Por MARÍA ISABEL RODRÍGUEZ MARTÍNEZ*
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha puesto sobre la mesa los retos que marcarán el próximo año de su gobierno, con una premisa firme y sin matices: la prosperidad debe ser compartida o simplemente no será. No es un lema vacío, sino una definición política que busca dar seguimiento y profundizar la transformación del país para que el crecimiento económico tenga un impacto real en la vida cotidiana de la gente.
En un país históricamente marcado por la desigualdad, el mensaje es contundente: el crecimiento económico solo tiene sentido si llega a todos.
El planteamiento presidencial descansa en cuatro elementos que, en conjunto, explican el crecimiento de la riqueza en los últimos años. El primero es el aumento al salario mínimo, una política que rompe con décadas de contención salarial y que ha permitido a millones de familias recuperar poder adquisitivo. Subir el salario no ha frenado la economía; por el contrario, ha dinamizado el mercado interno y ha dignificado el trabajo.
El segundo eje son los programas de bienestar, en particular el apoyo a adultos mayores, con una inversión de 895 millones de pesos distribuidos directamente a quienes más lo necesitan. Estos programas no son dádivas, sino un acto de justicia social: reconocen el aporte de generaciones que trabajaron toda su vida sin acceso a pensiones dignas y hoy cuentan con un ingreso que les garantiza autonomía y bienestar.
El tercer elemento es la recuperación y continuidad de las obras estratégicas del gobierno. Infraestructura significa empleo, y el empleo significa desarrollo local. La apuesta por proyectos de gran escala ha demostrado su capacidad para activar regiones enteras, generar cadenas productivas y sentar bases para un crecimiento sostenido. A esto se suma la inversión privada, cuarto pilar del modelo, que encuentra en la estabilidad económica y social un entorno propicio para crecer. Lejos de ser excluyentes, inversión pública y privada se complementan cuando hay reglas claras y un Estado con visión social.
De cara al próximo año, los objetivos son ambiciosos pero necesarios. La mayoría de las obras estratégicas ya están en marcha y se presentará un programa de inversión pública enfocado en vivienda, carreteras, electricidad y otras obras de infraestructura básica.
En el plano internacional, el cierre del tratado comercial representa una oportunidad para consolidar la posición de México en la región, mientras que en lo social se refuerzan los programas de bienestar: el apoyo a mujeres de 60 a 64 años ya es una realidad, al igual que las becas de primaria y los programas de apoyo a jóvenes. Estas políticas reconocen que la igualdad comienza desde la infancia y se fortalece con oportunidades reales para las nuevas generaciones.
Garantizar la seguridad, consolidar un sistema universal de salud y fortalecer la educación en todos los niveles completan una visión integral de gobierno. No hay prosperidad sin seguridad, ni desarrollo sin salud y educación.
La frase que resume esta visión es clara y poderosa: la prosperidad debe ser compartida o no será. En tiempos donde el crecimiento suele medirse solo en cifras macroeconómicas, el proyecto que anuncia la presidenta Sheinbaum pone en el centro a las personas. Esa es, quizá, la transformación más profunda.
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* María Isabel Rodríguez Martínez. Es licenciada en Historia por la UMSNH, cursó el posgrado de maestría en el instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la misma institución. Su línea de investigación se desarrolla en torno a la historia Intelectual y cultural de América Latina del siglo XX; y Pensamiento Hispanoamericano. Ha desarrollado diversas estancias de Investigación entre las que destacan la Institución cultural Casa de las Américas la Habana, Cuba, junto al escritor cubano Roberto Fernández Retamar; La Universidad Complutense de Madrid y La Universidad Autónoma de Barcelona, esta vez junto al profesor Manuel Aznar Soler (especialista en literatura española del exilio). Ha publicado diversos artículos en revistas de filosofía de la UMSNH Y UNAM.
