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OPINIÓN. “Remembranzas estudiantiles”. Por Jaime A. Esparza Cortina

Por JAIME A. ESPARZA CORTINA*

Como ya lo comenté en algunas notas anteriores, después de cursar el ciclo de primaria en la escuela “José María Morelos” de mi tierra natal, Villa Victoria, cabecera del municipio de Chinicuila, Michoacán, continué con mí etapa de secundaria en la escuela “Constitución de 1917” de Coalcomán, Michoacán.

Fue en el mes de enero del año 1965 que llegué a Morelia, para iniciar mis estudios de bachillerato en el Colegio de San Nicolás de Hidalgo de la Universidad Michoacana. Venía conmigo con el mismo propósito, mí paisano Jacinto Cuevas Serrano. Nos recibió en la terminal de autobuses, ubicada en la esquina que forman las Calles de Cuautla y Avenida Madero Poniente, mi hermano Arturo, quien ya había cursado el primer grado de preparatoria.

La idea era que nos hospedaríamos en la casa del estudiante “Nicolaíta”, pero Arturo nos manifestó que no había conseguido espacio, por lo tanto, nos quedaríamos en la casa que ofrecía el Gobierno del Estado, ubicada en la Calle Abasolo 586, a cinco cuadras del Colegio. Ahí nos instalamos.

Al siguiente día, acudimos ante el personal administrativo de la escuela, y nos informaron que habíamos quedado inscritos en la primera sección de materias especiales, y la décima de materias comunes. Esto era así, porque en aquel entonces todos los estudiantes teníamos que escoger desde primero de preparatoria la profesión que queríamos estudiar y por ello, nos asignaban las materias especiales, por ejemplo, los registrados para Derecho y Filosofía, cursamos como especiales del primer grado, Geografía Política y Lengua y Literatura Latina. Y en segundo, Principios Generales del Derecho y Lengua y Literatura Latina II.

A partir de ahí, todo fue muy novedoso para mí, empezando por recorrer y conocer la ciudad. Luego, la experiencia de vivir con 40 inquilinos en la casa del estudiante que procedían de diferentes regiones de Michoacán, con quienes compartíamos improvisadas habitaciones, así como carencias y sacrificios, sin embargo, recuerdo con estimación a Celso Baltazar Rivera, Humberto y Miguel Flores Madrigal, de Quiroga, quienes nos brindaron su amistad y después terminaron las carreras de Ingeniería y Medicina.

El principal impacto emocional que recibí, ocurrió cuando entré al edificio del Colegio de San Nicolás de Hidalgo para encontrar los salones en los que recibiría clases. Me cautivó con su historia y belleza arquitectónica.

Las clases empezaban a las siete de la mañana. El frio era mordaz y me calaba hasta los huesos, sobre todo, por no tener suficiente ropa de invierno para protegerme como yo hubiera deseado.

En poco tiempo empecé a conocer y tratar a las compañeras y compañeros de grupo, con los que aprobamos los dos años de preparatoria, en ese periodo, estrechamos con algunos de ellos fuertes lazos de amistad que conservamos durante muchos años, recuerdo con afecto a Ma. Guadalupe Morales Ledezma, Yolanda Vargas Pureco, Margarita Tapia Quintana, Hilda Paniagua Guzmán, y me reencontré con mí paisana Ma. Luisa Suarez Cárdenas; igualmente, con Jaime Mora López, Pastor Zavala García, Atilano Chávez Ojeda, Francisco Napoleón López Patiño, Fernando López Murillo, Gabriel Ortiz Corona, Jorge Castañeda Servín, Eduardo Quintana Méndez, Santiago Zúñiga Rodríguez, José Luis Hernández Pineda, Manolo Navarro Reyes, etcétera.

Obviamente, yo era el más pequeño, tanto de edad como de estatura, y eso sirvió a mis compañeros mayores para aplicarme el apodo “El Frijolito” que, por cierto, ya en la Licenciatura, cuando crecí un poco más, fue perdiendo vigencia.

En ese mismo año de mi llegada, se suscitaron una serie de movimiento estudiantiles que pedían la salida del entonces gobernador Agustín Arriaga Rivera, que, según los dirigentes, su gobierno se introducía en las decisiones de la Universidad, además reclamaban un incremento al subsidio universitario.

Así, en noviembre, llegamos al final de este ciclo. Salimos de vacaciones por dos meses para regresar en enero, pues así lo establecía el calendario escolar. Me fui a mi querido pueblo Villa Victoria, a disfrutar con la familia y los amigos de la infancia.

A mi regreso, en enero de 1966, la casa del estudiante se había cambiado de domicilio a la calle Morelos Norte casi esquina con 20 de noviembre.

En ese lugar los directivos nos avisaron que, si pretendíamos continuar, deberíamos apoyar al gobierno contra los movimientos estudiantiles. Esa condición no la aceptamos, pues mi hermano Arturo, Jacinto y yo, éramos solidarios con nuestros compañeros que pedían mejores condiciones para las casas del estudiante, una verdadera autonomía universitaria y el incremento al subsidio de la universidad. Ese fue el motivo para que nos “corrieran” del albergue.

Cada uno buscamos a donde ir, para eso, ya había llegado a estudiar la secundaria mí sobrino Trino Pineda Esparza, y se hospedaba con una estimada paisana de nombre Ma. Jesús Mata, quien con gusto me dio asilo y alimentación, también estaban alojados otros jóvenes chinicuilenses: Aníbal Méndez Cuevas, Tobías Trujillo Larios, Octavio Larios González, Hugo Pineda Mendoza.

En agosto se llevó a cabo el cambio de rector, recayendo el nombramiento en el Dr. Nicanor Gómez Reyes, esta circunstancia ocasionó mayor tensión entre el Gobierno Estatal y la Población Universitaria.

Así fue que a principios de octubre el Gobierno autorizó un aumento a los pasajes del servicio urbano. Esto intensificó la lucha estudiantil contra la autoridad porque no estábamos de acuerdo con esa medida. En uno de esos días por la tarde, se efectúo un mitin en el portal Matamoros, ahí llegaron algunos policías judiciales y recogieron a la fuerza el aparato de sonido llevándoselo a las oficinas de la Procuraduría de Justicia del Estado ubicada en la Esquina que forman las Calles Morelos Norte y Ocampo del Centro Histórico. El mitin continuó con la intervención de varios líderes, entre ellos, recuerdo a Raúl Galván Leonardo, Dirigente de la FEUM Federación de Estudiantes de la Universidad Michoacana, y a mi compañero de salón José Luis Hernández Pineda, a quien amigablemente le decíamos el “Perro Pineda”, ambos, excelentes representantes de la comunidad estudiantil.

Otro grupo se desprendió para dirigirse a la Procuraduría a reclamar y recoger el aparato de sonido, sin embargo, al llegar a la puerta fueron recibidos violentamente por policías judiciales que golpearon y dispararon contra los jóvenes, hiriendo a varios de ellos, sobre todo a uno de nombre Everardo Rodríguez Orbe, quien falleció al llegar al hospital.

Debo aclarar que yo nunca fui protagonista de estos eventos, pero asistí directamente a ellos por coincidir en ideología con mis compañeros.

Los días posteriores fueron de mucha participación estudiantil en las manifestaciones que se organizaron, hasta que llegó el ejército y tomó por la fuerza el edificio del colegio de San Nicolas y otras dependencias de la Universidad. En días posteriores fueron detenidos varios estudiantes y algunos maestros, como fueron los casos de nuestro compañero Joel Caro Ruiz y el profesor Ramón Martínez Ocaranza. Así mismo, por decreto del Congreso del Estado desaparecieron las cinco casas del estudiante que existían.

Como no hubo clases durante todo el mes de octubre, aproveché para irme a mi pueblo y esperar el llamado a la reanudación de clases y exámenes finales para concluir en el mes de noviembre.

Después regrese en enero de 1967, para ingresar a primer año de la Facultad de Derecho y con esto iniciar otro capítulo de mi vida estudiantil.

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* Jaime A. Esparza Cortina. Es licenciado en Derecho por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, donde también se desarrolló como catedrático. Ha sido diputado en el Congreso del Estado de Michoacán; secretario de Gobierno en Michoacán.