Por VÍCTOR ARMANDO LÓPEZ
Morelia, Michoacán.-En el corazón de Michoacán, entre la tradición purépecha y la vida moderna de Uruapan y Paracho, se forja la historia de una mujer que ha dedicado su vida a la política con rostro humano. Ella es Reina Celeste Ascencio Ortega.
Actualmente es senadora de la República, y es hoy una de las voces más firmes de los pueblos originarios, defensora de los derechos de las mujeres y de los sectores vulnerables, y una representante de Michoacán con un profundo compromiso social y académico.
Nacida en la clínica del ISSSTE de Uruapan, Celeste creció en Paracho, cuna de su familia materna y un epicentro de la tradición artesanal y cultural de Michoacán. Su padre proviene de San Isidro Labrador, un pequeño poblado a las faldas del Cerro de Patamban, mientras que su madre es originaria de Paracho. Ambos son maestros, lo que marcó desde temprana edad la importancia de la educación en su vida.

Su infancia estuvo marcada por el juego al aire libre, los deportes y las tradiciones de su tierra. “Fuimos una generación privilegiada, todavía sin tanto consumo de televisión o era digital. Jugábamos Cachibol, Ponchados y yo practicaba básquet. También ayudaba en las milpas y aprendí a valorar la vida comunitaria de Paracho”, recuerda.
Con los años, Celeste vio cómo su Paracho natal cambiaba: más calor debido al cambio climático, pérdida de áreas boscosas y retos en sanidad y limpieza urbana, aunque la riqueza cultural y gastronómica se mantiene viva.
Durante la secundaria y la preparatoria, Celeste demostró ser inquieta y reservada, equilibrando la disciplina familiar con su pasión por el deporte y la lectura. Inspirada por la educación de sus padres, su formación académica fue rigurosa y diversa. Su primer sueño fue aprender música, luego psicología, gastronomía y, finalmente, derecho. La decisión de estudiar derecho surgió tras superar retos académicos, un proceso de autoexploración y la influencia de familiares cercanos.

Ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde enfrentó desafíos de adaptación, secciones con prácticas corruptas y la exigencia académica que la formaron como una mujer resiliente y comprometida con el aprendizaje. Allí, además de la academia, comenzó a forjar amistades y redes que posteriormente influyeron en su trayectoria política.
A los 25 años, Celeste llegó a la Cámara de Diputados como legisladora federal, convirtiéndose en una de las representantes más jóvenes de Michoacán. Desde ese primer cargo público, se enfocó en la educación, especialmente en la inclusión de la educación sexual en todos los niveles educativos, un logro histórico plasmado en la reforma al artículo tercero constitucional.
Su labor legislativa no solo se centró en políticas educativas, sino en visibilizar y dignificar a los sectores vulnerables y a los pueblos originarios. En foros y comisiones, Celeste ha resaltado la importancia de garantizar que niñas y mujeres de comunidades indígenas puedan continuar sus estudios, evitando la deserción escolar causada por matrimonios tempranos, embarazo adolescente o presiones socioeconómicas.

Además, ha trabajado activamente en la reforma al artículo segundo constitucional, consolidando los derechos de los pueblos originarios, incluyendo la asignación de presupuesto directo a sus comunidades. Su papel ha sido clave para que Michoacán y México den pasos históricos hacia la equidad y el reconocimiento legal de los derechos indígenas.
Celeste reconoce que su camino ha estado marcado por la interseccionalidad: mujer, indígena, joven y académica. “Al principio no sabía que me asumía con estas interseccionalidades. Solo me asumía como Celeste. Hoy entiendo que debemos reconocer nuestra identidad y luchar por nuestros derechos sin complejos”, explica.
Su activismo surge desde la academia y la investigación, con estudios sobre pueblos indígenas y familias homoparentales, que la llevaron a involucrarse en política para transformar la realidad de sus comunidades. La defensa de los derechos humanos, la educación y la igualdad de género son pilares de su trabajo, que ha sido reconocido tanto a nivel estatal como federal.

Más allá del Senado de la República, Celeste mantiene una vida cercana a su familia y a sus pasiones personales. Disfruta el cine, la lectura, la música y la cocina. Entre sus aficiones, destaca convivir con su perrita Ela, un cruce de Husky con Samoyedo, que adoptó con cuidado y cariño. También valora los momentos simples, como preparar chiles rellenos de queso en casa o disfrutar de un vaso de agua natural.
Su vida cotidiana como senadora es intensa: inicia con ejercicio, cuidado de su mascota, revisa pendientes, atiende audiencias, se traslada a comisiones y encuentros legislativos, siempre manteniendo la cercanía con la ciudadanía y la autocrítica como herramienta de mejora.
Celeste se inspira en su familia, en líderes políticos de su país y en figuras que representan ideales de justicia y equidad. Reconoce el impacto de Andrés Manuel López Obrador en su vida política, así como de la primera Presidenta de la República, cuya labor considera un ejemplo de gestión y cercanía con la población.

Su compromiso con Michoacán y los pueblos originarios es profundo y transgeneracional. La senadora aboga por abrir puertas de seguridad, cultura, paz y desarrollo, posicionando a su estado como ejemplo nacional e internacional. Su mensaje a los michoacanos es claro: “Tenemos que prepararnos, capacitarnos y asumir nuestra riqueza cultural para avanzar hacia un futuro más justo y próspero”.
En el Senado de la República, Celeste Ascencio Ortega representa un cambio en la política mexicana: una mujer joven, indígena y académica que combina la sensibilidad social con la eficacia legislativa. Su trabajo en derechos humanos, educación, equidad de género y pueblos originarios marca un camino para futuras generaciones, demostrando que la política puede ser un instrumento para la justicia y la transformación social.

Al participar en la dinámica de “La llave mágica” del programa “Conexión”, Celeste Ascencio puntualizó que con ella le abriría a Michoacán la puerta de: “La seguridad, la de la paz, la de la esperanza, la del turismo y la de la cultura. En Michoacán tenemos que darnos cuenta que podemos ser un ejemplo nacional e internacional en muchísimos aspectos”.
“Creo que hemos dado pasos históricos, pero aún falta mucho. Lo importante es seguir trabajando con pasión, cercanía y responsabilidad. Michoacán y México merecen que hagamos de nuestras raíces un motor de desarrollo y dignidad para todos”, concluye.


