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ENTREVISTA. Rosa Elva del Río Torres: Ciencia, innovación, compromiso y orgullo nicolaíta

La Página

Por VÍCTOR ARMANDO LÓPEZ

Morelia, Michoacán.-Rosa Elva del Río Torres es una mujer cuya vida está profundamente entrelazada con la educación, la ciencia y el compromiso institucional. Su historia no solo refleja la trayectoria de una destacada académica, sino también la de una mujer que ha sabido construir su propio camino con disciplina, empatía y un amor genuino por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).

En cada palabra, en cada anécdota, se percibe el eco de una vocación que nació temprano, alimentada por la curiosidad, el trabajo constante y un profundo sentido de pertenencia.

En entrevista en el programa “Conexión”, perteneciente al portal www.lapaginanoticias.com.mx comparte que desde niña mostró una mente inquieta y observadora. “Siempre me interesó entender cómo funcionaban las cosas. Me gustaba observar, preguntar, analizar”.

No fue una niña que aceptara las cosas porque sí; quería comprender el porqué de todo, desde los fenómenos naturales hasta los comportamientos humanos. “Creo que desde ahí empezó todo, con esa curiosidad de ver más allá de lo evidente”, dice.

Esa curiosidad la condujo naturalmente hacia las ciencias. En una época en que pocas mujeres se inclinaban por carreras científicas, ella no lo dudó. “Desde joven supe que quería dedicarme a algo que implicara investigación, algo que me permitiera descubrir y aportar”, comenta. Eligió estudiar la Licenciatura en Químico Farmacobiólogo en la Universidad Michoacana, una decisión que marcaría el inicio de una vida dedicada a la academia y al conocimiento.

“Estudiar en la Universidad Michoacana fue un orgullo y un compromiso —afirma—. Aquí encontré no solo mi vocación, sino también mi identidad profesional”. Con esa base sólida, continuó su preparación en el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV), donde obtuvo la Maestría en Ciencias Químicas en el área de Química Orgánica, y posteriormente el Doctorado en Ciencias Químicas en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Aquellos años de formación marcaron su espíritu investigador: largas horas en el laboratorio, el rigor del método científico, la perseverancia ante los experimentos fallidos y la satisfacción de cada hallazgo.

Rosa Elva Del Río Torres no romantiza la ciencia, pues sabe que exige esfuerzo, constancia y sacrificio. “A veces no es sencillo; como mujer en la ciencia, hay que trabajar el doble para demostrar lo que vales”, reconoce con serenidad. Sin embargo, nunca lo vio como un obstáculo. “Lo tomé como un reto, como una oportunidad para dejar huella y abrir camino a las que vienen detrás”.

Su mirada se ilumina al hablar de las jóvenes investigadoras que hoy llenan los laboratorios, mujeres que, como ella, luchan por hacer de la ciencia un espacio más equitativo y humano.

Su carrera en la Universidad Michoacana ha sido amplia y diversa. Desde sus primeros años como profesora, hasta su papel como directora del Instituto de Investigaciones Químico Biológicas, ha transitado por distintas responsabilidades que la han moldeado como académica, gestora y líder. “He sido maestra, coordinadora de posgrado, directora y cada rol ha sido una oportunidad para aprender algo nuevo”, comenta.

Recuerda que cuando tuvo el papel directivo fue una responsabilidad que iba más allá de los cargos. “Es otra vez un peso —explica—, porque somos la cara que damos ante los alumnos, ante la sociedad. Representamos la imagen de la Universidad y debemos hacerlo con orgullo y compromiso”. Su voz se vuelve firme cuando habla de identidad universitaria: “Nosotros somos nicolaítas, y eso no es poca cosa. Tenemos los ideales de Hidalgo, de Melchor Ocampo, de tanta gente en la historia. Ese legado lo llevamos nosotros”.

Para Rosa Elva, ser parte de la Universidad Michoacana es, ante todo, un acto de amor. “Desde la preparatoria, desde la licenciatura, como maestra, como coordinadora de posgrado, como directora, siempre he sentido lo mismo: orgullo de pertenecer a esta institución. Es nuestra casa, nuestra historia”, dice con emoción.

Su labor docente es una extensión natural de su vocación. En la Facultad de Químico Farmacobiología y en la Facultad de Biología, imparte clases con la misma pasión que cuando comenzó. En los programas de Maestría y Doctorado en Ciencias Químicas del Instituto, enseña la asignatura de Resonancia Magnética Nuclear, una materia compleja que ella transforma en un puente entre la teoría y la práctica. “Me gusta enseñar porque aprendo todos los días —comenta—. Mis alumnos me inspiran, me retan, me hacen ver las cosas desde nuevas perspectivas”.

Su método se basa en la cercanía y el respeto. Cree que el aprendizaje verdadero ocurre cuando hay diálogo y confianza. “Yo siempre digo que enseñar no es imponer, es compartir. Uno también aprende de sus alumnos. Ellos traen energía, ideas nuevas, formas diferentes de ver el mundo. Esa interacción me enriquece”, afirma.

Además de docente, Del Río Torres es una investigadora comprometida. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y ha participado en múltiples proyectos dentro del área de química orgánica. Pero más allá de los datos duros, su visión de la ciencia es profundamente humana. “La ciencia no debe quedarse encerrada en los laboratorios. Si no sirve para mejorar la vida de las personas, pierde sentido”, expresa con convicción. Su mirada va más allá de la publicación o la cifra: busca el impacto social, el beneficio común, el conocimiento con propósito.

A lo largo de su trayectoria, ha aprendido que la investigación es también una labor de paciencia. “En la ciencia hay que saber esperar. A veces los resultados no llegan pronto, y hay que tener fe en el proceso. La perseverancia es lo que hace la diferencia”, reflexiona.

Su liderazgo dentro del Instituto de Investigaciones Químico Biológicas se distingue por la apertura y la empatía. Para ella, dirigir no significa mandar, sino escuchar y guiar. “Me gusta estar cerca de mi equipo, saber qué necesitan, qué los motiva, qué los preocupa. La universidad somos todos”, comenta. Ese estilo de liderazgo ha generado confianza y colaboración, fortaleciendo el trabajo colectivo en cada proyecto.

Durante la entrevista, hubo un momento especialmente simbólico. Como parte de la dinámica del programa Conexión, le entregaron una llave y le preguntaron qué puerta abriría para Michoacán si tuviera la oportunidad. Su respuesta fue inmediata, sincera y reveladora: “La educación. Que haya oportunidades para todos los niveles de educación y que haya apoyo, sobre todo para la investigación. Si pudiera abrir una puerta, abriría la del dinero destinado a la ciencia y la educación”. Luego, con una sonrisa cómplice, agregó: “Sí, la de la caja fuerte, pero bien aprovechada en investigación y educación en todos los niveles”.

Esa frase resume su pensamiento y su misión: La educación y la ciencia como motores del desarrollo humano y social. “La universidad no puede quedarse quieta —explica—.

“Tenemos que innovar, crear, investigar, formar personas que no solo sean profesionistas, sino ciudadanos comprometidos con su entorno”. La Doctora Rosa Elva no busca protagonismo, sino resultados. Prefiere hablar del trabajo colectivo, de los logros compartidos, de los proyectos que benefician a los estudiantes. “Lo que más me llena de orgullo —dice— es ver a mis alumnos avanzar, terminar sus estudios, convertirse en investigadores, en docentes, en profesionistas que contribuyen a su comunidad. Ahí es donde todo cobra sentido”.

Más allá del laboratorio, Rosa Elva es una mujer cercana, sencilla y profundamente humana. Sus colegas la describen como una persona serena, de pensamiento claro y trato cálido. En su vida personal, encuentra equilibrio a través de su familia, la lectura, la música y la reflexión. “La ciencia exige mucho, pero también hay que cuidar los espacios personales. Esos momentos de calma son los que te permiten regresar con más claridad y energía”, confiesa.

Con más de tres décadas dedicadas a la educación y la investigación, su legado va más allá de los títulos y los cargos. Es una herencia de valores, de pasión por el conocimiento y de compromiso con la comunidad. Cada decisión que toma está guiada por una idea sencilla, pero poderosa: servir. “Ser nicolaíta no es solo haber estudiado aquí —concluye—, es vivir los ideales de libertad, justicia y compromiso con los demás. Eso es lo que me mueve cada día”.

Rosa Elva del Río Torres representa la esencia de la Universidad Michoacana: Ciencia con propósito, liderazgo con humanidad y conocimiento al servicio del bien común. Su historia inspira no solo a quienes comparten su vocación científica, sino a todos los que creen que la educación puede cambiar vidas y construir un futuro más justo y solidario para Michoacán y para México.