo a caminar con su perro, a dibujar y a escribir, actividades que para ella son una extensión de su mundo interior y de su creatividad.

“Me encanta dibujar árboles; para mí representan la vida, los colores y la conexión con la naturaleza”, comenta. También disfruta del cine y de la lectura, con preferencia por películas de acción y dramas, y conserva el gusto por juegos y recuerdos de su infancia, aunque siempre con un enfoque en aprendizaje y superación.
Su relación con su madre es un pilar fundamental de vida. “Mi madre es mi equipo, mi puente de comunicación, mi voz. Ella me interpreta y da vida a lo que quiero decir. A veces otros intérpretes no tienen esa conexión, pero mi madre me conoce desde que nací. Ella sabe lo que quiero expresar, y yo siento que a través de mis manos hablo”, explica con emoción. Esta alianza refleja no solo un vínculo familiar, sino también un soporte vital en su activismo y trabajo diario.
Pérez Vega también ha recibido reconocimiento público por su labor, incluyendo un homenaje en el Congreso del Estado de Michoacán, mismo que le entregó la condecoración “Mujer Michoacana 2025”. Evento donde fue ovacionada de pie por una multitud que celebró su trayectoria y compromiso con la comunidad sorda.

“Sentí una emoción increíble, tan agradecida con la comunidad sorda y también con amigos oyentes que me acompañaron. Fue un momento que jamás olvidaré”, recuerda con entusiasmo.
Su visión sobre la sociedad michoacana es clara y realista: aún hay mucho por hacer para integrar a las personas con discapacidad. “Hace falta mucho, pero tengo esperanza. Michoacán debe abrir sus puertas, tener una actitud positiva y aceptar la diferencia. Se necesitan intérpretes de lengua de señas en educación, salud y empresas. La simulación no sirve, hay que trabajar verdaderamente por la inclusión”, afirma con determinación.

Actualmente colabora en la Comisión Estatal de Derechos Humanos, atendiendo a personas con discapacidad y promoviendo proyectos que garanticen derechos y servicios adecuados. Más allá de su trabajo institucional, Yareni también enseña a la sociedad a interactuar con personas sordas, aconsejando iniciar la comunicación a través de escritura, mímica o lengua de señas básica, y fomentar una actitud positiva y abierta.
Pese a los desafíos y la discriminación que ha enfrentado, Yareni mantiene una mirada esperanzadora y un compromiso férreo con su comunidad: “La comunidad sorda significa fuerza, lucha, esfuerzo, empoderamiento y derribar barreras”, dice. Sus sueños personales combinan lo profesional y lo creativo: desea ser diputada, actriz y emprender un negocio propio, siempre con el objetivo de generar impacto positivo.

En cada palabra, cada acción y cada proyecto, Yareni refleja que la discapacidad no define límites, sino posibilidades. Su historia es una lección de resiliencia, pasión y liderazgo. Su vida es una invitación a reconocer que la inclusión, la educación y la empatía son herramientas esenciales para transformar sociedades.
Michoacán para Yareni Pérez es “belleza, historia, orgullo, reconocimiento, fortaleza y lucha”.
Al participar en la dinámica de “La llave mágica”, la activista destaca que a Michoacán le abriría la puerta de la esperanza, la acción y la fe. “¡A mí, ya me ha tocado abrir muchas puertas!”


