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“La biblioteca del rector: Obras históricas y la vieja profecia”. Por José Herrera Peña

Por JOSÉ HERRERA PEÑA*

Encuéntranse en desorden múltiples obras en castellano sobre las cosas de América, su descubrimiento, su conquista, su colonización y, sobre todo, el sentido que tuvieron estos acontecimientos en el destino de la humanidad.

Son obras históricas, jurídicas, antropológicas y teológicas al mismo tiempo, que es común encontrar en las bibliotecas particulares de la época. No hay una sola razón para pensar que no están en la del Maestro Hidalgo, así no haya testimonio alguno de su existencia, salvo su registro en el Fondo Antiguo de la Biblioteca Pública de la UMSNH.

Destacan entre ellas, la ‘Historia General de las Indias’, de Francisco López de Gómara; la ‘Historia Natural y Moral de las Indias’, de José de Acosta; ‘El Origen de los Indios del Nuevo Mundo’, de Gregorio García; la ‘Historia de las Indias’, de fray Diego Durán; la ‘Historia General de las Cosas de la Nueva España’, de Bernardino de Sahagún; la ‘Política Indiana’, de Solórzano y Pereyra, y otras, sin omitir la ‘Historia de México’ del desterrado jesuita veracruzano Francisco Javier Clavijero, cuasi maestro de Hidalgo y Costilla.

Hay también un volumen en piel en el que se encuentran numerosos sermones y obras relacionadas con Nuestra Señora de Guadalupe, “la señora de los tiempos” del Apocalipsis. Lugar especial ocupan los escritos del teólogo guadalupano Miguel Sánchez, hoy olvidado, en los que, además del pasado espiritual de esta nación continental e interoceánica, se profetiza su futuro…

Hidalgo es un teólogo; pero, ¿qué es un teólogo? Sí, de acuerdo, es alguien que ha estudiado la Patrística y la obra de los Concilios, esto es, lo propuesto por los Padres de la Iglesia y lo dispuesto por las leyes aprobadas por las asambleas ecuménicas, en el marco de las tradiciones bíblicas; pero también —pudiera decirse— quien tiene una visión del mundo no sólo general y universal, sino también, en cierto modo, intemporal o eterna.

Para el teólogo, la marcha del hombre desde su origen hacia su consumación está dicha, anunciada y escrita desde siempre. La lectura de los textos sagrados le permite visualizar el principio y el fin de todas las cosas: lo que fue y lo que será; la historia —pasada y futura— del cielo, de la tierra y del género humano; historia que empieza con la creación del mundo, el Génesis, y termina con su destrucción: el Apocalipsis.

Entre el comienzo y el fin, Dios encarna en un hombre que tiene las cualidades y defectos de todos los hombres; en un pueblo histórico, que es el judío, y en una época concreta, que es la del apogeo del imperio romano. A partir de este hecho empieza la nueva historia.

De este modo, un sencillo acontecimiento, el nacimiento del Cristo, parte en dos la historia universal: unas son las cosas que ocurrieron antes, otra, las que vendrán después. Este concepto multitemporal de la Historia, implicado o sugerido por las Escrituras; está expreso y sistematizado en ‘La Ciudad de Dios’ de San Agustín. Tiene, pues, dimensiones no sólo de pasado sino también de futuro. La Historia no es sólo lo que el tiempo dejó atrás, sino también lo que hará surgir más adelante.

Conforme a esta visión del mundo, la historia universal no es más que la penosa marcha de la humanidad desde sus inocentes orígenes hacia su postrero y trágico destino. En las primeras páginas de la Biblia se cuenta el emotivo principio de los tiempos; en las últimas, su dramático final. Por eso comienza con el canto de amor del Génesis y acaba con el himno fúnebre del Apocalipsis.

En el libro inicial sopla la primera brisa que refrescó al mundo, nace el primer sol que iluminó los cielos, brota la primera flor estremecida por el rocío, se siente la primera caricia amorosa que hizo temblar al ser humano. En el último, se percibe agonizante el último rayo de luz, la palpitación final de la naturaleza, la póstuma mirada del moribundo.

Y entre este réquiem mortal y aquel primer idilio se ven pasar, unas en pos de otras, todas las generaciones y todos los pueblos de la antigua historia: las tribus con sus patriarcas, las monarquías con sus reyes, las repúblicas con sus magistrados, los imperios con sus emperadores. Babilonia pasa con su abominación, Nínive con su pompa, Menfis con su sacerdocio, Jerusalén con su templo y sus profetas, Atenas con sus artes y sus héroes, Roma con sus diademas y los despojos del mundo. Nada es firme. Todo vive y muere, pasa y desaparece, se transforma y se disuelve, dejando “la misma huella que el humo en el viento —diría Dante— o la espuma en el mar”.

Ahora bien, en el Libro de los Libros —según los teólogos— también están dichos y prefigurados los cantos y elegías, los poemas y alabanzas —pues en ningún templo resonaron tantos y tan bellos como en el de Israel— y están vistas, previstas y anunciadas todas las catástrofes, lamentaciones, desgracias, desdichas, engaños y traiciones, así las del pasado como las del porvenir, y todos los hechos insólitos, los presagios, las maravillas, los milagros, los portentos y prodigios, los que se han visto y los que se verán. No hay nada secreto, ni misterioso, ni escondido, ni maravilloso que no esté escrito.

En la Biblia se señala, así sea en lenguaje críptico —reservado a los iniciados— lo que ocurrirá en la nueva historia universal, que es la que corre desde la resurrección de Jesús y llegará hasta el fin de los tiempos. Entre este nuevo principio —el cristiano— y el trágico final definitivo, existe una “edad media”, que es la que se vive, la que se está viviendo en un eterno presente, cuyo desarrollo ha sido predicho, anunciado y profetizado por el libro excelso. En sus páginas están todas las respuestas del porvenir. Todo ha sido pronosticado, advertido, vaticinado, anunciado. El futuro palpita escondido en el pasado.

¿Todo…? ¿También algo tan fuera de lo común como la existencia de nuevas estrellas y mundos nuevos? ¿De seres humanos sin raíces bíblicas? ¿Estaba profetizado el descubrimiento del nuevo continente llamado de las Indias, ahora América? ¿O algo tan inesperado como el surgimiento de una nueva humanidad indígena, no descendiente de Adán y Eva…?

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*José Herrera Peña. Es Licenciado en Derecho por la UMSNH. Doctor en Ciencias Históricas por la Universidad de La Habana. De cuantiosa bibliografía histórica. Ha sido abogado postulante, funcionario del gobierno en la República Mexicana y en otros países del mundo, entre ellos Canadá y Nicaragua. Catedrático de diversas Universidades de México y de otros países. Le otorgó la Secretaría de Cultura federal una Mención Honorífica “en reconocimiento a su trayectoria en el rescate de memorias y documentos”.Share https://www.facebook.com/v2.11/plugins/like.php?action=like&app_id=1158761637505872&channel=https%3A%2F%2Fstaticxx.facebook.com%2Fx%2Fconnect%2Fxd_arbiter%2F%3Fversion%3D46%23cb%3Df18cc736486d244%26domain%3Dlapaginanoticias.com.mx%26origin%3Dhttps%253A%252F%252Flapaginanoticias.com.mx%252Ff1532d3dd4b8a7%26relation%3Dparent.parent&container_width=782&href=https%3A%2F%2Flapaginanoticias.com.mx%2Fpresidente-respete-y-haga-respetar-las-leyes-por-jose-herrera-pena%2F&layout=button_count&locale=en_US&sdk=joey&share=false&show_faces=false&size=small Tweet

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