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“Mis sustos”. Por Paco López Mejía

Por PACO LÓPEZ MEJÍA*

Como ya les he platicado en otras ocasiones, los entes del más allá o de otras dimensiones, no han tenido mucho trato conmigo; no se si porque les caigo bien o si, por el contrario, “no quieren ni verme”. Yo, en cambio, he contribuido con ellos en varias ocasiones poniendo en práctica algunas ideas para asustar a incautos mortales… Creo que algún día me decidiré a platicarles algunas de mis inocentes fechorías…

Sin embargo…

A finales de la década de los setentas, por segunda ocasión viví un tiempo en la casa de mis tías en la calle de Abasolo, y compartí la habitación con uno de mis primos quien casi siempre, cuando yo llegaba a dormir, ya se encontraba en casa, pero muchas veces no estaba en Morelia y yo solo ocupaba una habitación… Enorme…

Otro de mis primos dormía en un cuartito de la azotea, al que llamábamos “el palomar” pues para eso fue construido por mi abuelito. Este primo me había platicado que en algunas ocasiones, a mediodía, movía las macetas de la azotea, e invariablemente encontraba por lo menos algún alacrán…

Al poco tiempo de estar viviendo ahí, a eso de las doce y media o una de la mañana, después de leer un buen rato, empezaba a quedarme dormido… “¡Craasshh… craasshh… craasshh…!” ¡Ruidos en la azotea…! Pegué un ligero brinco, pero de inmediato reaccioné –Seguramente acaba de llegar mi primo- pensé…

Pasó un rato… nuevamente mi ser empezaba a viajar al mundo de los sueños… “¡Craasshh… craasshh… craasshh…!” “¡Track… Track…!” Otro brinco y la inmediata reacción… -¡Vaya! ¡Qué hora para ponerse a cazar alacranes…!

Me acomodé en la cama y me envolví con las cobijas, literalmente hasta las orejas…

Pasó…

Al día siguiente, a la hora de la comida, simplemente olvidé comentar algo al respecto… Dos o tres noches en calma… y otra noche… “¡Craasshh… craasshh… craasshh…!” y “¡Track… Track…!”

Definitivamente las aficiones cinegéticas de mi primo me desvelaban…

Comíamos en la casa, pues para esa época el Restaurant Julián ya había cerrado sus puertas, así que al día siguiente, a la hora de comer, estando con mis tías en el comedor, le dije a mi primo que dejara de mover las macetas en la noche, porque yo debía levantarme temprano… con toda calma, me dijo “no, esos ruidos siempre se oyen…” como para confirmarlo, unos minutos después, sobre nosotros, se escuchó claramente que se movía una maceta en la pequeña azotea del comedor… ¡No había nadie más en la casa…!

Mis tías aseguraron que eran ruidos de alguna de las casas que colindaban con la de mis tías. Siempre he creído que, al menos una de mis tías, había tenido varias experiencias de las que no quería hablar…

Además, unos días después, un fin de semana, mi primo no estaba en Morelia y escuché dos noches seguidas aquellos ruidos producidos por algo o alguien que movía las macetas… ¡Y no creo que fuera precisamente para cazar alacranes…!

Por otra parte, en esa época yo ocupaba una cama tamaño matrimonial, de esas de antaño, de tambor de resortes. En varias ocasiones, encontrándome solo en la habitación, se escuchaba claramente un rumor sordo, como de un motor ¡precisamente bajo mi cama! En más de una ocasión me levanté para encender la luz y revisar abajo y… ¡Nada…! Llegué a preguntarle al conocido carnicero de la esquina, si no era el motor de su refrigerador y me dijo que no, el motor funcionaba perfectamente y además, había un local de por medio que ocupaba una relojería y, obviamente ahí, no había ningún motor grande.

Pero lo que mas recuerdo, me sucedió varias veces: cuando empezaba a conciliar el sueño, sentía claramente que alguien se sentaba en el borde de mi cama… ¡El brinco era inevitable…! Volteaba y ¡Nadie…!

Mi primo (que también tuvo sus sustos en esa casa) generalmente tenía una lámpara encendida para leer o una televisión en la que solo veía rayas pues a esa hora ya no captaba señal alguna –nunca le encontré chiste a esos “programas” de rayas- y él acostumbraba dormirse muy tarde, al verme brincar a veces se incorporaba y me preguntaba ¿qué te pasa? Cuando le decía lo que había sentido, se reía y contestaba: “Estás soñando…”

Generalmente me pasaba una vez de cuando en cuando, pero en ocasiones la sensación se repetía en una misma noche.

Esto sucedió frecuentemente durante los casi tres años que estuve allí…

En una ocasión, mi hermano que estudiaba Psicología, fue de visita a Morelia con un amigo y les platiqué lo que sucedía, obviamente, como preparación para la travesura que tenía preparada. Me hablaron de las fases del sueño y quedé regularmente convencido de que no había nada extraño en lo que sentía, aunque me quedaba la duda: ¿Y el ligero rechinido de los resortes de la cama…? ¿Y porqué cuando duermo en otra cama… no sucede…?

Cierta noche, estando solo, escuché el ruido de las macetas… ya estaba acostumbrado. Me acomodé para dormir, y sentí algo que me caminaba por la pierna, encendí la lámpara, levanté las cobijas y no vi nada… Me volví a acostar y… al rato: “¡RRRUUUUNNN…!” ¡El ruido del motor…! volví a sentir que algo se movía en mi pierna y lo atribuí a algún hilo suelto en la sábana. Ya muy tarde… “¡Criiichh…!” ¡Sentí claramente que alguien se sentaba en el borde de la cama…! ¡Brinqué! Y sentí que algo caminaba en mi pierna, encendí rápidamente la luz y levanté las cobijas… ¡Un alacrán como de cinco centímetros con el que había estado durmiendo casi toda la noche…!

Creo que sí: algo o alguien me cuidaba por la noche

En fin, regresé al antes llamado Distrito Federal, y nunca volví a tener esa sensación; pero, cuando iba de visita o de vacaciones a Morelia y me tocaba ocupar esa misma cama, era rara la vez en que no sucedía…

Esto que les he platicado, es algo de lo poco que me ha pasado… Tal vez no les parezca “de mucho susto”… pero para mi… fue suficiente…

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*Paco López Mejía. Es abogado por la UNAM. Orgullosamente moreliano, apasionado de su ciudad, historia, misterios y leyendas. Le gusta poner en práctica la magia y la fotografía.

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